Tuesday, July 4, 2017

Jot Down Cultural Magazine: El peligroso camino hacia el idilio europeo

Jot Down Cultural Magazine
Jot Down 
El peligroso camino hacia el idilio europeo
Jul 4th 2017, 10:27, by Mirjana Tomic

Fotografía: Manu Brabo

Un refugiado sirio en Horgos, Serbia, junto a la valla levantada en la frontera por las autoridades húngaras, septiembre de 2015. Fotografía: Manu Brabo / MeMo.

Cuando la insultaban llamándola Lagerkind ('niña del campamento de refugiados'), Melita Šunjić (1) respondía: «Todos somos iguales, nos protege la Convención de Ginebra».

Así le instruyó su padre, Nikola, partisano y comunista, opositor al régimen del líder vitalicio yugoslavo, Josip Broz Tito. Para escapar de la cárcel, Nikola y su familia huyeron de Rijeka, Croacia, y se refugiaron en Austria. Era 1957 y Melita tenía dos años.

Mientras defendía sus derechos en la primaria, Melita desconocía el significado de la Convención sobre el Estatuto de Refugiados (1951), pero sí sabía qué era el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR. La organización entregó el primer piso a su familia en Viena. Nunca ha olvidado que su décimo cumpleaños pudo celebrarlo en su propia casa, fuera del campamento de refugiados. Por primera vez dio a sus amigas el nombre de una calle y el número de un portal. «Era la primera vez que tenía una dirección».

Tres décadas más tarde, la niña del campamento comenzó a trabajar para ACNUR como experta en comunicación. Ya era doctora en Ciencias de la Comunicación, autora de libros, redactora jefa de la sección internacional del diario vienés Wiener Zeitung y hablaba seis idiomas. «Cuando vi el anuncio de trabajo en ACNUR sentí que me llamaban», confiesa. Corría el año 1992 y la guerra en la antigua Yugoslavia se había extendido. Melita compaginaba su trabajo periodístico con el activismo pacifista y la ayuda a los refugiados bosnios.

Desde 1993 ha recorrido centenares de campamentos de refugiados en África, Asia y Europa y ha vivido en Pakistán, Jordania, Afganistán, Sudán, Georgia, Nepal y Sudáfrica, además de varios países europeos. Como encargada de comunicación y portavoz, ha relatado el destino de miles de refugiados a distintos públicos, exigido responsabilidades a políticos, pedido protección para los refugiados y ha explicado el contexto político/bélico a un sinnúmero de periodistas que aterrizaban para cubrir países que no conocían.

En los últimos años se ha especializado en la comunicación transcultural y actualmente su trabajo se centra en diseñar y poner en funcionamiento las estrategias de comunicación para Afganistán, Irak y Siria, de donde proceden más de un millón de los refugiados que llegaron a Europa en 2015 y 2016.

El objetivo de las campañas de comunicación es informar a las personas de estos tres países acerca de los peligros que supone el viaje hacia Europa y, sobre todo, acerca de las condiciones de vida en distintos países europeos: bases legales para conseguir el estatus de refugiado, permisos de trabajo, condiciones para la reunificación familiar, etc.

¿Por qué tanta preocupación por la información ahora? Hablamos en su oficina de la undécima planta de la sede de la ONU en Viena. Por la ventana se ve el Danubio.

«Porque tenemos más refugiados que nunca: sesenta y cinco millones. Porque la migración es global, porque es más fácil trasladarse. Hace veinte años era posible buscar asilo sin la ayuda de los traficantes, pero ahora ya no. Los traficantes mueven a mucha gente: empujan hacia el éxodo a aquellos que no tienen derecho a asilo. Si no hay formas legales de conseguir asilo, la gente acudirá a ellos», explica Melita.

Si bien la solución de los conflictos y la pacificación de las guerras es la condición necesaria para frenar el éxodo, tampoco hay que olvidar que la mayoría de la gente suele huir a los países limítrofes. Sin embargo, los problemas económicos de los países en la región y la falta de apoyo financiero internacional crean las condiciones para el segundo éxodo, esta vez hacia Europa. Por ejemplo, numerosos refugiados afganos en Austria proceden de Irán, donde vivieron durante años. Algunos nacieron allí.

Muchos refugiados sirios optan por viajar hacia Europa por la dureza de las condiciones de vida en Líbano o Jordania, su primera parada tras huir de la guerra. En ambos países limítrofes con Siria escasea el apoyo económico internacional, la escolarización de los niños es problemática, la protección sanitaria es inexistente y las perspectivas laborales son débiles. Las estadísticas de ACNUR revelan que 1 millón de refugiados sirios están registrados en el Líbano, 2,9 millones en Turquía, 600 000 en Jordania, 233 000 en Irak y 117 000 en Egipto.

En referencia a las personas que logran llegar a Europa, Melita aclara que la migración actual es mixta, la gente que necesita protección y las personas que se fían de las promesas de los traficantes. Ellos convencen a los migrantes económicos de emprender el viaje hacia Europa, aunque carezcan de las condiciones para pedir asilo. Venden todo, se endeudan, luego no obtienen asilo y tienen que regresar. Y están peor que antes. De ahí la necesidad de explicar los requisitos legales para permanecer en Europa.

Llegar a las personas antes de que comiencen el viaje es complicado. «He visto campañas de comunicación montadas por algunos países europeos a las que nadie prestaba atención». O el canal de comunicación estaba equivocado, o no se ajustaban a los patrones culturales locales.

Para comprender cómo se informan y qué piensan los afganos, iraquíes y sirios en Europa, Melita montó un equipo de tres personas —dos hablantes de árabe y uno con conocimientos de dari y pastún— y les encargó dos tareas: traducir los debates en los grupos focales organizados en distintas ciudades europeas y seguir diariamente las redes sociales. En menos de seis meses, su equipo del proyecto Communicating with Communities obtuvo resultados asombrosos: comprendieron cómo funcionan los traficantes, cómo se toman las decisiones para salir de viaje, qué se conoce de Europa antes de salir, cómo se informan los refugiados. Hasta instituciones como Interpol o Europol la contactaron para pedirle datos sobre los traficantes.

Los traficantes

¿Por qué la explosión actual del tráfico de personas?

«Porque los refugiados no tienen posibilidad de salir de su país de forma legal. Hasta 2015 era posible, ahora no. Al cerrarse las vías legales para entrar a otros países y en ausencia de unas políticas de reasentamientos organizados, los traficantes hacen su agosto».

Observando las redes sociales afganas, Melita comprendió el funcionamiento del tráfico de personas: «En Afganistán los traficantes son personas respetadas, saben acerca del mundo, dan consejos, se les llama tíos». Asesoran a las familias y tutelan a los chicos cuando llegan al destino. Los traficantes convencen a los padres para que envíen a sus vástagos a Europa y, si falta dinero, aconsejan la venta de propiedades. Los jóvenes afganos salen de viaje porque así lo decide su padre. Para crear confianza no se paga por adelantado; se deposita el dinero, o parte del dinero, en manos de una tercera persona, los sarafis. Los traficantes cobran el pago completo cuando la persona llega al destino. Así se explica, por ejemplo, la quema de casuchas en Calais, Francia, cuando el pasado diciembre la policía francesa comenzó a desmantelar el campamento. Los traficantes provocaban los incendios, calculando que la indignación y la lástima acelerarían la decisión del Reino Unido de abrir sus puertas a quienes aguardaban en Calais. Los traficantes esperaban su pago final en el Reino Unido.

La lealtad a los traficantes es tal que los afganos no suelen escuchar a los trabajadores humanitarios que encuentran a lo largo del camino y que les proporcionan información fidedigna. A veces rehúsan los servicios de los campamentos, establecidos en el camino, por recomendación de los traficantes.

La información sobre de los viajes se encuentra en Facebook, con fotos, precios, números de teléfono y un sinfín de promesas: visados, becas, viajes de seguros, botes con personas que saben manejarlos, diplomas, etc. Por mil dólares se ofrecen cartas de amenazas firmadas por los talibanes, que servirán de prueba para justificar la persecución política y obtener el asilo. La agencia de noticias AP informó hace unos meses, desde Kabul, de que los talibanes revelaron públicamente que nunca enviaban cartas. En la cúpula de las redes de tráfico de afganos hay numerosos iraníes operando desde Turquía. Las personas sobre el terreno son locales.

Ante los cambios de las políticas europeas y el cierre parcial de la ruta balcánica, que era la preferida por afganos, sirios e iraquíes, los traficantes se esfuerzan por ampliar sus ofertas. En enero de 2017 introdujeron la información en urdu, dirigida a los pakistaníes, en la que aseguran ofrecer visados válidos para Europa, Canadá y Estados Unidos, con fotos que muestran que ni la luz ultravioleta puede detectar la falsedad. También ofrecen becas en Malta, explicando que es la vía más segura para obtener la residencia. La autenticidad de sus ofertas viene acompañada por las siglas de algunas organizaciones internacionales.

Muchos afganos que emprenden el viaje hacia Europa carecen de información sobre lo que les espera, o sobre las bases legales para conseguir la residencia como refugiados: la mayoría desconoce la diferencia entre un refugiado y un migrante.

Por su parte, las comunidades árabes no tienen a los traficantes en alta estima, pero usan sus servicios. Ellos conocen los caminos para cruzar las fronteras, proveen u organizan medios de transporte de todo tipo, procuran pasaportes y toda serie de documentos falsos, desde permisos de conducir y certificados médicos hasta diplomas universitarios. Algunos entregan los documentos necesarios a domicilios en Europa. Los contactos con los traficantes se hacen por teléfono o redes sociales, pero los grandes jefes no se relacionan directamente con la clientela. Son los contactos locales quienes atienden a los refugiados; a veces los traficantes se transforman en refugiados.

Los precios varían. Cuanto más restrictiva es la política europea, más caros son los servicios. Cada etapa del viaje tiene su precio. En diciembre, un viaje a Canadá podía costar hasta ciento cincuenta mil euros. Al cerrarse unos caminos hacia Europa, se abren otros. Y suben los precios. Hubo ofertas para llegar a Europa a través de las islas caribeñas.

Migrantes en la estación de Tovarnik, Croacia, septiembre de 2015. Fotografía: Manu Brabo / MeMo.

De quién se fían los afganos

Los afganos desconocen que el servicio de tráfico puede convertirse en trata de personas, amenazas, toma de rehenes y otras técnicas de extorsión a las familias. Tampoco son conscientes de los riesgos que conlleva el viaje: los traficantes pintan una imagen idílica. Las personas que llegan a Europa no hablan de su sufrimiento. Un número creciente de afganos no recibe asilo y tiene que volver a su casa. Algunos evaden la deportación y se sumergen en el submundo de la ilegalidad. Las redes criminales reclutan mano de obra entre este grupo de personas vulnerables. Por otro lado, las familias en Afganistán esperan el envío de dinero. Los chicos no cuentan cómo les va y procuran ganar algo como sea. Las malas noticias no se dicen a las personas queridas. Los afganos discuten poco en las redes sobre sus dilemas o problemas. Casi todos los usuarios son hombres.

En las áreas urbanas de Afganistán, el Gobierno montó varias campañas de información, diseñadas para frenar el éxodo. Pero los afganos no se fían del Gobierno, ni de otros afganos. Tampoco se fían de los medios de comunicación, temiendo siempre la promoción de alguna agenda oculta. En el campo hay cierta confianza en los líderes tribales, y en las ciudades el intercambio de las noticias se produce en los mercados. La televisión e internet se pueden usar donde hay electricidad. La radio es el único medio que está al alcance de todos y en todo el país. La emisora que goza de mayor credibilidad es la BBC en los idiomas locales.

Para alcanzar una amplia audiencia, Melita planea cooperar con la BBC y específicamente con los productores de radionovelas. A los afganos les gustan las radionovelas y, si algún protagonista comienza a hablar de sus experiencias de camino hacia Europa y en Europa, la gente escuchará. Así, podrán decidir si envían a sus hijos con la información adecuada. Es el objetivo de la campaña. Un proyecto a largo plazo.

De quién se fían los iraquíes y los sirios

Los análisis de las redes sociales revelaron que los iraquíes y los sirios se fían de otros iraquíes y sirios. La información y la desinformación se comparten por las redes. La gente opina, discute, pregunta, responde, aconseja, expresa sus decepciones y alegrías. La red es, como la define Melita, una gran bolsa de intercambio de información de todo tipo. El problema es que mucha información es falsa.

Las dos comunidades árabes comparten sus decepciones con la vida en Europa y discuten las decisiones políticas que perjudican sus intereses en sus países de residencia: reunificación familiar, búsqueda de trabajo, reconocimiento de diplomas, la adopción de las costumbres europeas, la occidentalización de sus hijos, las dudas religiosas o el paulatino cambio de la conducta de algunas mujeres. Las solicitudes de divorcio están aumentando. En Facebook se encuentran las tablas con la información comparativa de las prestaciones sociales en distintos países europeos.

Los sirios y los iraquíes desconfían de los Gobiernos, pero sí se fían de sus celebridades nacionales: atletas y actores. Y esa será la estrategia. ACNUR utilizará a las celebridades no comprometidas con la política y sus redes sociales para proporcionar información verídica del viaje, el asilo y la vida en Europa. Sin embellecer ningún aspecto. Las celebridades proporcionarán su autoridad y ACNUR el contenido. ACNUR, por sí solo no tendría la credibilidad suficiente.

Big data vs. trabajo de campo

A Melita la contactan de toda Europa para hablar sobre sus técnicas de investigación y los buenos resultados obtenidos de su equipo. Su público incluye a políticos, militares y responsables de policía. ¿Cómo es posible que un equipo de tres personas capte más detalles acerca de las redes de tráfico de personas que los servicios de inteligencia?

«Creo que muchas grandes instituciones se fían demasiado del uso de la tecnología —motores de búsqueda, arañas de la web— para obtener información. En algunos casos los analistas desconocen los idiomas locales y usan Google para traducir. Esto no funciona. Por ejemplo, los afganos usan la palabra "juego" para hablar del viaje a Europa. Si uno pone esa palabra en el motor de búsqueda, no llega muy lejos».

Ejemplos sobran: algunas personas analfabetas aprenden las letras del alfabeto latino y comienzan a escribir sus idiomas fonéticamente. Solo leyendo en voz alta se puede comprender lo escrito, ya que dari y pastún se escriben en otros alfabetos. Por otro lado, cada dialecto árabe tiene un nombre diferente para denominar a los traficantes y hay que saberlo.

Gracias a las redes se adquiere una información valiosa, pero se necesita una persona para interpretarla.

Las técnicas de investigación tradicionales —grupos focales, estudios sociológicos, análisis antropológicos, seguimiento de las redes en distintos idiomas— resultaron más eficientes que los métodos sofisticados de algunos servicios de inteligencia. «Hago trabajo de campo a la antigua. Las organizaciones se fían demasiado del big data», dice Melita.

¿Se necesita toda esta información? Varias plataformas de la extrema derecha han utilizado los datos proporcionados por Melita para justificar su propaganda en contra de los refugiados. Hablar de los traficantes y de los migrantes que intentan pasar por refugiados es su tema recurrente.

«La Unión Europea ha ignorado muchas cosas. En 2014 advertimos de que si no se estabilizaba la situación en Jordania, mucha gente vendría a Europa. Y vinieron. Si se bloquea la información, el impacto posterior es mayor. Se necesita comprender los problemas con sus complejidades y encontrar soluciones. Simplificar los problemas no funciona», concluye.

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(1) Este texto es el resultado de una entrevista formal, conversaciones informales y la consulta de documentos de trabajo no confidenciales de Melita Šunjić y de su equipo del grupo Communicating with Communities.

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