Sunday, July 2, 2017

Jot Down Cultural Magazine: ¿Cuál ha sido el mejor cuadro dentro de un cuadro?

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¿Cuál ha sido el mejor cuadro dentro de un cuadro?
Jul 2nd 2017, 10:09, by Javier Bilbao

La mejor novela resultó ser una que trataba sobre alguien que había leído muchas de ellas; la mejor obra de teatro la de un príncipe danés que recrea en una obra de teatro el asesinato de su padre; El crepúsculo de los dioses, Cantando bajo la lluvia o Ed Wood no diremos que sean las mejores películas, pero ocupan un digno lugar en la historia del cine y, en fin, si de algo les ha gustado cantar a los músicos es sobre qué significa para ellos la música. Se ve que a los creadores en todos los ámbitos les ha tentado retratarse a sí mismos y a su propio arte con una delectación un tanto onanista, así que los pintores no podían ser la excepción. Pintarse a sí mismos pintando era una manera de pasar a la posteridad haciendo lo que más les gustaba, y representar cuadros dentro de cuadros una forma de introducir un segundo nivel en su obra, un juego intelectual y estético que fue irresistible para muchos autores. Los ejemplos son innumerables, así que si quieren pueden añadir sus favoritos en los comentarios. 

(La caja de voto se encuentra al final del artículo)

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San Lucas pintando a la Virgen y al Niño, de Martín van Heemskerc

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Aunque la Biblia atribuye a san Lucas la profesión de médico, con el paso de los siglos pasó a ser considerado el patrón de los pintores y en consecuencia un tema recurrente de numerosas obras fue el del evangelista pintando a la Virgen con el niño Jesús. Fue el caso de Derick Baegert, de Giorgio Vasari y de muchas representaciones iconográficas más o menos elaboradas. Teniendo en cuenta lo que el tema tenía de autorretrato del artista, hubo autores que modestamente quisieron prestar su propio rostro al santo, como hizo el Greco en esta obra o también Zurbarán, cuando lo (o más bien se) retrató pintando a Cristo en la cruz. En el caso de la obra que ven sobre estas líneas, corresponde al año 1532, la perspectiva y la interacción entre los personajes está muy elaborada, aunque quizá se le fue la mano con la rocosa musculatura del niño.

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Autorretrato, de Sofonisba Anguissola  

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Esta pintora italiana nacida en 1535 recibió una esmerada educación que completó al convertirse en discípula del mismísimo Miguel Ángel, bajo cuya guía dibujó Niño mordido por un cangrejo, obra que serviría de inspiración más adelante a Caravaggio para pintar uno de sus lienzos más recordados, en parte por su ambigüedad sexual, Chico mordido por una lagartijaAnguissola más adelante retrató al duque de Alba en Milán, cuya mediación le sirvió para integrarse en la corte española como retratista real. Su pintura de Felipe II actualmente se encuentra en el Museo del Prado, mientras que en esta que ven sobre estas líneas se retrató a sí misma pintando a la Virgen con el Niño a la manera del mencionado evangelista.

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Pintura, poesía y música en el salón, de Frans Francken el Joven

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Juntas es como mejor se entienden las artes y así lo veía también este artista flamenco de finales del siglo XVI. Destacó en un subgénero llamado galerías de arte, en el que se muestran diversos tesoros artísticos reunidos en una sala y del que esta obra es un buen ejemplo. También fue uno de los pioneros en la representación de monos adoptando actitudes humanas con una finalidad satírica, tema que gozaría de bastante eco y que dio lugar a una obra de Goya que podríamos añadir a este listado, pues se trata de un mono pintando un cuadro, Ni más ni menos. Francken incluso llegó a aunar sus dos pasiones, retratando cuadros y monos en un lienzo que pintó junto a David Teniers el Joven.

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El archiduque Leopoldo Guillermo en su galería de pinturas de Bruselas, de David Teniers el Joven

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Su colaboración con el anterior pintor no fue casualidad, pues eran almas gemelas: ambos habían nacido en Amberes, hijos de ilustres pintores (y apodamos por ello «el Joven») e interesados en pintar galerías de arte y monerías, entre las cuales se encuentras este Mono pintor del Museo del Prado, que tal vez sirvió de inspiración al citado Capricho de Goya. En el caso de esta galería que vemos fue real, y recoge las obras que el archiduque poseía, retratado aquí en primer lugar con sombrero junto al propio pintor, situado un paso atrás. Si nos fijamos, abajo a la izquierda puede verse San Lucas pintando a la Virgen de Jan Gossaert, de nuevo el tema tan querido por los pintores.

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Pintor en su estudio, pintando una compañía musical, de Jan Miense Molenaer

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No sabemos si este pintor holandés nacido en 1610 sería la alegría de las fiestas pero desde luego le entusiasmaba retratarlas. Su obra irradia vitalidad y desparpajo, mostrándonos de forma recurrente fiestas en tabernas con gente bebiendo, jugando, retozando con sus parejas y tocando música. Su mujer Judith Leyster compartía ese interés artístico y se hizo un autorretrato pintando.   

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Margareta Maria de Roodere y sus padres, de Gerard van Honthorst  

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Este autorretrato fechado en 1652 presenta la originalidad de que el autor no se muestra a si mismo pintando a otra persona sino que es él el retratado, en este caso por la chica que acompañada de su madre exhibe orgullosa su creación. Hizo algo similar unos años antes, acompañándose de Cupido en Alegoría de la pintura.

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Las meninas, de Velázquez

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Qué podemos añadir a estas alturas a todo lo dicho sobre esta obra… Vemos al fondo un espejo en el que se reflejan los reyes Felipe IV y Mariana de Austria, surge entonces la duda de si son ellos los retratados o simplemente están presenciando cómo Velázquez pinta a la infanta y de paso a él mismo en un cuadro que podría titular, qué sé yo, Las meninas.   

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Autorretrato con un caballete pintando a una anciana, de Arent de Gelder

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Este discípulo de Rembrandt realizó en 1685 este autorretrato en el que vemos como frente al gesto hierático de la señora —que posa a la manera en que se hacía en las fotografías antiguas— el artista aparece sonriendo en una actitud aparentemente espontánea en mitad de su trabajo, tal como si fuera una foto actual.  

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El pintor en su estudio, de Francois Boucher

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Si hubiera que definir la producción de este artista del siglo XVIII podría decirse que serían las ilustraciones idóneas para Las amistades peligrosas, con cuadros como Joven recostada, en el que usó de modelo a una cortesana amante de Luis XV. Cuando era un adolescente de apenas diecisiete años Boucher se mostró así en su estudio.  

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Galería de cuadros con vistas de la Roma Antigua, de Pannini

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Este pintor, decorador y arquitecto centró su trayectoria artística en retratar el legado arquitectónico de Roma, desde el Panteón de Agripa, pasando por el Coliseo, hasta la Basílica de San Pedro. En los últimos años de su vida su empeño fue aunar en una sola obra todas esas representaciones, de manera que pintó tres versiones de una galería de arte imaginaria que contenía cuadros de todas las ruinas romanas.

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Retrato de una artista pintando su autorretrato, de Jean Alphonse Roehn

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Además de los cuadros dentro de cuadros, otro elemento que ha fascinado a los artistas de todas las épocas han sido los espejos (tema al que dedicamos este artículo). Con ellos podían jugar con la perspectiva, dar profundidad a la escena y atrapar la atención del observador. En este caso la composición tiene tres planos interconectados: la protagonista, su reflejo en el espejo y el lienzo en el que se retrata. El autor es un pintor francés nacido en 1799, que destaca también con El pintor y su modelo.

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El taller del pintor, de Gustave Coubert

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Este lienzo tiene una longitud de casi seis metros y un título casi igual de largo: El taller del pintor, alegoría real, determinante de una fase de siete años de mi vida artística (y moral). Con ella Coubert quiso demostrar que ni él ni su estilo realista estaban muertos, aunque la recepción por parte de la crítica no fue la esperada en una época en la que comenzaban a aparecer nuevos estilos pictóricos. Con el tiempo ha llegado a ser comparada con Las meninas.

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Panorámica del Salón Cuadrado en el Louvre, de Alexandre Jean-Baptiste Brun

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Si las antiguas galerías de arte retrataban las posesiones de algún opulento aristócrata, en el siglo XIX pasan a mostrar los museos nacionales. Esta pintada por Brun en 1880 recrea alguna de las exhibidas en el renombrado museo parisino, entre las que podemos ver cuadros de Rafael, da Vinci o Rubens.

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Vista interior del Museo Metropolitano de Arte, de Frank Waller

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Nacido en 1842 en Nueva York, Frank Waller fue arquitecto y pintor, dos pasiones que combinó centrándose en la recreación de ruinas milenarias o de interiores de edificios. En este caso la entrada del Museo Metropolitano cuando se ubicaba en la mansión Douglas. El nivel de realismo y detalle es excepcional, si dispusiéramos de una máquina Esper como la del detective Deckard seguramente podríamos apreciar cada cuadro de manera semejante a la de esa mujer que escudriña el paisaje.

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Autorretrato con siete dedos, de Marc Chagall

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Concluimos con este vanguardista ruso de ascendencia judía que tuvo que huir exiliado a París tras la revolución. Una trayectoria biográfica que reflejó en su obra, de manera que en este autorretrato que se hizo con veinticinco años, en su estudio de La Ruche, vemos a la derecha en un brumoso recuerdo a su localidad natal, Vitebsk, en la pared escrito en hebreo «Rusia orgullosa» y por la ventana la Torre Eiffel. Esa mano llena de dedos pretendía, en palabras del autor, «introducir un elemento fantástico entre elementos reales», y el hecho de que sean siete puede entenderse por el especial significado que tiene este número para la tradición judía, como si su mano fuera en realidad una menorá.

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