Saturday, July 22, 2017

Jot Down Cultural Magazine: Canciones sobre fútbol

Jot Down Cultural Magazine
Jot Down 
Canciones sobre fútbol
Jul 22nd 2017, 09:22, by Jorge Decarlini

Andrés Iniesta, 2013. Foto: David Aliaga / Cordon.

Si algo envidio a Rob Fleming, el propietario de una tienda de discos que protagoniza Alta fidelidad, es su capacidad para elaborar listas. Bueno, quien dice capacidad, dice obsesión. El personaje creado por Nick Hornby ordena sus cinco preferencias en casi cualquier materia. En mi caso, sucede lo contrario; estoy mentalmente imposibilitado para acotar mis predilecciones. Como mucho, tras años de ardua reflexión, soy capaz de hacer algo parecido con las películas de Scorsese (cronológicamente, Taxi Driver, Toro salvaje, El rey de la comedia y Uno de los nuestros). Sí, solo son cuatro. Una duda lastimosa me bloquea antes de elegir la quinta.

Por tanto, esto no es una lista. Si acaso una selección de canciones que versan sobre fútbol, confeccionada tras aplicar varios filtros arbitrarios. Para empezar, nada de referencias puntuales. No sirve que Quique González cite el gol de Iniesta, o que Mendieta haya marcado un gol realmente increíble. La canción ha de tratar aspectos futbolísticos de principio a fin. Y la letra, escrita en algo que se hable en España (advertencia: me salto mi propia norma con el italiano). Otra condición es que no valen canciones pensadas para convertirse en himnos oficiales. Y, por supuesto, nada de esas infamias que nos intentan meter con calzador los veranos de torneos internacionales.

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«1986» – Tachenko

Pop indie zaragozano. Tercer corte de Las jugadas imposibles, su segundo disco. La canción se apoya en una melodía elegante, que busca acomodarse de inmediato en el cerebro, como es habitual en el grupo. El título responde al año de celebración del segundo Mundial de México. Y precisamente con el resultado de aquella final arranca la letra: la Argentina de Bilardo venció 3-2 a Alemania Occidental en el Azteca. El texto prosigue con un agridulce repaso a mundiales anteriores, como el de España 82, que fue a parar a manos italianas.

A continuación, se destacan las figuras más importantes de los campeonatos previos. Es decir, Mario Alberto Kempes (nombrar al vicealmirante Carlos Lacoste quedaría regular) y Johan Cruyff. A partir de ahí, se repite un estribillo más pegadizo que comprensible y que habla de tirar a puerta. No es la única canción del grupo con referencias, más o menos veladas, al fútbol. Aunque también son habituales sus alusiones a otros deportes. Sin ir más lejos, toman su nombre de Vladimir Tkachenko, aquel pívot más alto que los mamotretos de hormigón de la arquitectura soviética.

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«Iturralde González» – Estúpida Erikah

No tengo ni idea de por qué esta canción, incluida en el primer álbum de la banda catalana, se titula con los apellidos del polémico colegiado vasco. Sea como fuere, la nostalgia casi siempre da resultado. Prueba de ello es la letra, que funciona a la perfección con esa envoltura folk. Construyen un hábil relato que describe el paso del tiempo para Ramon y Antònia, un matrimonio de aficionados al Fútbol Club Barcelona. Se desgranan sucesos reconocibles: la primera tele en color, los achaques de la edad, los hijos que se van de casa o los familiares que fallecen. Todo combinado con innumerables referencias futbolísticas en clave blaugrana. Les Corts, Migueli, Xavi o las ligas de Tenerife aparecen por los versos de una canción emocionante. A ello contribuye el remate, cuando Ramon se pregunta si ella también estará pensando que lo mejor de ser del Barça es serlo a su lado.

Otra composición en ese idioma es la que Serrat le hace a Kubala. Además de mentar a estrellas del balompié, usa un silbato para los arreglos y dedica gran parte de la letra a describir una jugada con una verosimilitud pocas veces vista en una canción. Incluso, si mi catalán de Cádiz no me falla, llega a decir que el húngaro «se mea en el central».

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«Athletic» – Distorsión

El trío de Barakaldo, mítico en la escena punk vasca, puso fin a un largo periodo de inactividad con un recopilatorio que celebraba el vigésimo quinto aniversario de la banda. Sin abandonar el «hazlo tú mismo», regrabaron algunas de sus canciones más conocidas, incluyendo, cómo no, la dedicada a su equipo.

Tras un inocente arpegio, el grupo hace honor a su nombre. Convenientemente equipados, inician el camino hacia la Catedral. La letra resume a la perfección, sin ningún tipo de alarde literario, el sentir del aficionado durante la previa: «los equipos que nos vengan a visitar serán derrotados, y después a vacilar». Ya habrá tiempo para pensar en el golaveraje, la quinta amarilla del central o la opción de compra del delantero. Lo único importante en ese momento es tomarse algo con los colegas. Por eso, Distorsión sigue respondiendo a la pregunta de cómo coño está el Athletic de la misma forma que lo hacía en 1996: «Bien, bien. No te jode, muy bien».

Similar espíritu y estilo musical se encuentra en «La del fútbol», del grupo madrileño Porretas. Bota de vino, bocata de salchichón, y a ver el partido. Mención a Ruiz-Mateos disfrazado de Superman incluida.

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«Sueño merengue» – Las Escarlatinas

A veces, las productoras arman grupos tras detectar un hueco por el que tirar en el mercado. Eso hizo Siesta Records con Las Escarlatinas, cuatro chicas que grabaron dos discos del pop más colorista que se pueda imaginar. Voces dulces, coros finos y portadas luminosas. Todo pensado para triunfar. Como curiosidad, entre las integrantes se encontraba la hija de Miguel Ríos.

En una de esas canciones mezclaron su estética naíf con la etapa galáctica del Real Madrid, aquella de los Zidanes y Pavones, ambos mencionados en la letra. También hay sitio para Figo, Solari, Beckham o Casillas. Incluso aparece la frase que acuñó el periodista Manolo Lama para referirse a Raúl. En el estribillo de este tema, Las Escarlatinas se definían como una hooligan muy coqueta y aspirante a modelo de Kenzo, la exclusiva marca de ropa japonesa. La combinación es, cuanto menos, curiosa.

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«Nueva ola Guardiola» – Los Directivos

Un dúo de nombres ficticios (Claudio McKinsey e Iñaki Andersen) que no da conciertos. Canciones creadas a base de teclados y cajas de ritmo. Pop sintetizado. Y la promesa de lanzar su disco por internet cuando España cayese eliminada del Mundial que terminó ganando.

A la canción le basta la primera estrofa para transmitir su mensaje. La letra, mordaz, arranca con la transformación del fútbol ilustrada en dos personajes: de Ramón Mendoza a Pep Guardiola. El estribillo (que cuenta con los coros de La Bien Querida) añora cuando las chicas se masturbaban pensando en estrellas de rock, y no en futbolistas. El texto cita a Cruyff y al Marca, y recalca la crítica al fútbol espectáculo, a la preponderancia de la imagen. Los Directivos también tienen una canción con el nombre de un árbitro: nada menos que Japón Sevilla.

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«Dieguitos y Mafaldas» – Joaquín Sabina

Abracemos el mainstream. Esta canción de Sabina, que pertenece al majestuoso 19 días y 500 noches, está repleta de guiños porteños. El de Úbeda suele bordar la combinación de lenguaje coloquial y académico. Prueba de ello es que da cobijo a expresiones lingüísticas tan populares como el lunfardo (junar significa mirar a alguien con ganas de mambo) y el vesre (jermu por mujer). Así narra el desvelo futbolero de Paula, fiel hincha de Boca Juniors, y su trayecto en autobús a la Bombonera. Lo inicia en González Catán, una zona muy castigada al oeste del Gran Buenos Aires. Desde su casa en el suburbio, pasando por Laguna, le separan casi treinta y cinco kilómetros. Efectivamente, tiempo de sobra para soñar que ganaban el partido. Sabina recoge el término bostera, que era despectivo hasta que los aficionados lo adoptaron con orgullo. También aparece la barra brava y la doce, vocablos argentinos para los ultras y la afición.

Musicalmente, la canción arranca tranquila, pero luego abandona la milonga para convertirse en salsa. Cuando dice que es el turno de Palermo, se refiere al famoso gol contra Talleres de Córdoba. Si Boca vence, campeón. Pero empata a uno bajo el diluvio. Es la primera temporada de Carlos Bianchi en el banquillo, que arrancó con el reto de ganar un título tras seis años de sequía. Cuando parece que habrá que postergar el canto del alirón, emerge Palermo (máximo anotador de aquel campeonato, con más goles que partidos). En el minuto noventa, Martín mete el pie, la pelota entra y la grada casi se cae. Y ese año Boca, como concluye Sabina, sale campeón en la Bombonera.

En la categoría de canciones escritas por aficionados del Atlético a clubes extranjeros, cabe incluir al grupo oscense Less. José Antonio Martín, Petón, puso letra a «Héroes de Superga», homenaje a la tragedia aérea que acabó con el gran Torino, considerado mejor equipo del mundo de la época.

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«Simplemente fútbol» – Ignacio Copani

En Sudamérica son mucho más habituales estas canciones. Quizás porque allí la identificación popular de este deporte, el sentimiento de pertenencia, soporta mejor el paso del tiempo. No lo sé. Ese es otro debate, otro artículo. Lo que no resiste duda es la abundancia de composiciones musicales sobre fútbol. Además, sin importar el género, puesto que va desde el cantautor al rock barrial pasando por la cumbia.

Una de tantas es la de Ignacio Copani, hincha tan reconocido de River Plate que hasta le pusieron su nombre a una peña. El prolífico cantante ha dedicado multitud de temas (incluso discos enteros) a su equipo. No obstante, también trató este deporte de manera genérica con una canción que pone al mismo nivel al aficionado y a la figura. Habla de una ola que cubre al continente y hace olvidar, por un rato, las heridas. Todo aderezado con referencias a jugadores de diferentes épocas como Pelé, Valderrama, Zamorano, Chilavert, Jorge Campos, Ronaldinho, Garrincha o Menotti.

Por citar a otro cantautor rioplatense, Jorge Drexler compuso «La vida entera», un delicado canto a su pasión carbonera, apodo para los aficionados de Peñarol.

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«La leva calcistica della classe '68» – Francesco De Gregori

Este romano es una debilidad personal. Bueno, mía y de media Italia. De Gregori disfruta, aún hoy, dejando letras poéticas y ambiguas, de esas cuyo significado es una incógnita. El título refleja cómo se refieren a la edad de un futbolista en el país transalpino: primero classe y luego los dos últimos dígitos del año de nacimiento.

Introducción a piano, igual que en tantos clásicos que llevan su firma. Y en el paisaje en obras aparece la figura de Nino, que tiene doce años, unas botas malas y el corazón lleno de miedo. Pero no le da miedo tirar el penalti, porque sabe que eso no decide la carrera de un jugador. No obstante, aquí De Gregori introduce a los futbolistas que se quedaron en el camino, a los que se retiraron sin ganar nada. A los que ahora ríen dentro del bar y llevan diez años con una mujer que nunca han amado.

El chaval marcó un gran gol y el entrenador parecía contento. Pero regresa el penalti como metáfora del momento clave en la vida. Uno en el que se puede fallar. El niño vestirá la camiseta número siete y luego se convertirá en hombre, sí. Pero cómo, y a qué precio. El texto acaba, aunque la música continúa durante un minuto y cada uno elige su final para Nino. Hay quien ve en esta canción la ilusión perdida del adulto, y quien, directamente, le otorga un significado político: el desencanto de aquella generación de italianos.

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«Betis» – Silvio

El rockero sevillano Silvio Fernández Melgarejo es un personaje idolatrado en la capital de Andalucía (donde incluso aparece en el callejero) y prácticamente desconocido más allá de Despeñaperros. Su figura se agranda gracias a las recopilaciones de frases ingeniosas y a su infinito anecdotario, repleto de leyendas urbanas. Una de ellas esclarecería cómo un reconocido sevillista le dedicó una canción al otro equipo de la ciudad, algo que se atribuye a la pérdida de una apuesta. Sin embargo, la explicación más factible dista mucho de esa versión.

Silvio componía de manera peculiar: extraía de su disco duro cerebral alguna melodía, sobre la que colaba palabras incoherentes o remotamente parecidas al inglés y al italiano, y el grupo le daba cuerpo a aquello como podía. En este caso, unos acordes de Elvis. El coro acabó siendo algo parecido al nombre del conjunto verdiblanco, y el resto de la banda, que era bética, aprovechó para reivindicar a su equipo. Para grabarla en un álbum, tuvieron que medio improvisar el texto (en directo, Silvio se preocupaba más de vigilar su vaso que de recordar cualquier letra) y así se incluyó una inexplicable mención a la Real Sociedad, y hasta a lo verde que es el césped del Sánchez-Pizjuán.

Silvio jamás completaba el estribillo, prefería omitir el inicio y dejarlo en «etis». Llegó a ser multado por su mánager, ya que durante una actuación en el mismísimo estadio bético, cuando el grupo le coreaba el nombre del rival, él iba replicando «a segunda, a tercera».

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«La mano de Dios» – Rodrigo

La número diez era obvia. Sobre Maradona hay más de un centenar de canciones, tantas que justificaría otra selección. De entre las más famosas, la de Calamaro y la de Los Piojos. Durante el rodaje del documental Maradona by Kusturica, el director serbio organizó una sorpresa: Manu Chao le esperaba para interpretar una canción. El astro argentino escucha atento. Poco después, su rostro parece emocionarse bajo las gafas de sol, pero desconocemos si responde a la sobreactuación constante del Diego o a tener que soportar la mierda de canción que le ha escrito Manu Chao (que, para rematar el cuadro, canta apoyado en una pared donde se lee un intrigante mensaje: «Lolo puto»).

La canción sobre Maradona la escribió Rodrigo. La popularidad del Potro en Argentina era mayúscula, sus canciones sonaban a todas horas en todos lados. Batía récords de asistencia en templos de la música. Pero aquello se truncó con su muerte a los veintisiete años por conducción temeraria. Incluso levantaron un monumento en el lugar del accidente. Y, si alguna composición se le recuerda por encima de todas, es la hagiografía maradoniana. La archiconocida letra repasa su niñez en el potrero, el debut, la conversión en mito, el enfrentamiento con el poder futbolístico y hasta su adicción a la cocaína (algo que compartía con el propio Rodrigo). El coro del estribillo es prácticamente imposible que no retumbe cuando la canción suena en una reunión animada.

Para encontrar la versión más emocionante, toca regresar al documental de Kusturica. Maradona, que siempre quiso ser cantante, interpreta el tema. Pero lo hace con la letra adaptada a la primera persona, y con su familia delante. Dalma y Gianinna, sus hijas, aún son muy jóvenes. A mitad de la actuación, suben al escenario con más vergüenza que orgullo. Poco después, acaban coreando su apellido. Por si faltaba algo, en el montaje del documental se insertan imágenes de archivo. Maradona trata de entonar: «Si Jesús tropezó, ¿por qué no habría de hacerlo yo?». El Diego cantando su propia vida. El mayor exponente de cómo se juega a este deporte, haciendo suya la mejor canción que le escribieron. La unión perfecta entre música popular y fútbol.

La entrada Canciones sobre fútbol aparece primero en Jot Down Cultural Magazine.

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