Foto: Cordon.
Rafa Nadal ganó su tercer US Open y su decimosexto título de Grand Slam. A estas alturas lo habrán oído unas cuatro mil veces, pero no deja de impresionar. Hace poco más de quince años que Pete Sampras ganó su decimocuarto grande y todos nos llevamos las manos a la cabeza. El legendario Federer apenas tiene tres más. Es cierto que los torneos del Grand Slam no lo son todo para medir la trascendencia de un jugador, sobre todo teniendo en cuenta que Rod Laver no pudo jugar varios en su momento por ser profesional o que, en los setenta y los ochenta, buena parte de las estrellas rara vez pisaban Australia. Con todo, es la mejor medida que tenemos, y este triunfo coloca a Rafa —si no lo estaba ya— en el podio histórico. Colóquenle ustedes en el escalón que prefieran.
Se ha comentado mucho la circunstancia de que su victoria haya llegado sin tener que enfrentarse a ningún jugador clasificado entre los veintisiete primeros de la ATP y a solo dos de entre los cincuenta primeros. Sin duda, eso ayuda, pero no es demérito de Nadal, sino de todos los que fueron perdiendo contra los Leo Mayer, Aleksandr Dolgopolov o Andréi Rublev de turno. Nadal no tiene la culpa de que Federer perdiera contra Del Potro ni de que Alexander Zverev se borrara del torneo en segunda ronda, recuerdo de su triste actuación en Roland Garros.
En un momento de auténtico impasse del circuito, en el que los dominadores de los últimos doce años empiezan a acusar los rigores de la edad mientras esperan el relevo por parte de posadolescentes, Nadal ha sabido hacer lo que tenía que hacer: esperar su oportunidad. Pocos le daban opciones en el US Open después de caer tan pronto en Montreal y en Cincinnati y llevar casi tres años sin ganar un título fuera de la tierra batida, pero el destino se puso de su parte. El destino y el juego, por supuesto, porque arrasar a Del Potro como le arrasó en los últimos tres sets de su partido de semifinales no es precisamente fácil.
Se trató, en cualquier caso, de un torneo extraño, marcado por muchísimas ausencias y con algunas tendencias interesantes. Repasemos lo más importante:
1. Poco más se puede decir de Nadal, pero apuntemos un dato sobre su longevidad: ha ganado ya dos torneos con los treinta y un años ya cumplidos. Es uno de los tres jugadores que lo han conseguido en la historia, junto al australiano Ken Rosewall, que se llevó cuatro, y a Roger Federer, que suma los dos de esta temporada… solo que Roger tuvo que esperar cuatro años y medio para conseguir el primero. Nadal ha roto también esta barrera: cuando los demás, históricamente, se venían abajo, él ha mejorado. Un torneo de Grand Slam se puede achacar a la suerte o a un cuadro favorable, pero dieciséis no pueden ser una casualidad.
2. Ya hemos dicho que Nadal no era el favorito antes del torneo y viendo su juego en los tres primeros partidos tampoco había muchas razones para el optimismo: ante Dusan Lajovic tuvo que recurrir al tie-break para ganar la primera manga después de que el serbio sacara para llevarse el set. Peor fueron las cosas ante Taro Daniel y Leonardo Mayer, dos jugadores de escasísimo nivel y que llegaron a estar set y break arriba contra Rafa. A partir de ahí, todo fue color de rosas. Los nervios pasaron conforme pasaron las rondas y ya solo cedió un set en el resto del torneo: ante Del Potro en semifinales. La final contra Kevin Anderson fue directamente un paseo.
3. El triunfo de Rafa le permite asegurarse prácticamente el número uno al final de temporada. Sería otro hecho histórico: la tercera vez que consigue acabar como número uno en años no consecutivos. Lo logró en 2008 y lo perdió en 2009. Lo recuperó en 2010 y lo cedió en 2011 a manos de Djokovic. Seis años después, todo apunta a que volverá a lograrlo. La ventaja es de unos dos mil puntos sobre Federer y eso le da mucho margen, sobre todo teniendo en cuenta que el suizo no parece al cien por cien físicamente.
4. El torneo de Roger fue aceptable. Punto. Nunca sabremos hasta qué punto le afectó la espalda porque el suizo es una tumba en ese aspecto y rara vez se queja de una lesión hasta que no se hace demasiado evidente. Jugó muy mal ante Frances Tiafoe en primera ronda y aún peor ante Mijaíl Yuzhny en segunda. Pareció levantar el vuelo contra Feliciano López y Philipp Kohlschreiber, y acabó cediendo en cuartos de final ante el primer rival serio: Juan Martín del Potro. Fue una derrota dolorosa porque tuvo hasta cuatro pelotas de set —tres con el saque— para ponerse 2-1 por delante. No supo concretarlas y acabó perdiendo el parcial y cediendo el servicio inmediatamente. Ya no hubo vuelta atrás.
5. Precisamente Del Potro fue la mejor noticia del torneo. Saber que ya está para jugar seis partidos a cinco sets de manera competitiva es maravilloso. Suyo fue también el partido de la quincena: contra el austriaco Dominic Thiem en octavos de final. El argentino, griposo y cansado, perdió los dos primeros sets por 6-1 y 6-2. Después de rehacerse en el tercero, tuvo que salvar numerosos puntos de partido antes de llevarse el cuarto en el tie-break, lo que acabó de machacar la moral de su rival. El partido lo tuvo todo: el precioso revés a una mano de Thiem contra la portentosa derecha de Del Potro, probablemente la mejor que se haya visto nunca. La elegancia contra la resistencia. Un público entregado que parecía estar en La Bombonera en vez de en una pista de tenis. Espectáculo de primera.
6. Como decíamos al principio, Nadal no era el favorito. Los favoritos eran Federer, Zverev, Dimitrov y Kyrgios, no sé si por ese orden. Federer por ser Federer. Zverev por ganarle a Federer en Montreal. Dimitrov por ganar la final de Cincinnati a Kyrgios, y Kyrgios por ganarle a Nadal en ese mismo torneo. A los cuatro días de competición, los tres noventeros —para variar— estaban en la calle y Federer había cedido ya cuatro sets en dos partidos.
7. ¿Qué conclusión podemos sacar de todo esto? Que cuando los treintañeros (o casi) como Murray, Djokovic, Wawrinka, Nishikori, Cilic o el más jovencito Raonic se han lesionado no había absolutamente nadie para tomar el relevo. Esto ya me lo han leído antes, así que no me voy a extender: dejamos 2017 atrás y Raonic sigue como el único finalista de Grand Slam nacido en los noventa.
8. ¿Por qué tantas lesiones? Hay diferentes teorías y muchos apuntan a un calendario demasiado cargado. No es una explicación que me convenza: nunca se había jugado menos al tenis que ahora, al menos entre los primeros de la ATP. Muchos de ellos se limitan a los cuatro grandes, seis o siete Masters 1000 y algún torneo menor al que le tengan cariño. Fuera del Grand Slam ya no hay ni un solo partido a cinco sets, ni siquiera la mítica final del Masters. No puede ser eso. Simplemente ha coincidido que los mismos jugadores llevan demasiados años en lo más alto y eso supone mucho desgaste físico y mental. Que Wawrinka, por ejemplo, se lesione a los treinta y dos años no debería ser una gran sorpresa; si fuera el número dieciocho del mundo, nadie se habría llevado las manos a la cabeza. El asunto es que era el cuatro.
9. El único noventero que estuvo a la altura fue Pablo Carreño. Sobre Carreño podemos decir lo mismo que sobre Nadal: él no tiene la culpa de que sus cuatro primeros rivales salieran de la previa y que el quinto fuera el lesionado Diego Schwartzman. En general, toda la parte baja del cuadro fue un caer constante de cabezas de serie hasta el punto de que los que quedaron hasta las semifinales fueron el citado Carreño y el sudafricano Kevin Anderson, que solo tuvo a Sam Querrey como rival de entidad.
10. El partido cayó del lado de Anderson por experiencia, tenacidad y saque. Las armas que le fallaron en la final contra Nadal, donde apenas opuso resistencia. Hablamos de un hombre de treinta y un años que en su vida habría soñado con una oportunidad así. Un buen jugador, muy habitual de las pistas duras, pero con muchas limitaciones en el juego. A veces, tipos así consiguen reunir dos semanas de altísimo nivel y se plantan en la final de un grande. Incluso Martin Verkerk ha jugado una final de Roland Garros, así que eso puede pasar. El problema para el torneo es que Anderson ni siquiera necesitó esa versión superlativa. Se limitó a ser Anderson y le valió para ser el segundo mejor jugador del campeonato.
11. Y es que, con la baja a última hora de Murray, ese lado del cuadro parecía llevar el nombre de Alexander Zverev, la joya alemana. Zverev no solo se ha colocado número cuatro del mundo —pronto será número tres—, sino que venía de ganar Montreal y Washington. Le pasó lo mismo que en casi todos los grandes disputados a sus escasos veinte años: cayó cuando menos se esperaba. Si en Roland Garros fue Fernando Verdasco el que le eliminó en cuatro sets, en Nueva York el honor le correspondió a otro jovencito: el croata Borna Coric. Zverev ganó el primer set, pero se lió de manera inopinada, cediendo los tres siguientes por 5-7, 6-7 y 6-7. Todo en el juego de Sasha invita al optimismo, pero estas lagunas mentales en los grandes torneos preocupan.
12. Quien no deja de enamorar es Denis Shapovalov. Qué barbaridad de jugador. Después de su exhibición en Montreal, donde llegó a semifinales eliminando a Rafa Nadal, el canadiense de diecinueve años llegó a octavos de final pese a tener que comerse la fase previa por caprichos del sistema de ranking. Shapovalov tiene saque, tiene derecha y tiene el mejor revés a una mano visto en un zurdo desde los tiempos de Thomas Muster. Es increíble cómo puede darle tanta fuerza a un golpe tan improbable. Su comienzo de año no pudo ser peor, cuando fue descalificado de la Copa Davis por darle un bolazo accidental a un juez de silla, pero el final tiene pinta de ser apoteósico.
13. De Dimitrov y Kyrgios mejor no hablar, que me entran los siete males. Del australiano poco se puede esperar porque es como es, pero Dimitrov parecía por fin estar ante su gran oportunidad después de ganar Cincinnati… y acabó cayendo ante Rublev en segunda ronda. Desesperante. Por cierto, gran torneo de Andréi Rublev pese a su contundente derrota en cuartos de final. Efectivamente, como él mismo apuntó en rueda de prensa después de ser destrozado por Nadal, aún le queda mucho para competir de tú a tú con los más grandes, pero este año ha dado un paso adelante de gran valor después del estancamiento del año pasado. Rublev, Shapovalov, Zverev… tres apellidos rusos de tres nacionalidades distintas llamados a dominar la siguiente década.
14. El repaso a la actuación española en el cuadro masculino empieza y acaba con Carreño y Nadal. En lo que esperamos a Kuhn y Davidovich es lo que hay. Solo Feliciano, brillante finalista en la categoría de dobles junto a su inseparable Marc López, consiguió llegar a tercera ronda en individuales. La mayor decepción fue sin duda David Ferrer. El alicantino ya no está para grandes cosas, pero había mostrado una indudable mejoría en Montreal, donde casi le gana a Federer, y sobre todo en Cincinnati, donde fue semifinalista y estuvo muy cerca de llegar a la final. Su US Open acabó en primera ronda, con una derrota ante el impredecible kazajo Mijaíl Kukushin. Ferrer ocupará esta semana el puesto número 26 de la ATP a sus treinta y cinco años.
15. Vamos ya con el cuadro femenino. Parece que las mujeres sí se han tomado en serio lo del relevo generacional: ante la ausencia de Serena Williams, que fue madre justo durante el torneo, hasta tres jóvenes estadounidenses dieron un paso adelante y acompañaron a su hermana Venus en las semifinales: Coco Vandeweghe, Madison Keys y Sloane Stephens. Estas dos últimas disputaron la final después de un largo historial de lesiones. Keys, de veintidós años, sigue sufriendo de vez en cuando de la muñeca, lo único que la aleja de la apretada lucha por el número uno, mientras que Stephens, que ya fuera semifinalista en Australia en 2014, derrotando a Serena, se lesionó a principios de temporada y llegó a caer por debajo del puesto 500 en el ranking WTA. De hecho, el US Open solo fue el quinto torneo de su temporada… y su primera victoria.
16. Venus Williams sigue tirando al poste, lo que no deja de tener mérito a sus treinta y siete años. Prácticamente desaparecida durante el resto del año, sabe guardar su mejor tenis para los momentos clave: finalista en Australia, finalista en Wimbledon y semifinalista en Nueva York, donde bien pudo ganar el partido ante Stephens. En el camino, se llevó por delante a Carla Suárez, de nuevo octavofinalista, y a Petra Kvitova, la otra gran noticia del campeonato. La checa, ex número uno y ganadora en Wimbledon por partida doble, sufrió durante las Navidades pasadas un espantoso ataque en su propia casa a manos de un hombre armado con un cuchillo que le destrozó la mano derecha. El shock emocional superó al físico y era razonable pensar que le costaría mucho volver a la élite. Afortunadamente, menos de un año después, ya está ahí dando guerra.
17. Precisamente Kvitova fue la que eliminó a la española Garbiñe Muguruza, nueva número uno del mundo. El torneo de Garbiñe estaba siendo fantástico hasta aquel momento y llegamos a soñar con un doblete Wimbledon-US Open, inédito en la historia del tenis español. Se queda al menos con el honor de llegar a lo más alto de la clasificación y de hacerlo a lo grande: después de ganar dos slams en los últimos dos años, no como Safina, Jankovic, Wozniacki o las propias Pliskova y Halep.
18. Por cierto, Wozniacki se vio envuelta en una guerra dialéctica con Maria Sharapova que acabó en empate: es decir, con las dos eliminadas antes de cuartos de final. Lo de la danesa es dramático: al revés que Venus Williams, es capaz de mantener un nivel altísimo de juego durante todo el año… para venirse abajo sistemáticamente en los grandes. Molesta por la derrota en segunda ronda ante Makarova, quiso dedicarle unas palabras a Sharapova y su polémico regreso tras la sanción interrumpida por dopaje. Sharapova, que protagonizó un enorme partido de primera ronda contra Simona Halep, con victoria incluida, contestó con ironía: «¿Wozniacki, esa no está eliminada?». No hay nada más bonito que cuando una tramposa se pone irónica y al siguiente partido la mandan también a casa.
19. El número uno de Muguruza se vio empañado hasta cierto punto porque dependió de las derrotas de sus dos grandes rivales: Karolina Pliskova y Elina Svitolina. A Pliskova se le está empezando a hacer bola lo de los grandes, igual que a Halep. De Svitolina, sinceramente, esperábamos más. Probablemente fuera la gran favorita para ganar el torneo y cayó en octavos ante Keys. Con casi veintitrés años y dada su progresión en los últimos dos años, es seguro que tendrá más oportunidades.
20. En definitiva, hemos vivido un US Open de lo más raro que completa un año de transición, donde lo viejo puede haber superado a lo nuevo por última vez. Nadie habría dado un euro por que Nadal y Federer se repartieran todos los Grand Slams de la temporada y ahora todo el mundo habla de si llegarán a veinte o veintiuno o qué sé yo… No es tan fácil. En 2018, volverán Djokovic y Murray, presumiblemente sanos. Alexander Zverev y Denis Shapovalov tendrán un año más de experiencia y puede que Wawrinka vuelva a sacar su colmillo afilado en las grandes citas. Lo que está claro es que con «la generación perdida» de los nacidos en torno a 1990 no se puede contar. En la lejanía espera expectante Félix Auger-Aliassime, otro canadiense llamado a marcar época.
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