Fotografía: Jorge Quiñoa
(Versió en català)
Izaskun Arretxe llegó al mundo editorial de casualidad. En principio ella quería ser medievalista, pero la buena suerte —y una recepcionista— la hizo cambiar de opinión. Ha sido mi editora y ya son muchas las conversaciones que hemos tenido acerca del catalán, el castellano en casa, la naturalidad de los bilingües y el mundo literario. Nos reunimos en el Institut Ramon Llull, en el que trabaja desde hace algunos meses. Tenemos que elegir un lugar para la entrevista: es un palacio, impresiona, pero cuando llevas meses reuniéndote en la misma sala, te acabas acostumbrando. La confianza que nos tenemos hace que la conversación se rescate de las anteriores que hemos mantenido, pero Izaskun es una mujer con las ideas muy claras, no se traiciona en ningún momento y su discurso no se tambalea. No tropieza, no duda, es una persona inteligente que ya ha reflexionado sobre las cosas que hay que reflexionar: no se arrepiente de nada de lo que ha dicho al acabar la entrevista. Ambas somos castellanoparlantes en casa, pero hemos acabado en el mundo de la edición y la cultura catalana. El castellano, eso sí, tiene un espacio íntimo en nuestra vida más cotidiana y en el pensamiento.
¿Piensas en castellano?
Yo, las cosas profundas, profundas de verdad, las pienso en castellano.
¿Y cuando te enfadas con tus hijos, por ejemplo?
A ese nivel, no tan profundo, en catalán. Pero las de verdad, las pocas dos o tres cosas de verdad, me las cuento en castellano.
Yo tenía una profesora que, cuando se enfadaba, lo hacía en castellano. ¿Y las palabrotas?
Todo eso lo tengo en catalán. He vivido en catalán y las digo en catalán, son solo pensamientos profundos. Y cuando quiero tener pensamientos profundos pero no quiero implicarme mucho, lo pienso en inglés, me hablo en inglés, porque cuando vivía en Australia me acostumbré mucho a hablar de cosas muy profundas en inglés. Era como si hablara otra, no era yo. Y entonces hay veces que me digo que eso quiero entenderlo bien y no me atrevo a decírmelo ni a mí misma… me las digo en inglés, que es como si no me las dijera yo.
Izaskun Arretxe. El segundo apellido no lo sé…
Irigoien.
Irigoien… tienes los ocho. Hay muchas cosas que aún no sé. ¿Cómo hablabas en tu casa, y cómo has acabado siendo editora en catalán?
Yo creo que he acabado siendo editora en catalán porque mis padres eran vascos. Mis padres son vascos de expresión castellana, ellos no hablan euskera. Son de una segunda generación que no habla euskera. Sus padres y abuelos lo hablaban, pero al ir del campo a la ciudad, se perdió la lengua, y en el País Vasco lo acusaron mucho. Desruralizarse era perder la lengua. Pero ellos tenían la sensibilidad, pese a no tener la lengua. Siempre digo que mis padres fueron unos emigrantes de país normal, como si nosotros fuéramos un país normal. Cuando ellos vinieron, hicieron como si aquí el catalán fuera una normalidad, y por tanto ellos vinieron a vivir a un lugar y a sus hijos debían escolarizarlos en una escuela en la que se hablara catalán y se viviera en catalán, con toda naturalidad.
¿Por qué vinieron?
Por cuestiones de trabajo. Mi padre vino aquí a trabajar. Tranquilamente, y no era fácil entonces, porque aún… soy mayor, ¿eh? [ríe], estábamos en el franquismo.
¿Y, pese a todo, les pareció un país normal?
No se lo parecía, pero actuaron como si lo fuera. ¿Qué hicieron? Buscaron una escuela catalana, porque era lo que tenían que hacer si venían aquí a vivir. Aunque era difícil, la encontraron. Y ellos no hablaban euskera ni catalán.
Y el euskera… ¿no lo hablaban nada?
No, nada.
Es algo que me sorprende. Hay mucha gente con esa sensibilidad en el País Vasco, pero no todo el mundo conoce la lengua.
Porque la identidad nacional no está vinculada a la lengua. Y aquí, hasta hace muy poco, estaba muy vinculada a la lengua. Ahora ya no lo está tanto, por fortuna, también. Pero allí no. Allí está la cuestión de la identidad nacional y la cuestión de la lengua, y no necesariamente van unidas.
Desde fuera se les intuye radicales en algunos aspectos, y en cambio con la lengua…
Los hermanos de mi madre, por ejemplo, han aprendido euskera de mayores, sus hijos ya han ido a la ikastola, y después de ese salto lingüístico, sus hijos ya hablan con sus hijos en euskera con naturalidad. Han hecho una recuperación lingüística con una generación, o dos. Lo han recuperado, dijéramos. Un poco artificial, pero lo han recuperado.
¿Empezaste en Anagrama?
Empecé en Quaderns Crema.
Hay muchos secretos que aún no sé…
[Ríe]. Empecé en Quaderns Crema porque venía de Australia. Estuve cuatro años en Australia estudiando la poesía de Ausiàs March, algo muy marciano, porque tenían mucho dinero y estuve haciendo de research assistant allí, y enseñando catalán. Hacía de lectora cuando aún no existía el Institut Ramon Llull. Y cuando volví quería hacer la tesis, pero necesitaba dinero para vivir, y pensé: iré a una editorial. Pero nunca en mi vida había puesto los pies en una editorial. Yo no quería ser editora, no tenía vocación de editora, porque no había máster… no había nada.
No era estudiable.
No era estudiable, y yo no sabía cómo se podía ser editora. Lo único que sabía era que había hecho Filología Catalana, que me encantaban los libros y que quería ser medievalista.
¿Medievalista?
Yo estaba estudiando Ausiàs March y quería hacer una tesis sobre un tema relacionado con la Edad Media, la literatura y el amor hereos.
No lo hubiera dicho nunca.
Y, de hecho, había estudiado literatura y me había especializado en literatura medieval. Y entonces empecé la tesis con la doctora Lola Badia, las cuestiones previas a la tesis, los cursos del doctorado, etc., y necesitaba recursos para comer, y pensé: iré a una editorial. Imprimí mi currículum y tomé una cerveza con una amiga mía. Le dije: «Mañana mandaré todos estos currículums a las editoriales de Barcelona, las he encontrado en un listado». Y me dijo: «Desengáñate, Izaskun, mañana no tienes nada que hacer, coge esos currículums y llévalos uno a uno». Y pensé: «Tiene razón, no tengo nada que hacer». Cogí los currículums y los fui llevando a las editoriales, y la última a la que llegué fue Quaderns Crema. Recuerdo que iba muy despeinada, cansada, todo el mundo me miraba mal y con poco interés… y entré allí y empecé a hablar con una recepcionista. La recepcionista era muy simpática y empezamos a hablar. Yo estaba cansada, ya no quería trabajo, solo quería irme a casa. Y, entonces, aquella tarde Jaume Vallcorba me llamó: me dijo que si podía ir aquella misma tarde a hacer una entrevista. Y yo fui y él hizo la pregunta que salvó mi vida, porque, si no, quizá ahora sería recepcionista. Me preguntó: «¿Tú qué quieres hacer en una editorial?». Yo jamás en la vida había puesto los pies en una editorial, y le empecé a hablar de literatura medieval.
De lo que sabías.
De lo que sabía. Y él me dijo: «Pues el trabajo que tengo no es para ti, porque tengo una vacante en recepción, que es esa chica con la que has hablado esta mañana, pero tú no puedes ser recepcionista, no lo serás, y por tanto lo siento mucho, pero vuelve a casa». Y yo me fui a mi casa y al día siguiente me volvió a llamar, y me dijo: «¿Puedes venir otra vez?». Era un viernes. Fui y me dijo: «Es que cuando le he contado la historia a Ernest Folch —que era el editor que había entonces—, Ernest me ha dicho: "Ah, ¿sabes qué? Que yo también me voy". Y entonces he pensado: este trabajo sí que puede hacerlo la chica que ha venido esta mañana».
Y tú sin experiencia ni vocación…
No había puesto los pies en una editorial nunca. Y entonces me dice: «Esta tarde vamos a Romanyà de Valls, que hay una imprenta allí y empezarás a ver cómo es el sector editorial». Tenía un Mercedes, un coche gigante, y nos fuimos Ernest Folch, Vallcorba y yo a Romanyà de Valls con aquel coche. Por la mañana no tenía trabajo y por la tarde estaba en una imprenta. Y él el lunes se iba quince días, o tres semanas, a Argentina, Chile y no sé qué más, y era verano. Ernest se iba a los quince días o tres semanas… el primer día llegué y le dije: «Mira, Ernest, es que yo no sé nada del mundo editorial». Y dijo: «Ahora pasaremos quince días sin Vallcorba y te lo enseñaré todo». Hice durante quince días el máster más potente que se haya podido hacer. Recuerdo que cogió un libro y dijo: «Esto es un libro, estas son las guardas, eso son los créditos».
Empezar de cero.
De cero. Él se fue, yo me quedé, y duró poquito, porque no era fácil trabajar con Vallcorba [ríe]. Duró poquito porque me ofrecieron otro trabajo. Y entonces Anagrama buscaba a alguien, le preguntaron a Ernest si conocía a alguien, no directamente a Ernest, pero una cadena de personas, hasta que Herralde me llamó un día y me dijo: «¿Puedes venir?». Y fui…
Pasaste de querer ser medievalista a trabajar en una de las editoriales más potentes que había en aquel momento.
Sí. En Anagrama llevaba producción y edición de cubiertas, el catálogo, etc. No trabajaba de editora, pero de pronto fue entrar por la puerta grande a ver cómo era la cocina de, sin duda, si no la mejor, una de las mejores editoriales del mundo. Fue espectacular, y Herralde fue muy generoso conmigo.
¿Cómo era trabajar con Herralde?
Yo entré cuando tenía veintisiete o veintiocho años, y para mí fue un máster bestial. Trabajar con Herralde ha sido uno de los grandes privilegios de mi vida, porque es una de las personas más inteligentes que conozco. Es rápido, tiene sentido del humor… hay gente que dice que no es un hombre fácil, para mí lo fue. Era un hombre exigente, es un hombre muy exigente, pero yo aprendí muchísimo y conmigo fue generoso de principio a fin. Entendí algo que creo que después me ha ayudado mucho en el mundo editorial, que es que, para que las cosas salgan bien, se debe cuidar no solo el texto, que por supuesto, sino todo lo que envuelve al texto, y se tiene que hacer con mucha pasión. Tienes que ir defendiendo cada minuto lo que haces, si no, no funciona. Y eso… él vive para eso, y es un aprendizaje que procuro no olvidar en el día a día, no es algo que él tenga impuesto y diga: mira, ahora lo hago. No, no, vive así. Y así tienen que hacerse las cosas. Quizá el mundo está yendo en otra dirección, pero el respeto por el contenido, el trabajo del contenido y la pasión por el resto es lo que hace que todo funcione.
Apasionarte también por una cubierta, la tipografía…
Y él hacía algo que me hacía mucha gracia: siempre que podía, en cualquier conversación, fuera de lo que fuera, sacaba sus libros [ríe]. Él estaba hablando de cocina con alguien en algún sarao, y acababa saliendo alguno de sus títulos. Porque siempre estaba defendiendo sus títulos… siempre lo hace, hablo en pasado pero todavía es así. No bajaba la guardia ni un minuto. Y ver cómo se cocina todo… para mí, una cosa mágica era que de un manuscrito llegaras a un libro. Todo ese proceso que yo desconocía —lo conocía un poco de Quaderns Crema, pero estuve muy poco tiempo—, con toda su complejidad y riqueza, aquello fue un flechazo. Me enamoré del oficio.
Empezaste en el oficio con Vallcorba y Herralde. Después de eso solo puedes ser editora de tu propia editorial.
Con Vallcorba estuve menos tiempo, porque enseguida salió lo de Anagrama. Con Herralde estuve seis años. A mí no me gusta mucho que me manden, en general [ríe]. Pero en el caso de Herralde, no tenía nunca esa sensación… es un hombre que manda mucho, ¿eh?, pero yo no tenía la sensación de que él me mandaba. Yo tenía la sensación de que él tenía razón.
¡Lo hacía muy bien, entonces!
Sabe mucho, sí. La sensación no era: «se hace porque yo lo digo». Se hace así porque lo que te digo tiene sentido. No quiere decir que siempre tuviera razón. Había días que salías de la oficina enfadada, pero la sensación de que estás aprendiendo y de que hay un maestro allí la tenía muy vívida. Yo no sentí nunca que tenía un amo, por decirlo de algún modo, y él es muy amo de su parcela, pero la sensación siempre fue de que había una persona que sabía infinitamente más que yo, y que además me estaba transmitiendo conocimiento. Y eso para mí es un tesoro.
Ara Llibres forma parte de una cooperativa. ¿Cómo funciona? ¿Qué quiere decir que una editorial forme parte de una cooperativa, y qué hace que Ara Llibres que no sea estrictamente una editorial?
Una de las cosas que a mí más me gusta de Ara Llibres, aparte del proyecto editorial, evidentemente, es el hecho de que sea una cooperativa. Creo que es importante y creo que a veces nosotros mismos no le hemos dado el valor que tiene. Lo hemos asumido tanto como una forma de organización propia que no lo hemos explicado suficiente. La idea es que en el siglo XX, y en el siglo XXI también, hay muchas editoriales que son de una persona que tiene una editorial, un modelo de editoriales unipersonales. Cuando ahora mismo conviven con un modelo de grandes grupos, y por tanto tienes la editorial de una persona y cada vez más grandes grupos editoriales, como puede ser Planeta o Random. Y a eso hay que sumar los nuevos players, Amazon, Google, etc. Y nosotros decíamos: queremos que sea diferente, que el universo de los libros no solo sean editoriales muy pequeñas y grandes grupos, y eso solo puede ser diferente en una tradición que Cataluña tiene muy arraigada, que es la tradición de hacer cosas colectivamente desde la sociedad civil. Que haya un grupo de gente suficientemente importante que se pueda expresar fuera de esos dos modelos, y que haga de contrapeso a los grandes grupos, pero con músculo. Y pensamos: hagámoslo nosotros. E hicimos Ara Llibres y formamos el grupo cooperativo Som. Y, por tanto, que la propiedad sea de todos. Eso quiere decir que las decisiones son de todos, y que la información es de todos y que los resultados económicos son también para todos. Y los derechos y los deberes. ¿Eso quiere decir que en Ara Llibres las cosas se deciden de forma asamblearia? No. ¿Eso quiere decir que hemos tenido que aprender a ser empresarios? Sí. Funciona así, los propietarios son los trabajadores, y la organización del día a día es muy similar a la que podría tener una empresa que no fuera cooperativa. Es decir, hay unas personas que llevan la gerencia, unas personas que llevan la dirección editorial, unos editores, jefe de prensa… cada uno tiene muy explícita y muy delimitada su tarea. Pero, entonces, hay un momento al mes, que es cuando se reúne el consejo rector, el equivalente al consejo de administración, en que las grandes decisiones estratégicas se deciden y en que la información se comparte. Y por eso, para mí, cambia completamente el tipo de empresa que haces. Nos ha costado mucho aprenderlo, porque tú tienes dos sombreros. Hay días en que tienes el sombrero de editor, y hay un día en que tienes el sombrero de empresario. Y editor y empresario quizá se parecen, pero hay una persona que es administrativa, y en el día a día opera como administrativa, pero hay un día al mes en que también es propietaria, y por tanto a veces tiene que tomar decisiones que como trabajadora no tomaría. Y el aprendizaje ha sido duro, pero a la larga es el modelo más justo.
¿Trabajas de otra manera si todo de algún modo es tuyo?
Absolutamente. Primero, que hay un proyecto que se piensa en su nivel más estratégico por parte de todos y, por tanto, no solo lo decide una persona que determina hacia dónde quiere ir, y eso lo hace más tuyo. Se piensa desde todo el mundo y se ejecuta desde todo el mundo. Y todo eso para mí lo hace mucho más fuerte, porque al final la potencia que tiene una persona para defender un proyecto colectivo en el que se siente representada es enorme. Nosotros en Ara Llibres siempre decíamos: no tenemos vocación de editorial pequeña, tiene que ser una editorial cuanto más grande mejor, porque cuanta más gente pueda participar de la propiedad, más fuerte, más diverso y más rico será el proyecto. Por tanto: ambición total por crecer. Con un modelo determinado, pero para crecer. No a cualquier precio, evidentemente, pero a mí me gustaría ver que Ara Llibres es una editorial potentísima con muchos recursos de todo tipo y de mucha gente.
¿Eso quiere decir que todo el mundo que trabaja en Ara Llibres es socio?
Eso quiere decir que después de un periodo de tiempo, que está fijado en dos años, a todo el mundo se le invita a ser propietario. Eso conlleva un aspecto que me gusta mucho, y es que para los socios que ya están, cuando entra un socio nuevo, la propiedad queda dividida aún más, tú tienes menos propiedad, y en cambio tú lo que quieres es que entren muchos socios. Sabes que cuantos más socios entren, menos propiedad tendrás tú, porque la propiedad se distribuye de manera equitativa, pero tú quieres que entren socios, y me parece que eso también lo hace un proyecto muy potente. En lo que se refiere a Som, el grupo cooperativo del que participa Ara Llibres, parte de la siguiente base: el siglo XX es el siglo de las industrias pesadas, el siglo XXI tiene que ser el siglo de los contenidos. Y por tanto además de una editorial tiene que haber más cosas, porque la industria de los contenidos es muy amplia, y se creó una productora, que es BataBat, la revista Sàpiens, el Descobrir Catalunya, la cooperativa que nos da servicios al resto de las empresas, se integró en el periódico Contrapunt, etc.
Entonces, ¿tú también tienes una parte de la productora, de las revistas…?
No. Cada socio es socio de su cooperativa, que es la cooperativa en la que trabaja. Entonces hay una supracooperativa, que es una cooperativa de segundo grado, que es una cooperativa que no factura, por decirlo de alguna manera, que lo que hace es que las líneas estratégicas de todas las cooperativas estén alineadas y hace más fuerte el proyecto entero, con más músculo. Porque no es lo mismo ir a un banco siendo solo Ara Llibres que ir a un banco y tener detrás varias empresas. No solo por eso, no solo por cuestiones prácticas, sino porque si lo que queremos es ser más grandes, si lo que queremos es que el proyecto sea cooperativo y tenga incidencia social, tenemos que atacar desde distintos frentes. Y poder trabajar los contenidos desde diferentes perspectivas, la audiovisual, la de las revistas, la de los libros, etc., nos hacía mucho más fuertes, y por tanto mucho más ricos. Y para mí, que eso vaya bien y que se haga grande es una gran esperanza para el mundo de los contenidos.
¿Estáis, entonces, haciendo también un trabajo social?
Para mí, absolutamente. También hay una repercusión social, más allá de la aportación cultural.
El éxito podría ser no solo que Ara Llibres acabe creciendo, sino que hubiera más editoriales que apostaran por esta organización.
Y más gente que se organice de una manera que me parece más justa y más productiva, y más rica… sobre todo más rica, porque la suma de gente tiene que ser positiva necesariamente. Y, por tanto, cuanta más gente se sume, más fuerte y diversa será. Estamos yendo hacia un mundo en que la diversidad tiene poco valor, la diversidad no es algo que se potencie. Yo creo en una manera de organizarse en cooperativa que no es sencilla, porque no nacemos aprendidos, se tiene que aprender mucho, tienes que aprender muchas cosas, pero al final da esa diversidad. La tiene que dar, porque los propietarios no son una persona, son un conjunto, y cuanto más grande sea, más será el reflejo de una sociedad.
Tú formas parte de la sociedad y dejas de ser la editora, pero no te desvinculas de la sociedad.
En mi excedencia, ahora, soy simplemente socia en excedencia.
¿Vas a la reunión mensual?
Al consejo de administración, consejos rectores, que es donde se marcan líneas estratégicas, pero no se trabaja el día a día. Es decir, yo tengo mi duelo, por decirlo de alguna manera, al no participar en absoluto del día a día, porque el consejo rector de la cooperativa nunca discute títulos o autores.
Que es lo que a ti te gusta.
Es lo que yo hacía y me encanta. Allí lo que trabajas son otros temas: si en la empresa hay que hacer más títulos, si tenemos que trabajar estos mercados, qué pasa con la distribución, qué parte del presupuesto se dedica a la promoción… cosas mucho más prácticas, de funcionamiento de empresa. Y qué estrategia a medio y largo plazo se debe tener. No entras nunca en el día a día, porque no es el trabajo de la cooperativa, la cooperativa no decide esas cosas. Ahora hay un director editorial, Joan Carles, y él decidirá todas esas cosas. Como me explicaron muy bien el día que entré, el consejo rector no te cuestiona nunca lo que tú haces en el día a día, tus superiores, sí, pero la cooperativa como tal, no… eso sí, el consejo rector ratifica si en conjunto no estás haciendo bien tu trabajo y si tienen que tomar medidas, que puede incluir un despido en los casos más extremos. Y eso está bien. Para mí el buen equilibrio de este sistema cooperativo que nosotros tenemos, que no es necesariamente el de todo el mundo, es que permite una operatividad también. No podemos estar decidiendo entre todos, en nuestro caso, porque no sería óptimo. Y es un entorno duro, es un mercado duro, y necesitamos que sea óptimo.
Al ganar Eduardo Mendoza el Premio Cervantes, volvimos a hablar de los escritores catalanes que escriben en castellano, un tema del que hemos charlado a menudo y del que quiero que hablemos ahora. ¿De qué sirve traducir al catalán y al castellano simultáneamente? ¿Son realmente dos mercados diferentes o se mezclan?
No tengo la certeza absoluta. ¿Por qué tenemos que salir juntos? Tenemos que salir juntos sobre todo porque el catalán no puede salir después. ¿Por qué? Porque en estos momentos, todo el mundo, diría que el 100% de la población, puede leer en castellano y, por tanto, si primero sale la oferta en castellano, y la gente tiene ganas de acceder a aquel libro, de leerlo, lo hará en castellano y el mercado catalán es demasiado pequeño para permitírselo.
No esperará.
No. No esperará porque pienso que ahora no compramos libros tanto por cuestiones lingüístico-patrióticas.
Hacer país.
Ahora creo que hay otra naturalidad. Todo el mundo lee en castellano, y si primero sale la traducción en castellano, cuando sale la catalana ha perdido una gran cantidad de lectores, enorme, y por tanto nos resulta útil ir juntos. También nos resulta útil ir juntos porque nos potenciamos los unos a los otros y llegamos más lejos. Pese a que hay una parte del mercado que es confluente, hay una parte del mercado que no lo es, y por tanto tenemos que trabajarlo de formas distintas. Es muy diferente trabajar un libro en Cataluña que fuera. El universo de librerías de Cataluña es un ecosistema, para mí, maravilloso, que no es replicable en el resto de España. La librería mediana y pequeña tiene un peso en la venta de libros, en la facturación y sobre todo en la prescripción, muy grande, más grande que en el resto de la península, que trabajan mucho más con las grandes cadenas de librerías. Y eso condiciona también la manera de trabajar los libros, especialmente cuando son en catalán. Aquí tiene que hacerse mucha más microcirugía y no entender eso es trabajar los libros de una manera no óptima.
Cuando las pequeñas y medianas editoriales españolas vienen a presentar a Cataluña, se van a las grandes librerías, y es un error. No va nadie, si no es un autor mediático o con conocidos en la ciudad.
Hay un ecosistema que se tiene que entender, y que tiene que trabajarse en pequeño y distribuido por todo el territorio, no solo en Barcelona. Y, después, no solo son las librerías, los medios también. Los medios nacionales catalanes son diferentes, por tanto, tienes que pensar específicamente cómo los trabajas.
Y en los periódicos con ediciones en castellano y catalán, pese a tener oficina en Barcelona, a menudo tienen redactores distintos.
Absolutamente. Y después la prensa comarcal, teles comarcales, los medios locales, etc. Es mucho más de microcirugía. El espacio es más pequeño, y eso permite también que haya, si el autor es de aquí, mucho movimiento presencial. Yo lo vivo como una oportunidad, un goteo que puede alargar en el tiempo la vigencia de un libro, en esta época de dictadura de la novedad, que incluye bibliotecas… el trabajo que están haciendo las bibliotecas aquí es increíble. Bibliotecas, librerías, presentaciones, clubs de lectura. Y eso es diferente al resto del Estado. Seguramente no es diferente para los grandes blockbusters, o los grandes éxitos, pero sí para una cosa que a mí me preocupa mucho, que tengo que decirla en inglés porque no sé cómo se dice en catalán, que es la midlist. Para los libros que no son éxitos fulminantes, que no salen nunca en la lista de los más vendidos, pero funcionan, tienen una masa crítica de lectores. Que este tipo de libros exista es absolutamente fundamental para la riqueza cultural de un país, porque garantiza la diversidad y porque de esos libros también saldrán los grandes autores del futuro. Si dejamos yerma esa franja, no podremos crecer, no habrá grandes autores. Y no habrá libros buenos de público no tan mayoritario. Yo creo que para que funcione esa midlist entender bien nuestro mercado es fundamental. Los grandes blockbusters funcionarán igual, los tendrá todo el mundo, estarán en todas las librerías, tanto si son en castellano como si son en catalán, pero para los libros que no son de esa primera línea de venta hace falta un trabajo mucho más pequeño, un trabajo diferente.
En cuanto a las ediciones en castellano y catalán a la vez, habría que hablar también del tema del precio, tenemos que poner un precio igual al del castellano porque, si no, hay una desventaja competitiva; este precio igual al castellano para nosotros es más difícil, porque las tiradas son más cortas. Pagas los mismos fijos, pagas lo mismo por la traducción, pagas lo mismo por la corrección, pagas lo mismo por la cubierta, pero tu tirada y tu venta es necesariamente inferior. Y, en cambio, el PVP no lo decides tú. Lo decide el mercado español.
Laura Huerga habló de ello: el castellano se te come.
Se te come y además no tienes el poder de decisión. ¿Qué empresa no puede decidir el precio de su producto?
¿Por qué tienes que pagar lo mismo que la editorial en castellano?
Porque a un traductor no puedes decirle que, como es en catalán, le pagarás menos, porque el trabajo es el mismo.
Y menosprecias el catalán, claro.
El trabajo es el mismo. O a un corrector. Y en cambio la tirada es más corta. Y, después, para mí hay otra dictadura… es fuerte, la palabra, pero es algo que me preocupa casi más que lo del precio, que es la dictadura de los calendarios editoriales. La editorial en castellano acaba decidiendo en qué momento publicas aquel libro, porque si tú tienes que publicarlo cuando lo publican en castellano… Con algunas editoriales hay más flexibilidad y pactáis cuándo, pero con muchas otras la realidad no es esa. Te dice tal editorial: lo haremos en este momento, y tú tienes que adaptarte, o, si no, hazlo cuando quieras, pero sabes que no puedes salir después. Eso, que parece algo sin importancia, tiene una importancia crucial, por dos motivos, porque nuestros calendarios del libro del año son diferentes, y porque, como se publican en una misma editorial libros que en castellano salen en editoriales diferentes, se producen contrasentidos como lo que me pasó hace poco: tener cinco traducciones potentísimas, todas el mismo mes.
¿Y después de Sant Jordi?
Era antes de Sant Jordi, pero eso tampoco era bueno. Porque además a mí no me interesaban para Sant Jordi, porque para Sant Jordi nosotros estábamos trabajando otro tipo de libro distinto. En cualquier caso, lo que para mí es un problema es que no lo estábamos decidiendo nosotros. Lo decidía otra empresa.
Tu logística de prensa no puede soportar cinco libros potentes…
Y si decidimos nosotros que los queremos sacar todos juntos porque nos hemos vuelto locos, adelante, pero es que no lo hemos decidido nosotros, lo ha decidido otro mercado. Otro mercado me está diciendo a mí cómo tengo que vender mis libros. Y, además, de una manera ilógica. Eso sí que me parece ponernos en una segunda posición. No poder decidir sobre nuestro propio producto… no pasa en ninguna empresa. ¿Os imagináis que Coca-Cola dependiera de Pepsi para sacar un nuevo producto?
Y, por ejemplo, ¿con Libros del Asteroide es más fácil porque compartís el tipo de editorial y la complicidad lo facilita?
Hay editoriales y hay editoriales. Como siempre, el mundo se hará muy grande, muy tecnificado, muy no sé qué, pero al final las personas trabajan con personas, y esa sigue siendo la ley que mueve el mundo. Incluso en un grupo muy grande. Tú puedes encontrar un editor que tenga cintura, que te entienda… para mí no es tanto de grandes o pequeños, sino de personas y personas. Menospreciamos mucho el poder del individuo. Muchísimo. Si me preguntas si pasa con todas las editoriales, o si pasa con todas las grandes… tiende a pasar más con editoriales grandes, porque tienen la fuerza de imponer más cosas, pero no siempre.
En los grandes grupos ni siquiera los sellos pueden decidir demasiado…
Por eso con los grandes cuesta más que tengan cintura, pero al final muchas veces depende de la persona que tienes delante. Tú me dices: ¿con Asteroide a mí me ha resultado fácil hacer cosas conjuntamente? Facilísimo. Repetiría en cualquier momento. ¿Es porque son más pequeños que algunas editoriales y por tanto entienden más nuestras problemáticas? Seguro. Pero también porque Solano y yo nos entendimos bien en aquel momento, y porque él es una persona que entiende las cosas. También me ha pasado con editoriales grandes. Con el libro de Ramón Gener con Random… nos entendimos perfectamente, y son Random. Y, en cambio, las personas que estaban allí eran personas que no te menospreciaban, que te escuchaban, que podían entender tus problemáticas. Y, por tanto, intentaban planificar conjuntamente. Y después, con pequeñas y con grandes, y aquí sí que no diré nombres, ha habido veces que ha sido «ordeno y mando». Soy el castellano y salgo, y te aguantas.
Ir acompañado de una buena editorial en castellano también guía al lector que pueda conocer mejor un mercado que otro. Si ven que sales con Asteroide y leen en catalán, te presenta bien y te compran.
Nosotros como editores, cuando recibíamos un original, hacíamos dos preguntas muy prosaicas al agente internacional: una pregunta que me parece espantosa, «si el libro es muy largo», porque las traducciones en catalán, con la poca venta que tienen, es muy difícil que no supongan pérdidas, muy difícil, y por lo tanto hacíamos esa pregunta terrible… que casi la primera cosa que preguntas de un libro es cuántas páginas tiene, pensando que por favor tenga menos de 300, es patético… al margen de si es una obra maestra o no, me parece muy triste y muy sintomático, pero esa es otra conversación; y la otra cosa que preguntábamos era «quién lo hace en castellano». Porque los compañeros de viaje son importantes. Y no solo por si podrás entenderte o no, sino por cómo plantearán el libro, cómo lo cuidarán, por cómo sus agentes prescribirán el libro.
Y qué cómplices tienen.
Absolutamente. Es muy importante. Porque cuando digo que las personas son muy importantes, los sellos también son importantes. El sello que hay detrás de la persona también te da mucha información.
Uno de los problemas que pueden encontrarse las pequeñas y medianas editoriales es que los grandes grupos hayan incorporado también sellos en catalán, bloqueando los derechos en catalán (e incluso sin llegar a publicar después el libro). Por ejemplo: Random podría quedarse a Toni Morrison en castellano para Lumen y en catalán para Rosa dels Vents, y comprar los derechos por una cantidad que no puedas permitirte como Ara Llibres. ¿Eso pasa?
A mí no me ha pasado.
Laura Huerga lo comentó un día y todo el mundo parecía aceptar que ocurre a menudo.
Lo he oído muchas veces. A mí no me ha pasado… diría que nunca, querer una cosa, que la haya comprado alguien en castellano y catalán, y que no haya acabado saliendo en catalán. No quiero decir que no pase, estoy segura de que pasa, pero en mi experiencia personal no. Lo que sí me parece muy preocupante es: «Por el mismo precio, ponme dos». Cuando las editoriales están comprando a la vez catalán y castellano sin darle un valor al catalán. Porque, ¿qué pasa al final? Imagínate que una cosa la pagas, me invento el precio, cuatro mil por el castellano y mil por el catalán, en una correlación normal de fuerzas. Y dices: mira, te hago una oferta que son cuatro mil más mil, imaginémonos. Y el agente dice: muy bien, perfecto, adelante. Lo que ocurrirá con la oferta paquete es que no serán cuatro mil más mil, serán cuatro mil por los dos, no habrá valor del catalán. Y si tú no pagas por una cosa deja de tener valor para ti. Pero no solo me preocupa eso, sino que después, cuando tú compres los dos de ese modo, el catalán resulte subsidiario. Lo he comprado porque, como podía comprar los dos, alguno venderé en catalán y me aseguro de que nadie lo esté vendiendo en catalán y me esté robando algunas ventas. La parte de pasión, de conocimiento, de trabajártelo, de creértelo, de ir a buscar un mercado concreto… no lo harás. Porque no estás comprando porque realmente quieras aquello y te vayas a ocupar de ello. Estás comprando un paquete porque crees que de ahí obtendrás un rendimiento, pero no hay un trabajo específico sobre esa edición en catalán. Cuando decía que cuando lo hacen dos editoriales para mí es rico, lo es porque al final dos personas suman más que una persona. Si hay una editorial que trabaja su mercado en castellano de una manera determinada, y hay una editorial que lo hace en catalán… pero, incluso si se hubieran trabajado de maneras iguales, cuando lo trabajan dos suma. Pero cuando lo hacen todo en la misma campaña, primero, no tendría que hacerse en la misma campaña y, segundo, ¿quién acaba sufriendo? Dos nunca es igualdad. Desengañémonos. Acaba sufriendo y acaba siendo relegada la edición en catalán. Evidentemente.
Ahora tienes otras luchas distintas. En el Institut Ramon Llull… ¿qué haces?
Hago una cosa muy bonita, que es que la literatura en catalán pueda cruzar fronteras, y por tanto pueda ser disfrutada más allá de la gente que es capaz de leerla en catalán. Y eso, si no es un regalo, que baje Dios y lo vea. Es precioso. Eso es a grandes rasgos lo que hago.
Cuando dices que la literatura en catalán cruce fronteras… ya lo hemos hablado muchas veces, pero la gran frontera que tiene que cruzar la literatura catalana es España.
Sí. A mí eso me preocupa mucho, porque de forma natural la primera frontera que tendría que cruzar la literatura catalana tendría que ser la del castellano, por proximidad histórica y cultural, por pasado común, y en cambio muchas veces es un hándicap. Yo creo que en los últimos años se ha hecho aún más grande, pero viene de lejos. Cuando yo estaba en Anagrama, Herralde hizo un gran esfuerzo siempre por traducir a Montcada, Monzó, Sagarra, Pàmies… él iba traduciendo, y evidentemente algunos libros funcionaban, pero no en la medida que tendrían que hacerlo si no estuvieran escritos originalmente en catalán, creo. Al mercado español, no tanto el latinoamericano, le cuesta mucho.
¿Y al latinoamericano crees que no le cuesta?
No, quiero decir que al que sería más natural, que es el español, le cuesta muchísimo porque tiene más prejuicios. Yo creo que al mercado latinoamericano, si no hemos llegado más en profundidad es porque cuesta trabajarlo, ya que la puerta de entrada natural sería la traducción en castellano de la Península, porque creo que allí no hay los mismos prejuicios. En cambio, nuestro mercado natural es que en Segovia alguien lea a Llucia Ramis o a Jordi Nopca, o tanta otra gente que está siendo traducida a otras lenguas de forma natural… y cuesta. No quiere decir que todo cueste mucho. Hay libros que funcionan, Cabré funciona. Y no tenemos que olvidar que la primera lengua de traducción del catalán es el castellano, pero creo que tendría que traducirse más.
Pero Cabré funciona donde va. Es la excepción.
Absolutamente.
Hay libros comerciales que funcionan en ambas partes. Pero hay autores que aquí venden mucho, y que fuera de Cataluña no llegan proporcionalmente. Sílvia Soler, Màrius Serra…
No hay una proporcionalidad entre los lectores que leen en catalán aquí y los lectores que encuentran en un mercado como el castellano.
Pero aquí sí leemos a Almudena Grandes, Mendoza o Vila-Matas.
Sí. Aquí no hay un problema con la literatura en castellano, pero en el resto de España cuesta mucho.
Primero que los traduzcan.
Y que funcionen con naturalidad, porque tendrían que funcionar, porque son dos culturas que están absolutamente imbricadas. Forma parte de un prejuicio, obviamente. Es un problema no literario, es un problema que va más allá de los temas literarios. Yo siempre pienso, y más desde que estoy aquí, que tenemos que hacer un esfuerzo para intentar revertir esta situación, pese a que para nosotros, desde el Institut Ramon Llull, no es fácil, porque cuando hay un componente que no es literario es más difícil encontrar elementos. Pero tenemos que hacerlo, porque no puede ser que siendo una cultura tan próxima no esté más próxima culturalmente, me parece increíble.
Como editora has trabajado siempre como una gran empresa, con equilibrios. Has publicado todo tipo de libros: vermut, cocina, Kilian Jornet y Toni Morrison. Cuando presentas el catálogo, lo haces todo con la misma pasión porque todos los has elegido tú.
Sí, pero la misma pasión no quiere decir que lo presentes todo por igual. Es decir, que expliques todo de la misma manera. Yo creo que es muy importante creer todo lo que haces, pero las cosas las haces por distintas razones, como en la vida misma. Para mí es diferente defender a una Toni Morrison, a un Colm Tóibín, que defender a un Kilian Jornet. ¡Adoro a Kilian! O defender un Ramón Gener, o una Natza Farré.
A Natza no has podido defenderla, finalmente…
No he podido defenderla, que me da mucha pena. Pero me gusta mucho que le esté yendo tan bien. Es un gran libro. En cualquier caso, lo explicas con pasión, pero en cada caso es diferente. No dices: todo esto es maravilloso, todo esto es literario, todo esto tiene una calidad de… no, no. Yo lo que quiero es que si haces un libro de cocina, que sea el mejor libro de cocina que podemos hacer. Y si hacemos un libro de Kilian Jornet, que hagamos el mejor libro sobre superación, sobre reto, sobre la libertad que puedas hacer. A mí una cosa que me encantaba era ir a contar a los comerciales nuestros libros. Incluso en narrativa no puedes contar del mismo modo a Marc Pastor, Milena Busquets, Fonalleras o a ti, o a Lolita Bosch. En cada caso lo tienes que explicar de una manera. Y cuando vas a explicar cocina, no vas a hacerlo igual. Eso no quiere decir que no lo hagas con cariño ni apasionadamente. Simplemente tienes que saber que lo que estás ofreciendo en cada caso es distinto. También tengo que decir que el hecho de intentar abarcar tanto como hemos hecho nosotros, que de la misma manera hemos publicado un libro de no ficción o un Francesc Torralba, nos ha costado a veces que no nos entienda bien la librería. Y eso fue un problema que tuvimos. Fue un reto para nosotros, decir: no hemos explicado bien nuestro proyecto a las librerías. Y entonces hice aquella ruta, Amsterdam Tour, que para mí fue importantísima.
Quería preguntártelo.
Era muy importante, porque había mucha gente que no acababa de entender la dispersión.
En cambio, sí que lo entienden con los distintos sellos de un mismo grupo.
Sí, lo que pasa es que nosotros no nos habíamos explicado bien. Aquí el problema no era de los libreros, era nuestro. Al final, cuando explicas las cosas, se entenderá más o menos, y evidentemente lo tienes que demostrar libro a libro, pero yo creo que la dispersión, que era una dispersión para los demás y no para nosotros, que la entendíamos, nosotros no fuimos capaces de explicarla. No lo habíamos hecho, no se nos había entendido bien. No era culpa del receptor.
El purismo lingüístico. A veces me pregunto por qué mi padre no ha hablado ni una palabra de catalán entendiéndolo y pudiéndolo hablar, y creo que el pudor de hablarlo mal hace que mucha gente prefiera no hablarlo en absoluto. Por ejemplo, Arrimadas habla en catalán y nos burlamos de ella.
O con Montilla.
¿Esa tensión perjudica al catalán? ¿Es una barrera?
Lo que pasa es que yo creo que esa barrera ya se ha superado y en el mundo editorial se nota mucho. Hace unos años, quizá muchos, quizá veinte, parecía que en catalán solo se podía publicar determinado tipo de libro considerado literario. Y es evidente que tiene que trabajarse para mantener un catalán literario y una producción editorial literaria, pero, como en todas las lenguas y culturas del mundo, hay libros literarios y libros que no lo son.
Eso sería sintomático, en el caso del catalán, de la naturalidad de la lengua.
Absolutamente. En catalán, hasta hace mucho tiempo, solo había eso. Yo creo que se ha abierto mucho el abanico. Si tú vas a una librería, antes solo encontrabas literatura en catalán. Y ahora encuentras de todo. Y eso, que es la gran polémica sobre si Sant Jordi, qué es Sant Jordi… pero para mí es un síntoma de normalidad. Tenemos que consumir porno en catalán.
Ya tenemos el titular.
No, no. No me digas. [Ríe]. Natza me matará. Revistas del corazón en catalán. Sin olvidar que hace falta un catalán literario. No tenemos que banalizar tanto las cosas hasta que todo valga porque es en catalán, porque da igual, qué importa si se escribe bien o mal… No, hay diferentes registros, como en todas las lenguas, y tiene que haber un registro literario, tiene que haber un registro correcto. También para trabajarlo literariamente y hacerlo incorrecto si hace falta, pero tiene que estar. Y después tiene que haber el resto. Tenemos que vivir con naturalidad en todos los aspectos de la vida en catalán. Pero eso yo creo que está pasando. Y cuando entras a la librería se nota mucho que el catalán ya tiene su espacio. Seguro que no suficientemente. Se puede hablar de muchas cosas en catalán.
Salió un artículo hablando de los autores jóvenes (Forns, Adam, Espasa, Nopca) que preguntaba si estaban modernizando el catalán.
Yo creo que eso es también un síntoma de normalidad. La lengua no puede estar en una torre de cristal. Tiene que haber una lengua formal, con unos parámetros de corrección establecidos, y también autores que, a partir de esa lengua correcta, la trabajen literariamente y la hagan evlucionar. La lengua es una cosa viva, no estática. Incluso que la usen de manera incorrecta voluntariamente, si es con voluntad estilística.
¿Crees que Quim Monzó nos ha hecho esa transición hacia un catalán más moderno?
Absolutamente. Especialmente cuando él empezó a escribir, él y otros también, pero sobre todo él, Ferran Torrent en su momento, Pàmies un poco más tarde, demostraron que se podía hacer literatura moderna en catalán.
Parece una tontería, pero…
Sí, parece una chorrada, pero eso tenía mucho valor en aquel momento. Y, por tanto, somos herederos de aquello. Gracias a Dios que existió.
Como editora has publicado libros que han estado marcados políticamente. Colau, Junqueras, Puigdemont… ¿Hay que mojarse cuando editas?
No tienes que estar de acuerdo con todo lo que editas. Eso es imprescindible porque, si no, eres un sectario. Pero también hay unos límites de lo que a ti te apetece editar. Tienes que defender unas determinadas cosas, que no quiere decir contenidos de un libro. Es difícil encontrar el límite, pero yo no suscribo muchas de las cosas de los libros que he publicado. Pero, primero, no eran libros que me ofendían en su conjunto; tengo que decir que como editora si un libro me hubiera ofendido muchísimo, incluso si me pareciera publicable, habría decidido no publicarlo, porque después tengo que defenderlo, y por tanto siempre hay esa parte. No que te cases con su contenido, no es eso, sino que no te ofenda. Es un límite muy amplio. Ahora, lo que para mí es importante es que las personas a las que he publicado tengan cosas que decir y las puedan decir de una manera articulada y que no exista ya en la librería, y por tanto que aporten una visión que pueda ser interesante para los lectores. Me ha pasado solo una vez, y tampoco diré de quién, recibir una propuesta de libro, que el libro no necesariamente estaba mal, pero que me ofendía… y pensé que no hacía falta.
No dirás quién.
No. [Ríe]. Me ofendía.
¿Político?
Era un libro político, sí. Para eso… tenemos que estar muy al límite, porque, si no, hay muchas perspectivas que me parecen interesantes, y con las que yo quizá no comulgo, ni en una gran parte, pero que me parece que necesitan ser contadas. Es muy divertida esa parte de la edición. Muy bonito estar emitiendo, es una parte de Ara Llibres que a mí me interesaba mucho, también, y que es decir: «Ostras, ¿quién está diciendo cosas?». E irlos a buscar.
Las editoriales independientes en castellano rescatan mucha literatura olvidada, autores que no tuvieron prestigio en su época, y diría que en catalán no se está haciendo tanto. Como también se está descuidando la traducción de autores importantes. Ahora Club Editor y L'Altra están haciendo una gran labor de traducción nueva de Ginzburg y McCullers, pero todavía queda mucho por hacer. ¿Por qué durante tantos años no nos hemos ocupado de eso?
Yo creo que eso ocurre porque somos una industria muy débil. Es decir, pasa porque es más difícil que un libro funcione en catalán, porque el mercado es más pequeño, y por tanto nos hemos dedicado a ir, sobre todo en momentos de crisis, que ha afectado muchísimo al catalán, a hacer cosas más seguras y a la novedad. Le ha afectado mucho porque ya era una industria débil, y porque si una tirada de un libro antes era de tres mil de media, y ahora es de mil quinientos, eso quiere decir que, para que un libro funcione, tienes que hacer muchos milagros. Y ciertos experimentos ya no puedes permitírtelos, y ahora que parece que habríamos salido de eso, seguramente tampoco nos hemos dedicado a hacerlo. Pero creo que la razón va por ahí. Y después pasa otra cosa que a mí me preocupa mucho, cuya explicación no tengo, y es: nosotros, cuando mirábamos Nielsen, que no es demasiado bueno para el catalán porque no refleja bien ese entramado de librerías medianas…
¿Porque no aparecen, porque hacen la aproximación?
Sí, y el territorio no funciona siempre así. Y el peso de las grandes cadenas de librerías es menor que en otros mercados, y por tanto las extrapolaciones no siempre funcionan, pero te ayuda a ver cosas. Veíamos una cosa que a mí me resulta muy sorprendente, y es que no hay venta de fondo del libro de no ficción. Cuando un libro de no ficción se detiene, hemos vendido muchos y llega un momento en que el libro se detiene, tú ves que el libro en castellano, aquel mismo título, cada año aún coletea. Poquito, pero sigue. Y en catalán se detiene en seco. Yo no sé por qué, y con la ficción pasa un poco lo mismo. Dices: ostras, este libro, que en castellano vas viendo que ya es un libro antiguo, que igual tiene seis, siete u ocho años, pero que aún va goteando, a ti no te gotea ni de la manera proporcional. ¿Por qué a nosotros se nos seca el mercado y ya no hay una lógica, y en el mercado castellano, al menos en nuestras interpretaciones de Nielsen, eso no pasaba? No sé por qué es, pero es algo muy preocupante, porque una de las cosas que era maravillosa de Herralde era la cantidad de reediciones que hacía. Cuando yo estaba, igual reeditaba veinte o veintidós o veinticuatro títulos cada mes. ¿Sabes lo que es eso? Es una burrada. Quiere decir que el peso del fondo es enorme. Él tenía un fondo muy rico, pero esos mismos libros en su versión en catalán estoy segura de que no iban vendiendo de la misma manera ni proporcionalmente. ¿Por qué? No lo sé, y sería muy sano para el sector, porque lo que te permite funcionar bien es tener un buen equilibrio entre novedad y fondo.
El equilibrio imposible.
El equilibrio deseable. [Ríe]. Pero es muy difícil. La dictadura de la novedad es terrible.
No solo publicas libros que recibes, sino que tú también los propones.
En no ficción.
Por ejemplo, Natza Farré. ¿A quién le propondrías un libro ahora?
[Ríe]. ¡No puedo decírtelo! Pero le doy muchas vueltas. Últimamente he pensado muchos. Después te los digo.
Aunque no seas editora, entonces, sigues pensando como si lo fueras.
Vas viendo cosas…
Desde fuera, ¿propones a los editores de Ara Llibres autores o libros para publicar en la editorial? ¿O esperas a tu vuelta?
No. Me espero. ¿Sabes qué pasa? No me gustaría interferir demasiado. No es fácil sustituir a alguien. Ellos tienen que crear su espacio, a veces no es fácil. Y creo que está bien que no interfiera, porque no es fácil cambiar de editor y construirte tu propio mundo, dentro de una coherencia. Por eso muchas veces me muerdo la lengua y no sé a quién decírselo. [Ríe].
¿Por qué un libro como el de Milena Busquets, escrito en castellano, tiene que ser traducido al catalán?
El caso de Milena es un caso muy especial. A mí me importa bastante la mirada. Cuando defiendo que haya un mundo de lectores en catalán, no es porque hay autores que escriban en catalán y ya está. Que muy bien, es mi lengua de adopción, por decirlo de alguna manera, y me parece rico. Pero no solo es eso, es que en una lengua hay una mirada. Y perder la lengua es perder esa mirada. Nosotros no traducíamos novelas en castellano para el mercado catalán, porque no creíamos que tuviera sentido pudiendo ser leídas en el original. Cuando me pasaron el manuscrito de Milena, que me lo pasó Pontas, me lo pasó primero Marina y después Anna, recuerdo perfectamente que lo estaba leyendo y pensaba que esa mirada estaba escrita en castellano, pero esa mirada existía, y por tanto me parecía raro que no se hiciera en catalán. Me pareció antinatural lo que normalmente me parece natural, y es que no estuviera en catalán. Pero pensé, con un gran ojo comercial, que en catalán sería un fracaso. [Ríe]. Me enamoré de la novela, y hubo un punto de locura al decir: esto no funcionará en catalán, funcionará muy bien en castellano pero no en catalán, porque todo el mundo se leerá el original, pero no me chirría traducirlo al catalán porque hay una mirada, y además me gusta mucho la novela y me gustaría que la hiciéramos. Presentamos una propuesta. Fue una historia bonita, porque al final creo que a Anna y a Milena les convencieron también las ganas que teníamos de hacerlo, cómo lo planteábamos, más allá de la propia propuesta estrictamente de condiciones económicas, y eso fue un voto de confianza… y pensé que entonces teníamos que dar el callo, teníamos que hacerlo bien. Y recuerdo que estaba yo en Donosti, en el festival de cine, y me mandó un WhatsApp Marina y me dijo: «Es una locura, lo está comprando todo el mundo». Porque era cuando aún no lo había comprado nadie. Y yo pensando: «Ostras, a ver si venderemos alguno que otro en catalán». Y entonces la cosa se fue haciendo grande, y en el momento en que salieron los dos libros y vi cómo Milena, que es obviamente catalana, lo defendía en los medios en catalán, pensé: «Esto funcionará». Funcionó mucho mejor, desde luego, de lo que yo había previsto en el primer momento para el catalán. Yo creía que en castellano vendería muchísimo, como así ha sido, porque no podía ser de otra manera.
La Feria del Libro de Madrid tiene algo que Sant Jordi no tiene: como son más días, el lector que se acerca no es solo el lector que quiere una firma y persigue a los autores, sino que es un lector que pasea y descubre. En Sant Jordi firmas pero no vendes, y en Madrid vendes libros firmados.
Yo soy fan de Sant Jordi. No puedo decir otra cosa. Es verdad que el hecho de que Sant Jordi esté tan concentrado en un día tiene un punto prehistórico, incluso. Los editores nos pasamos un mes antes mirando las noticias del tiempo como si fuéramos campesinos de la pera, con todo el cariño del mundo, pero es que nosotros no vivimos de la tierra. Y es una cosa tan… tiene un punto gracioso. [Ríe] Y si es domingo, y si lloverá, y si habrá viento, y han dicho que…
Y si el Barça juega esa día.
Que esté todo concentrado en un solo día tiene un punto absolutamente loco. Porque dependes de una serie de elementos que además no puedes rectificar. La campaña de Navidad… tú puedes ver. En Sant Jordi no tienes tiempo de reacción. Lo peor que te puede pasar en Sant Jordi es romper stock. Es decir, que un libro que no preveías que funcionara tan bien, resulta que por razones x lo peta y todo el mundo lo quiere. Eso es terrible. Pero para no romper stocks la única posibilidad que tienes es sobreproducir, y después tienes unas devoluciones que hacen que libros que podrían ser viables dejen de serlo, porque has producido por encima de tus posibilidades. Solo hay que imaginarse que todas las librerías de Cataluña tienen los mismos libros dentro de la librería, y después tienen una parada fuera llena de libros que cuando se acabe Sant Jordi sigue llena de libros, y esos libros se devuelven. Eso, desde un punto de vista de lógica de mercado, es muy duro. Yo creo que sería mucho mejor si pudiéramos alargarlo unos cuantos días más, pero es verdad que Sant Jordi es Sant Jordi, y por tanto es difícil hacer cambios a un evento tan maravilloso que funciona tan bien. Los editores lo hablan, los libreros lo hablan… de qué forma podemos hacer que el libro sea la culminación, pero que haya un calentamiento. Que ya lo hay, ¿eh?… pero de una manera más intensa, porque es que, si no, es una locura fiarlo todo a un solo día. Pero… no deja de ser mágico. Si lo miro desde mi mentalidad infantil, de niña, es muy bonito. Ahora, si lo miro desde cualquier otra perspectiva, ¿qué estamos haciendo mirando si caerán dos gotas en Olot? Por favor, que llevamos un año entero trabajando este manuscrito, hablando con el autor y pensando cómo lo haremos, qué cubierta le pondremos, cómo haremos la promoción, y resulta que llueve en Olot, y que aquel autor era de Olot… [Ríe]. ¿Qué estamos haciendo? Si consiguiéramos que la gente leyera… es decir, el gran tema es ese. Pero, dejando a un lado el gran tema, después hay otros temas. Si consiguiéramos que no todo fuera tan estacional en estos momentos concretos, llegar a una cierta desestacionalización. Ahora para mí la Setmana del Llibre en Català es un gran momento para hacer una rentrée en catalán. Si conseguimos eso sería muy sano. No todo es Sant Jordi. Es la fiesta que es, es maravillosa, es singular, no existe nada igual en ningún lugar del mundo. Por tanto, eso está ahí. Si pudiera durar unos días más, sería bueno. Y después busquemos otros momentos. La Setmana del Llibre en Català…
El Off Sant Jordi.
Exacto. Intentemos que no todo sea Sant Jordi.
Y que no todo sea Barcelona.
Y sobre todo que la gente lea todo el año.
Lo dices apenada.
Es que, al final, Sant Jordi, que es una fiesta maravillosa, es una fiesta en la que hay un gran consumo de libros. ¿Cuántos de esos libros se leen? Como editora estoy encantada de que se inventen los Sant Jordis que quieran. El consumo de libros es bueno también para la industria, es necesario, es bueno, me gusta, pero…
Como autor, es desesperante ver las colas que hay para personajes.
Sí, pero yo creo que nos lo tenemos que tomar con mucho relax. El problema que yo veo de fondo es que pretendemos que en Sant Jordi se arreglen todas las carencias que tenemos nosotros, y la carencia principal es que somos gente que lee poco. Si fuéramos gente que lee mucho, y después un día de Sant Jordi te encuentras a Frank de la Jungla firmando libros, no sería un problema, porque es una gran fiesta. No de la literatura, sino del libro, así que adelante. Ahora, claro, todos ponemos todas nuestras esperanzas, porque como el resto del año no leemos, cuando podemos nos aferramos. Yo creo que tendríamos que ir solucionando el problema de fondo, pero no tengo la receta.
¿Qué opinas de los cursos de escritura creativa? Porque publicasteis un libro de Maria Escalas, que descubristeis gracias al Ateneu Barcelonés, si no me equivoco. ¿Te parecen útiles los cursos?
Yo creo que los cursos de escritura creativa son útiles, pero también que somos un país un poco extraño. Muchas veces he tenido la sensación de que se escribe más de lo que se lee. La cantidad de manuscritos que llegábamos a recibir… si toda esa gente que nos está mandando manuscritos, hubiera entendido una cosa que para mí es importante, que es que al mismo tiempo que escribes, lees… porque la lectura también te ayudará en tu proceso de escritura, estaría muy contenta. Pero muchas veces tenía la sensación de que hay mucha gente que escribe y no es lectora. Y eso me resulta increíble.
En un curso que impartí, el primer día de clase pregunté qué libros leían y muchos alumnos decían que no, que no tenían tiempo ni de leer el periódico.
Es la sensación que tenía, entonces. Si son una estafa los cursos de creación… no. Porque si sale una Maria Escalas, estoy satisfecha. Contaba el editor de El señor de los anillos que, en toda su vida lectora, nunca encontró otro manuscrito enviado espontáneamente que le resultara interesante. Pero encontró El señor de los anillos, y lo justifica todo. ¿Qué tienen las escuelas de escritura, bajo mi punto de vista, que sea bueno? Primero, que está muy bien que, si la gente tiene un hobby que es escribir, también nos sirve un poco de filtro, y creo que eso para un editor es interesante. Te llegan muchos manuscritos sin filtro, y te llega cada cosa… Tanto los agentes literarios, en otro orden de cosas y con mucha más intensidad, como las escuelas de escritura hacen un poco ese trabajo. Ahora, que de todo lo que se produce en las escuelas de escritura, creo que hay pocas cosas realmente que sean publicables con garantías… Y hay muchas escuelas. ¡La del Ateneu es la segunda del mundo! Después de Nueva York, la segunda escuela de escritura con más alumnos es el Ateneu. Me lo dijo Muriel Villanueva, que era profesora allí. Eso es insólito. ¿Si son una estafa? Hombre, entre eso e ir a jugar a marcianitos, me parece un hobby mucho más bonito. Ahora, si eso es realmente útil… será útil en algunos casos. En el caso de Maria, por ejemplo, es un caso precioso. La escuela de escritura le sirve como lugar en el que canalizar una cosa que no sabe muy bien cómo hacer sola. Te da una pauta.
Marta Orriols también.
Ya la he leído. Me ha gustado mucho, porque tiene una voz muy personal, porque los cuentos no son fáciles, y ella a todos les saca punta. Si somos capaces de que salgan unas cuantas personas como Marta o Maria, perfecto. Ya lo justifica. Hay muchísima gente y lo que sale no siempre es publicable. Es escribible, pero no es publicable.
¿De qué libro te sientes más orgullosa como editora?
Yo, del libro que me siento más orgullosa, por motivos literarios y también no literarios, seguramente es de Un cel de plom. Es un libro que para mí ha sido…
¿Lo propusisteis vosotros?
No. Nos lo propuso Anna Soler-Pont. Un verano que yo estaba de vacaciones en Ibiza y se lo propuso a Marina. Marina Penalva estaba trabajando en Ara Llibres en aquel momento. Le dijo: «Tengo esto, solo es un capítulo, pero me tienes que decir algo enseguida». Y es sobre Neus Català. Lo ha escrito Carme Martí, que era una persona a quien yo no conocía. Había escrito un libro de relatos orales, y no la conocía. Me dijo: «Te lo tienes que leer hoy porque tenemos que decirle algo». Yo pensé: Neus Català, de entrada me interesa, pero para mí fue muy bonito porque lo que leí me dejó agarrotada, pero no solo por el contenido, sino por la fuerza literaria. Carme es una escritora de primera línea, y por tanto encontrar una historia como la de Neus Català, que tenía que reivindicarse… una mujer que aún estaba viva y que le podíamos hacer aquel regalo, que además era una restitución por todo lo que le había pasado… y que además eso fuera una magnífica novela. Y para mí lo fue porque además Pontas nos dio un voto de confianza, porque nosotros en aquel momento habíamos publicado pocas cosas de ficción. Era un libro importante, y nosotras estábamos seguras de que lo podíamos hacer bien, pero no necesariamente lo sabía todo el mundo. [Ríe]. Carme no había acabado de escribir la novela. Tenía aquellos capítulos, que eran muy potentes, y por tanto decidimos que lo haríamos, hicimos el contrato y entonces se acabó la novela, y la novela era maravillosa. Es una gran novela, Carme Martí es una gran autora y es una historia que se tenía que contar. Un país como el nuestro, con una persona como Neus Català, no puede ser que no tenga este libro. Y además, que fue un gran éxito de público lector. Es decir, encontró y sigue encontrando lectores. Es uno de los pocos casos en que diría que sí que hay fondo, sí que hay goteo. Funcionó en cuanto a encontrar lectores, y lectores apasionados. Eso me hizo muy feliz. Después, hay muchos otros libros que por muchos motivos diferentes me han hecho muy feliz. Me hizo muy feliz publicarte a ti, por ejemplo [sonrisa de complicidad].
Eso no puedo dejarlo.
[Ríe]. Y muchos libros que me han hecho muy feliz, por diferentes razones. Y libros de los que me siento muy orgullosa y no han funcionado. Pensaba: ¿qué libro te gustaría que hubiera funcionado y no ha funcionado? Nicolàs Valle, que es reportero de TV3, durante muchos años enviado especial de conflictos bélicos, hizo un libro, que se llamaba Secrets de guerra, precioso. Muy potente. Es un libro que habla de guerras, porque él las ha vivido, dijéramos, como reportero, en primera persona. Pero no es el típico libro de reportero de guerra. Es un libro muy profundo, que habla de guerra, pero sobre todo habla de nosotros. Es un libro que pasó, no te diré sin pena ni gloria, porque no es verdad, pero no encontró los lectores que yo sigo creyendo que necesita. Me siento muy orgullosa de haberlo publicado. Me da pena, porque pienso que algo hice mal para que un libro tan bueno no encontrara lectores. En algo me equivoqué.
¿Los editores en realidad lo que querrían es escribir?
Yo no. Clarísimamente. No he tenido nunca esa pulsión. Es una carencia que tengo. Siempre he encontrado en algún libro lo que yo sentía. Lo que quería contarme. Siempre lo he encontrado. De una manera o de otra. Quizá porque soy una persona simple, no lo sé. No me ha pasado nunca, sentir algo y no encontrarme en las páginas de otro. Y, por tanto, no he tenido nunca la necesidad de explicarlo. De una manera muy profunda, nunca he querido escribir. Solo me he escrito cosas a mí misma cuando yo sabía que tenía que salir de algún agujero, tenía que cicatrizar algo. Pero nunca en mi vida con voluntad estilística alguna. Siempre con voluntad vomitiva, por decirlo de alguna manera. No sé si es una cosa buena o mala.
Buenísima.
Siempre me he encontrado en los demás.
Hace un tiempo salió un libro de Sebastià Portell y lo entrevistaron en el programa Estat de gràcia, y por la tarde presentó en La Calders y fue un éxito. Al día siguiente, Isabel Sucunza dejó muy claro que sin los medios no podemos promocionar bien los libros y que, si todo el mundo hace su trabajo, salimos adelante. ¿Qué tienen que hacer políticos, medios o quien sea que no forme parte de la cultura para potenciarla y que las cosas funcionen?
Lo que me parece es que tenemos que poner la cultura en el centro. Es una cosa muy sencilla. Muy obvia. Tengo muchas veces la sensación de que hablamos de cultura cuando tenemos un problema y decimos: ahora vamos a hablar de cultura. No, la cultura forma una parte consustancial importantísima. Yo no lo veo reflejado en la clase política. No lo veo. No los veo hablar de libros, no los veo leer libros. No digo que sean los únicos, digo que eso refleja también un estado de las cosas. Acabas hablando de las cosas solo porque toca hacerlo. Hace falta que todos nos impregnemos de eso. Y por tanto, evidentemente, más presencia en los medios. Es obvio. Hay una parte que, si no está de una manera natural porque no le hemos dado como sociedad la importancia que debería tener, tendremos que forzarlo y por tanto tiene que estar. Una vez me preguntaron si yo quería más programas de libros, y yo decía que lo que quería era más libros en los programas. Es evidente que también quiero programas de libros. Por una parte, programas de libros.
Y, por favor, con Anna Guitart.
¡En todos! [Risas]. Sí, porque tenemos que hacerlo, debemos tener programas de libros, y después todo el mundo tendría que hablar de libros. Si le hacen una entrevista a alguien, a un político, o a alguien con proyección pública, preguntarle: «¿Y tú qué estás leyendo?». Da miedo la pregunta porque da miedo que el otro no tenga respuesta. Eso tenemos que incorporarlo de manera natural. Y después programas de libros… ¿cómo? Tenemos que hacer programas de libros que sean atractivos. Que sean atractivos no quiere decir que tengan mucha luz y colores. Yo, cuando veo a Anna y la oigo hablar de libros, me engancho. La empiezo a escuchar hablar de libros y me quedo clavada, me gusta. Si dejamos de ponerla a una hora que no sabemos cuál es, para empezar, que no sabemos ni a qué hora saldrá, y la ponemos en un lugar al que nosotros le damos importancia… coloquémosla en prime time en TV3. Eso es que le estamos dando importancia y por tanto la gente lo verá.
No es solo el programa, sino el mensaje que estás dando con el horario.
Estás diciendo muchísimas cosas con respecto al horario. Si publicas un libro en el mes de enero o junio, estás dando muchos mensajes. No necesariamente es peor antes de Sant Jordi o después, pero tú mandas un mensaje. Y, por tanto, el momento en que pones un programa dice mucho. Los medios tienen que hacer los libros más naturales en sus programas, y después algo que me resulta insólito: tienen que aprovechar mucho algo que tenemos en este país, quizá en otros también, pero que para mí es impagable: la prescripción de nuestros profesionales. Tenemos un ejército de libreras, bibliotecarias, periodistas culturales que son una joya, y que se saben expresar, y que tienen sus capillas, y que tienen seguidores. Y tenemos que aprender también que tenemos todo eso y tenemos una oportunidad única. Única, que no teníamos antes, que son las nuevas tecnologías. Las posibilidades que nos dan determinadas maneras nuevas de comunicarnos. Aprovechemos todo eso, porque tenemos carencias, pero también un tesoro. Que esa gente haga llegar esos mensajes en los medios convencionales, evidentemente, porque al final siguen siendo de masas; y en los no convencionales, porque también pasa ahora que de pronto una cosa funciona y nadie sabe por qué. Y resulta que la Sucunza ha dicho no sé qué, la Fe, en el Altell, ha comentado no sé cuánto, y Júlia de Can Roca ha dicho la suya. Aprovechemos eso y situémoslo en el centro. Tenemos que empezar por darle la importancia que tiene. Pero no le doy importancia porque me han dicho que es importancia. Le doy importancia porque es caudal. Me parece que socialmente no nos lo creemos. Si nos lo creyéramos…
Eso me va muy bien para acabar la entrevista, porque en Jot Down siempre acabamos pidiendo un libro y una película a todo el mundo, independientemente de su oficio.
A Trump le pidieron un libro y se ve que dijo un título que era lectura obligatoria en el instituto al que iba. Ahora no recuerdo el título. Eso es imperdonable. Libros: ¿puedo decirte dos?
Venga…
Te diría uno, pero es de un escritor hombre, y me hace ilusión que haya una escritora mujer. Para mí, La carretera, de Cormac McCarthy, es un libro que es una catedral, y es un libro sobre el abandono. Es un libro sobre saber abandonar, que es algo que a mí personalmente me interesa. No sobre que te abandonen, sino sobre saberlo hacer. Y otro libro que me conmovió mucho es el de Delphine de Vigan, Rien ne s'oppose à la nuit, Nada se opone a la noche. Es un libro sobre las heridas.
Muy alegres ambos.
Me gusta mucho leer libros alegres, pero los pocos libros que yo considero transformadores, los que me transforman a mí, los que me hacen ser una persona diferente… hay muchos que me gustan mucho y que no hacen esa función, pero los que lo hacen son terribles. Y de películas para recomendar… cuando era joven siempre decía Rumble Fish, porque es una peli de Coppola que me gusta mucho, que habla sobre la familia y sobre la fragilidad, cómo de difícil es ser frágil cuando todos somos frágiles… pero, si miro más cerca, una peli que me ha gustado mucho es Boyhood. Richard Linklater siempre me apasiona, porque simula que no pasa nada, y pasa todo. Es la trascendencia de la vida, de cuando parece que no pasa nada. La enorme trascendencia que tienen determinadas cosas que no parece que sean trascendentes. Eso también lo cuenta siempre muy bien Ian McEwan. De un detalle acaba transformándolo todo, porque los detalles de la vida a veces tienen ese poder. Y eso es muy guapo.
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