Vivimos tiempos de incertidumbre en los que no se sabe bien qué pasará con España, lo cual es llamativo si tenemos en cuenta la cantidad de horas que dedicamos a arreglarla en los bares y que de tales templos del esparcimiento patrio contamos, al parecer, con la mayor densidad del mundo. Tenga o no solución, al menos podemos decir que ese tiempo fue bien invertido, pues si echamos la vista atrás seguramente en tales locales hemos acumulado más momentos de felicidad en ningún otro lugar. William Blake les dedicó el poema más sentido jamás escrito, «El pequeño vagabundo»:
Querida madre, querida madre, la iglesia está fría
pero la taberna es agradable, placentera y cálida.
Puedo decir además que es donde me tratan bien,
aunque tal trato nunca será bien visto por el Cielo.
Si en la iglesia nos diesen un poco de cerveza
y un fuego grato para entibiar nuestras almas
cantaríamos y rezaríamos el día entero,
nunca querríamos alejarnos de la iglesia.
Así el párroco podría predicar, beber y cantar.
Todos nos sentiríamos dichosos como pájaros en primavera
y la modesta dama contrahecha, que siempre está en la iglesia,
no tendría hijos patizambos ni repartiría ayunos y latigazos.
Y Dios, como un padre, se regocijaría al ver
a sus hijos tan amables y felices como Él.
Ya no reñiría al diablo,
sino que le besaría, dándole bebida y vestido.
Desde entonces muchos otros han ensalzando al bar en inspirados versos, que en ocasiones han llegado a convertirse en himnos de fraternidad y embriaguez. De todas las canciones que lo tienen por protagonista esta es nuestra selección, aunque naturalmente quien lo desee puede añadir sus favoritas en la sección de comentarios.
(La caja de voto se encuentra al final del artículo)
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«Al calor del amor en un bar», de Gabinete Caligari
Este sencillo que dio título al disco que publicaron en 1986 se convirtió en uno de los temas más celebrados de la banda, todo un himno a esos bares castizos, austeros e idénticos estéticamente unos a otros, como si fueran franquicias de una multinacional llamada Manolo, Ángeles o Paco. Una letra memorable que nos grabó a fuego aquello de «bares, qué lugares tan gratos para conversar» y de la que cabe también destacar los insuperables ripios «mozo/otro trozo», «pollo/otro bollo» y «jefe/no se queje».
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«Down in Mexico», de The Coasters
Si los bares antes mencionados reflejan cierta idiosincrasia local, aquellos que caracterizan al sur de Estados Unidos son los denominados honky tonk, en los que generalmente suele escucharse música country. Las canciones que los describen se recrean en los aspectos más sórdidos o atrevidos, como esta de mediados de los cincuenta en el que se habla de una «señorita» que baila insinuante. No pudo haber mejor recreación del momento que la que hizo Tarantino en la escena que vemos sobre estas líneas.
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«Honky Tonk Women», de The Rolling Stones
Este es uno de los temas de su repertorio que el grupo interpretó hace unos días en Barcelona. La composición original, en 1969, era «Country Honk» y tras algunos arreglos fue bautizaba como «Honky Tonk Women», haciéndose un hueco en la historia del grupo.
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«Honky Tonk Heroes», de Waylon Jennings
Honky tonk llegó a ser incluso una etiqueta musical que engloba a artistas del country como Jennings. La propia letra de esta canción, grabada en 1973, nos sitúa además en uno de esos locales, en los que suena la música de piano mientras en la barra los clientes gastan el jornal en ahogar las penas.
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«I Love Rock ‘n Roll», de Joan Jett & The Blackhearts
La canción original corresponde a The Arrows, aunque esta versión de Joan Jett en 1981 tuvo más éxito y ha sido más recordada con el paso del tiempo. Se ve que los bares no solo son lugares gratos para conversar y para beber, valen incluso para bailar y ligar, tal como se nos cuenta aquí.
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«The Wild Rover», de The Pogues
Esta canción folclórica se remonta como mínimo al siglo XVI y podría definirse como el equivalente irlandés al «Asturias patria querida». Trata sobre un bebedor atolondrado que pide fiado a la dueña de la taberna, esta se niega y entonces le enseña las monedas que lleva, para concluir expresando su deseo de regresar al hogar paterno y sentar la cabeza. No es de extrañar que en 1984 The Pogues hicieran su versión de ella.
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«Cerrar los bares», de Los Secretos
«Close Up The Honky Tonks» fue originalmente una canción de estilo country compuesta por Red Simpson y cantada por primera vez en 1964 por Buck Owens. No todo iba a ser una celebración de bares y honky tonks, así que aquí tenemos a uno reclamando en un tono entre la ironía y el lamento que se cierren de una vez, la única posibilidad al parecer de que su novia regrese a su lado.
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«Y nos dieron las diez», de Joaquín Sabina
A principios de los noventa Sabina compuso un par de estrofas que compartió con Enrique Urquijo, vocalista del grupo anterior, de forma que cada uno por su cuenta concluyó el tema aportando su particular estilo. «Ojos de gata» fue la versión de Los Secretos, y respecto a la otra… puede decirse que ha logrado la proeza de entrar en el acervo popular como frase hecha e incluso como himno a cantar a partir de cierto estado etílico. Precisamente hace unas días su autor la versionó en solidaridad con Serrat.
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«La bière», de Jacques Brel
La cerveza es fuente de múltiples nutrientes necesarios para la vida, es el líquido elemento, algunos investigadores sostienen incluso que forma parte del origen de la civilización. De manera que un cantante que tanto y tan bien ensalzó el amor, la amistad y todo aquello que realmente importa en este mundo no podía dejarla de lado.
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«Have a Drink On Me», de AC/DC
Back in Black es el segundo álbum más vendido de la historia de la música, el primero del grupo además en el que cantó Brian Johnson después de que el anterior vocalista muriera (precisamente por beber demasiado). Este fue uno de sus temas, cuya letra consiste en esencia en un amigo invitando a otro a una copa.
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«Partiendo la pana», de Estopa
La canción comienza ubicándonos en Cornellá, nos describe una escena costumbrista de un bar cualquiera en la que no falta su futbolín… hasta que entra «un tipo bajito, pero eso sí, vacilón» que termina recordándonos a Joe Pesci en Uno de los nuestros. La compuso David Muñoz y fue una de esas tres o cuatro canciones que han definido al grupo.
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«I Hope That I Don’t Fall In Love With You», de Tom Waits
De este cantante californiano para una lista así podría citarse casi cualquiera de sus temas al azar. Este es de 1973, en él retrata la indecisión de quien pretende romper el hielo con alguna desconocida en la barra del bar, calculando sus posibilidades, fantaseando con una aventura pasajera hasta que finalmente se queda compuesto y sin novia al llegar la hora de cierre, echando de menos a quien ni siquiera llegó a conocer.
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«In taberna quando sumus», de Arany Zoltán
Si comenzábamos mencionando un poema de finales del siglo XVIII concluimos con otro aún más antiguo, tal vez el primero en cantar a las tabernas con semejante entusiasmo. Los responsables fueron los goliardos, universitarios medievales de vida errante y actitud hedonista y satírica que legaron para la posteridad la colección de cantos conocida como Carmina Burana. Ya en el siglo XX Carl Orff les añadió una banda sonora cuyo fragmento de apertura y cierre, «O Fortuna», hemos oído cada vez que en una película dos ejércitos se lían a espadazos. Menos conocido es «In Taberna Quando Sumus», poema al que Orff atribuyó esta composición y que desde entonces ha tenido otras versiones, desde esta de folk metal hasta la que vemos arriba a cargo de un músico húngaro especializado en tocar instrumentos medievales. La letra es una maravilla por su vivacidad y descaro, merece la pena mostrarla íntegra. En la taberna todos bebemos en alegre comunión… al menos mientras haya dinero:
Cuando estamos en la taberna
nos despreocupamos del mundo,
nos entregamos al juego
y por él siempre sudamos.
La cuestión es esta: que se pregunte
qué se hace en la taberna
donde el dinero es camarero,
escúchese lo que digo.
Unos juegan, otros beben,
otros de forma indiscreta viven.
Pero de los que se dedican a jugar
unos allí pierden su ropa,
otros consiguen vestirse,
otros se visten con saco.
Nadie allí teme a la muerte
y por Baco tientan la suerte.
Monedas para la primera copa de vino,
de ella bebe el libertino,
beben la segunda por los cautivos,
después de estas la tercera por los vivos,
la cuarta por todos los cristianos,
la quinta por los fieles difuntos,
la sexta por las monjas casquivanas,
la séptima por los soldados silvanos,
la octava por los frailes perversos,
la novena por los monjes dispersos,
la décima por los navegantes,
la undécima por los discordantes,
La duodécima por los penitentes,
la decimotercera por los los caminantes.
Tanto por el papa como por el rey
beben ya todos sin ley.
Beben la dueña y el dueño,
bebe el soldado, bebe el religioso,
bebe el hombre, bebe la mujer,
bebe el siervo con la criada,
bebe el rápido y el lento,
bebe el blanco, bebe el negro
bebe el constante, bebe el vago,
bebe el campesino, bebe el mago.
Bebe el pobre y el doliente,
bebe el desterrado y el ignorado,
bebe el joven, bebe el viejo,
beben el prelado y el decano.
Bebe la hermana, bebe el hermano,
bebe la vieja, bebe la madre,
bebe ella, bebe él,
beben ciento, beben mil.
Poco duran seiscientas monedas
cuando se bebe sin moderación.
Beben todos sin final, aunque
beban con mente alegre.
Así nos fastidian todas las gentes
y así seremos pobres.
Que los que nos fastidian se vean
confundidos y no sean tenidos por justos.
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