Fotografía: Begoña Rivas
Xoel López (A Coruña, 1977) lleva veinte años reinventándose. Ha sido mod, ha cantado en inglés, ha recorrido América de sur a norte con sus canciones, ha matado a su alter ego —Deluxe— y a su propio ego con el único objetivo de ser fiel a sí mismo. El sonido Xoel es fruto de esa mezcla. Cumplidos los cuarenta ha publicado un libro de poemas, Bailarás cometas bajo el mar, pero él se sigue sintiendo un cancionista. Un trovador. Un artesano de la música que llega a esta entrevista con cuatro canciones de su nuevo disco, Sueños y Pan, en su propio teléfono móvil. Esta conversación se desarrolló antes de que su decimocuarto álbum estuviera finalizado.
¿Al final de la fusión sale un sonido propio?
Eso quiero pensar. Al final uno llega a eso, al sonido propio, a base de haber hecho muchas cosas y que todo eso se haya diluido a cambio de ser lo tuyo. Todo esto del arte es un diálogo para mí. Y no solo el arte, también el lenguaje, incluso el periodismo. Creo que todo es una comunicación con lo que han hecho otros antes, porque creo que cada humano es único y en esa visión única de las cosas acabas aportando algo. Que se va diluir a su vez en otras tantas mentes. Luego hay gente que da pasos muy grandes y se les ocurre algo muy especial, muy diferente. Y esa gente luego también marca caminos que también vienen de otros.
¿Este disco cierra una primera trilogía de Xoel López?
Es una trilogía porque Kin, mi mánager, me lo dijo en un mail hablando sobre el diseño. El diseñador también es el argentino Pablo Font, como en los otros dos discos. Yo se lo propuse a mi mánager y me contestó, «sí, genial, así cerramos esta trilogía». Trilogía en el sentido de que Atlántico es el viaje a América, no tiene nada de la visión de alguien de aquí, es más un disco de allí. Todas las canciones fueron compuestas en América Latina. Paramales es un disco híbrido, son canciones que la mayoría las compuse allá pero ya estaba viviendo entre A Coruña, Madrid y Buenos Aires, y sin embargo este disco nuevo, Sueños y Pan, entiendo que es mi disco de Madrid, es decir, lo compongo en su totalidad aquí, vuelvo a grabar aquí, vuelvo a vivir aquí. Yo creo que es un disco de alguien que está en un lugar y que ha creado, o trata de crear un hogar y de hacerse fuerte en un sitio. Lo anterior era más más bien vivir a la aventura, el «no sé qué va ser de mi vida y me da igual», porque estuve muchos años viajando y viviendo aquí y allá, un poco sin lugar. Es una cuestión cíclica, ahora el cuerpo me pide estar asentado, no viajar tanto. De hecho no fui a América Latina a tocar con Paramales en ningún momento. Y era algo decidido, no fue casualidad, tenía ganas de estar un poco más en casa. Y en este nuevo trabajo aparecen Galicia y América Latina, pero desde el sofá de mi casa.
Corrígeme si me equivoco pero… yo creo que Paramales ya era un disco en el que había un cierto avance y aquí vas un paso más allá y diría que te desatas de modernismo.
Dentro de que todo es superclásico, igual nos viene un moderno aquí y nos da de hostias. Así que moderno, moderno, no. Pero sí, digamos que son texturas más de los últimos treinta años que de los últimos setenta. Atlántico por ejemplo era un disco que podría ser grabado en el año 65, quizás por el contenido no, o tampoco por el tipo de canción, pero sí por la estética del disco. Era bastante retro dentro de todo. Y este disco, al meterle sintetizadores, samplers y otras cosas parece que tiene que ver, de repente, más con Beck, pero mi intención es seguir fusionando. Las aristas son más amplias y no me importa mezclar Kraftwerk con Gilberto Gil. Siempre he llevado como bandera esa libertad y esa diversidad. Entiendo que de alguna manera la filtro y la hago personal, o eso espero.
En el disco hay una canción que se llama «Madrid», y ya tienes una que se llama «El cielo de Madrid». No sé si dialogan de alguna forma esas canciones o son dos visiones distintas.
Esta es una especie de recuerdo de la idea de Madrid, de cuando vine, a qué vine, por qué vine, para qué. Si eres de Madrid a lo mejor la ves como curiosa, pero no te identificarás tanto. Es la visión de la gente que llega a Madrid porque todos vienen con un ideal. Como yo cuando vine con veinte años.
El disco también tiene dos canciones en gallego.
Dúas.
O sea, que tuviste que ir a América para encontrarte con tu tierra. ¿Te sientes cómodo cantando en gallego? Porque hubo un momento en el que entiendo que ya no te sentías cómodo cantando en inglés.
No, pero podría volver a cantar en inglés, yo creo que no le podría decir que no a ninguna lengua a día de hoy. Realmente esa diversidad es mi mundo, eso es donde yo me siento cómodo. El gallego no es inglés obviamente, es mi segunda lengua, y la lengua del lugar donde nací y me crié hasta los veinte años. Y es mi lengua favorita a pesar de que mi primera lengua sea el castellano. Hay dos canciones en gallego, pero podría haber cinco o ninguna. Soy muy anárquico. Una, «Durme», surgió de una nana que le cantaba a mi hijo. Quizá quería transmitirle algo de mi realidad y me salió así. Es una de las pocas veces que compuse a capela y cantándosela a alguien, que en este caso era mi hijo.
En una entrevista en televisión dijiste que habías llegado a componer tres canciones en la misma noche.
Una noche compuse tres pero en un mes no hice nada. Y de hecho eso es un enigma incluso para mí. Si tuviese la fórmula sería como: «Oye, de 5 a 6 compongo y luego quedamos y nos tomamos un café». Ojalá fuera así. Pero es verdad que hay un proceso que ha funcionado como inhibidor, que es el hecho de que los discos salen cada dos años. De hecho con Deluxe sacaba disco por año, los últimos muy trabajados, por eso peté también, en un momento no podía más. Pero ahora, un poco para evitar esa situación, me pongo barreras. Es decir: no compongas tanto porque si no, vas a currar como un hijo de puta y yo lo que quiero es currar poco.
Este disco tiene diez canciones. ¿Cómo ha sido el proceso de selección?
Es mi disco más corto, sí, aunque son canciones más largas. A lo mejor era consciente porque grabamos doce y fui quitando. Otras veces grabo catorce y dejo doce. Se caen por el camino. Y a veces resucitan en el disco siguiente. Pasó con «Caracoles», que es una canción de Paramales que estaba propuesta para Atlántico y la quité porque no me gustó una versión, y luego la recuperé yo luego haciendo una maqueta en casa. No creo que un disco tenga que ser un reflejo exacto de tu actualidad. Un disco es una colección de canciones.
En ese sentido, en Paramales tienes «Caracoles», que es una canción de amor, y a continuación una totalmente distinta, «Todo lo que merezcas»: «Y sientas que te han usado/y sufras sin remedio/y que si es perra la vida/se ensañe contigo un poco más».
Sí, casi como la canción contraria. Yo creo mucho en eso, incluso Sueños y Pan va un poco por ahí. Todos somos como el ying y el yang. «Caracoles» es un sentimiento de amor y «Todo lo que merezcas», de hecho, es una canción casi de odio, es un sentimiento puesto en versos y canción, pero más universal. Este sentimiento que probablemente mucha gente lo ha tenido, y que no es muy recurrente en mí, pero como lo he sentido alguna vez he podido hablar de eso y lo he podido exorcizar a través de las canciones, que es la mejor manera de quitarse esas espinas. Yo siempre quiero a todo el mundo y todo lo siento de una manera benévola, pero a veces también me cago en la puta, y cuando pasa eso también salen canciones.
¿Te sorprende que justo esa canción se haya convertido en uno de tus himnos?
Sí, quizá porque como es un tema más tabú, no hay tantas canciones sobre ello. Y a lo mejor viniendo de mí resulta más creíble. Es decir, si este tío lo confiesa será porque realmente lo tiene ahí, y eso genera un poco de sorpresa. Las canciones, de hecho, son pequeñas fotografías de momentos, pero a mí se me queda pequeñísimo lo que pasa en un disco. Pequeñísimo. No representa para nada mi personalidad, mi forma de ver el mundo, siempre se me quedan mil cosas de las que podría hablar. Es decir, no trato de dominar mis canciones para que sean una representación fidedigna de lo que me pasa. Es lo que me sale, y a veces pienso que quedó una canción muy guay con una letra que la elegí ese día de casualidad. Pero yo guardo letras y luego voy haciendo canciones. No sé, soy bastante chapuzas.
Tus letras hablan de ti, no buscas un tono evangelizador.
A mí me cuesta mucho decir «esto es así», categorizando. No sé si es una cuestión cultural o si es una cuestión personal mía. Incluso cuando leo algún libro sobre música, sobre poesía, sobre cine, … No puedo decir «esta es la obra, la mejor, incontestable».
El canon no lo entiendes.
No. A mí me parece que tiene su parte de interés, que todo es hermoso según cómo lo mires, que todo tiene algo de belleza. En ese sentido quizá soy muy positivo, siempre tiendo a ver lo que me interesa de lo que estoy escuchando. Creo que al final no es todo blanco o negro.
¿Por qué el título de Sueños y Pan?
Creo que tiene que ver con lo que hablábamos sobre la idea de formar hogar. Y está sacado de la letra de «Jaguar», una de las canciones, que dice «hoy cruzaré la frontera de las fieras negras en busca de sueños y pan». Lo escuché durante la grabación y dije «este es el título».
«Jaguar» es una canción sobre tu paternidad, pero el título del disco, Sueños y Pan, parece una máxima anarquista.
Son muchas cosas. Tiene que ver con algo amable porque me parece que sueños y pan son dos cosas que suenan bien. Por ese lado me parece que una vida sin ideales, sueños y horizontes sería una vida gris y aburrida. Y el pan es lo mínimo que podemos necesitar de la vida, del mundo. Pero al mismo tiempo pan es una palabra tan amable, el pan, la cosa más básica. También se puede entender desde el punto social. Sueños y pan: que no nos quiten por lo menos esto. Eso es lo mínimo que podemos querer como sociedad.
Te van hacer muchas preguntas políticas por esto.
Es que es el tema de moda, lo podemos criticar pero que esté de moda hablar de política me parece maravilloso. Otra cosa es que uno tenga respuestas. Muchas veces me preguntan por el tema de Cataluña o no sé qué y digo: te puedo responder pero no sé si es interesante, es decir, yo no soy tan informado como otros. A mí en una entrevista me intentaron sacar a qué partido voté. No tengo problemas de decir que soy de izquierdas, pero eso es muy relativo, muy amplio. Una cosa es hablar de ideología o de tus pensamientos. Por ejemplo, cuando hablo de diversidad se puede intuir que hay detrás una mentalidad progresista. Pero bueno, dejémoslo así, que la gente pueda sacar sus propias conclusiones.
¿Tienes miedo a que se pueda malinterpretar o instrumentalizar algo que digas?
La manipulación es brutal por parte de los medios muchas veces, pero también por parte de los individuos. Hay gente que manipula lo que tú dijiste a través de un tuit. A mí me pasa que muchas veces veo cosas que supuestamente dije en una entrevista o ponen un tuit de lo que dije en la radio y pienso: «Hostias, esa frase no me representa». Tiene que ver con la pregunta que me hicieron, con la palabra que yo no hubiera usado pero que se usó. A veces puede tratarse de un problema de comunicación y perversión.
Puedes defender un discurso a través de entrevistas o de las canciones, pero otro punto es ir a actuar en un mitin.
Es que es eso. A veces lo he hablado con compañeros y mucha gente dice: «Paso de todo». Pero hay casos como Nacho Vegas, que va a muerte. Casi te diría que ha hecho que su música esté directamente ligada a la política y supongo que también habrá gente que lo va a ver aunque no comulgue con sus ideales, pero seguramente mucha gente va solo porque es un poco referente de determinada ideología. Yo me acuerdo en una época tenía canciones que yo entendía que eran más políticas, en 2005 con Los jóvenes mueren antes de tiempo, y fue un disco con el que me pusieron a caldo, que a todo el mundo le pareció una puta mierda y eso de alguna manera condicionó también mi arte.
¿Pero a ti te gustó aquel disco? ¿Te gusta ahora?
No sé si no me gustó porque lo pasé fatal o no sabría decirlo. Yo siempre digo que es mi disco menos favorito.
Han pasado doce años. ¿Hoy te habrían condicionado tanto las críticas a un disco como te condicionaron entonces?
No, probablemente no, pero como en esa época estaba poniendo los pilares de mi carrera, quizá si me hubieran aplaudido ese intento habría seguido por ese camino. Era la época de Aznar y la época de la guerra de Irak y yo estaba intentando decir cosas. Si te fijas en las letras de Los jóvenes hay un intento de quejarse de cosas que están pasando sociopolíticas, y sin embargo eso luego desaparece de mis discos.
Una de las críticas que se hacía a los músicos indies era su falta de compromiso político.
Yo recuerdo críticas en ese sentido, como: «Este mejor que se dedique a escribir canciones de amor». Porque es verdad que lo de indie y la política es una cosa de ahora, es en parte una moda, pero bueno, que sea moda no quiere decir algo negativo necesariamente. ¿Qué es el indie? Pues más o menos lo que es la estética lo sabemos todos. Que haya entrado la política, que nunca había estado, por lo menos no en términos generales como ahora, es una cosa que sucedió de repente y se contagió de unos grupos a los otros. La política es una actitud, pero sobre todo si es una palabra, que sea una palabra que refleje una actitud. Es decir, cuánta gente hay que de boquilla son los más de izquierda o los más revolucionarios y luego es mentira. Son machistas, tratan mal a su mujer, tratan mal a sus empleados. Yo siempre creo que hay que empezar desde uno mismo. Trato bien a la gente con la que trabajo, a mis amigos obviamente, a mi pareja, a mi hijo. Creo que la política está en todo lo que haces.
La infancia es un elemento recurrente en las letras de tu última etapa ya como Xoel López.
A veces yo no soy tan consciente de estas cosas, como yo no decido lo que escribo, no sé exactamente cuál es el mapa. Soy improvisador nato. Sí me he dado cuenta de que cuando me fui a América, en 2009, empezó a aparecer la infancia, la adolescencia, mi vida anterior. De hecho, reaparece Galicia de una forma mucho más fuerte, más viva y creo que tiene que ver con la edad y con el espacio mental. Es decir, cuando yo bajo el ritmo de día a día de trabajo y abro un poco las puertas a lo que sucede fuera y lo que sucede dentro, reaparecen cosas y de repente afloran las cuestiones que yo creo que estaban como un poco enterradas. La infancia cuando tienes veintipico no es un lugar al que volver, casi es lugar del que escapar.
Los que te conocen de la infancia recuerdan a un Xoel reconocible, como el chaval de la guitarra con la funda de cuadros. ¿Qué era la música para ti en ese momento?
Acabas de pintar un cuadro de esa época, a grandes rasgos, y creo que tiene que ver con lo que me pasa ahora. Aparentemente, siempre he sido un ser social más o menos. Engrasado en la maquinaria de la sociedad. Sin embargo, había una parte siempre sin resolver. Creo que detrás de ese Xoel hay otro íntimo que necesitaba expresarse. La música era una ventana, un canal. La música fue la única manera de poder dar rienda suelta a todo eso que estaba ahí sin resolver o que era enigmático o que necesitaba supurar por algún lado.
¿Cómo empezaste a tocar?
Empecé el preparatorio de guitarra, vía clásica. Pero no me sedujo, curiosamente me cambié a preparatorio de piano. Luego dejé solfeo y todo tipo de estudio clásico de música, muy pronto. Pero ya me había comprado una guitarra, una española. En las clases de guitarra del colegio, acto seguido, eran todo chicas. Éramos dos chicos nada más. Allí aprendí canciones de pop y me acuerdo que aprendí dos acordes y ya empecé a componer acto seguido.
Y de ahí montas tu primer grupo, Los Covers, de la órbita mod. ¿Buscabas una identidad a través de esa estética?
Bueno, el mod no es algo puramente estético. La estética tiene mucha importancia, pero en realidad sí que me parece que es un movimiento que tenía trasfondo, una profundidad cultural. De hecho, lo mod es casi una pasión por una cultura, es verdad que en este caso la cultura de los sesenta, que en su momento era la cultura moderna. De hecho «mod» viene de modernista, eran los modernitos de la época. Luego claro, cuando se convierte en una tribu urbana y de repente te haces mod en los años noventa, obviamente no eres muy moderno, sino un tipo que mira al pasado, un nostálgico, pero a mí cuando tenía doce o trece años el mod me sirvió como disparador. De repente, ahí estaba todo, había sobre todo música, pero había estética, había literatura, cine, arte, el arte pop, todo el arte visual de los años sesenta que fue muy potente. Yo entro ahí y descubro un mundo de fantasía y algo a lo que pertenecer. Era una edad en la que necesitaba pertenecer a algo por alguna carencia que tuviese o por lo que fuese. Pero necesitaba ser parte de algo. Ahí tenía todo lo que me gustaba, era como entrar en una tienda donde esta todo lo que más te gusta. Me sirvió como arranque, como una especie de tirar de ese motor que fue luego mi pasión por la música. Hay otras tribus, otras estéticas que son mucho más cerradas. Con el mod descubro toda la música negra, todo el rhythm and blues. Obviamente los Beatles me llevan de alguna manera allí. Descubrí a los Who, esa primera cinta de The Who que me da alguien en Coruña y que me cambia la vida. Pero a la vez escuchaba a The Smiths, o sea, tampoco era un mod cerrado. Sobre todo era un niño, era muy joven. En realidad, escuchaba mucho más de lo que probablemente escuchaban niños de mi edad. Me sirvió como algo embrionario, como algo de lo que partir. Enseguida lo trascendí y, bueno, seguí mi deriva aperturista y de búsqueda.
No sé si preguntarte por Lluvia de estrellas, el programa de Bertín Osborne en el que participaste cantando temas de los Beatles…
Recuerdo que me lo propuso Chema Ríos, que es un ginecólogo de mi ciudad fanático de los Beatles, que tuvo grupos en los sesenta y setenta. Lo conocí a través de mi tío, que también es médico. Fue a verme a unos conciertos y pensó en mí para ir a Lluvia de Estrellas porque yo tenía un timbre, según él, parecido al de John Lennon, y como me gustaban los Beatles yo le dije que sí, no sabía ni lo que era Lluvia de estrellas, no tenía televisión y no tenía ni idea a lo que iba. Cuando lo vi, en su casa, antes de ir, reconozco que me arrepentí un poco. Y lo peor no fue eso, lo peor es que luego empezamos a pasar fases del concurso. Yo estaba deseando perder, pero lo peor fue que no, y luego me paraban por la calle, de noche de copas se me acercaba un grupo de chicas y me decía: «Tú eres Xoel, el de la tele». Viví una especie de fama transitoria, ridícula y absurda. Aunque también fue enriquecedor e interesante. Me lo tomé como una broma y lo recuerdo como una coña, para mí es algo anecdótico que no tiene nada que ver con mi carrera musical.
Aquello coincidió con tu época en la Elephant Band, un grupo de culto en los círculos alternativos. Pasas del mod ortodoxo a un rock y pop más abierto.
De hecho para mí esto es el principio de una nueva etapa que tiene que ver con los sesenta porque nos quedaba un poco esa herencia, pero intentábamos abarcar más cosas. Ya tenemos un pie puesto en la música británica actual en ese momento, que era todo el pop, y nos empezaban a interesar otras cosas. Nos gustaban mucho Los Enemigos, aunque no se notaba especialmente, pero todo eso estaba ya allí. Y la verdad es que era un grupo de directo. Yo recuerdo que eso fue como mi mili, luego cuando me tocó trabajar y vivir de la música y hacer festivales yo ya había hecho muchos conciertos. Creo que toqué mucho en aquellos tiempos en los que no era fácil tocar. Era una época donde tú tenías que llevar tu equipo de sonido a un bar porque no tenías un puto duro, tocabas en un sitio sonando como el culo y aún así tenías que gustar a la gente. Entonces no te quedaba otra que tirar mucho de espectáculo, de movimientos y había una cosa muy entrañable también, pero no era nada profesional, al revés, era todo muy precario y muy cutre.
Es curioso, porque hablas siempre de la música como algo que ocupaba todo tu tiempo desde bien pequeño, pero cumples dieciocho años y empiezas Magisterio por la rama de inglés. ¿A tus padres les daba vértigo tener un hijo músico?
Mi madre me dijo, literalmente, «a mí me parece muy bien que hagas esto de la música, pero estudia la carrera». Y claro, lo que no se daba cuenta mi madre en ese momento, y es lógico y yo lo pasaría igual en su momento y en su contexto, es que mi carrera ya la estaba estudiando. Es decir, mi carrera era la de música. Lo que pasa es que te aseguro que para un chaval de Coruña parecía un imposible dedicarse a la música. En 2001, cuando compongo «Que no», estaba estudiando Turismo en Salamanca, porque yo siempre fui dando palos de ciego, pero yo ya empezaba a entender que sí podía vivir de la música. Lo primero que dice mi entorno es no, eso es una locura, cómo vas a hacer no sé qué. Y de ahí nace «Que no». Una canción contra la idea de no realizar tus sueños (canturrea «No intentes hacerme cambiar/no me pidas ese favor /siento decirte que no»). Es un no a lo que se supone que debo ser. Es un sí a mi sueño de ser músico.
Esa canción es tu primer éxito.
Es curioso que es el propio antídoto a todos mis sentimientos. Yo creo una canción que me cura de mi situación. No sé cómo decirte. Es cachondo, por lo menos.
Es un poco profecía autocumplida de lo que es tu carrera, en la que vas rompiendo con todo. «No vas hacerme cambiar», es decir, que no voy a seguir por este camino. ..
De hecho sí, es verdad que siempre con dudas y siempre con cierto miedo, pero siempre he hecho lo que he querido a pesar de sentir ese miedo. No he sido un loco. Cuando me he tirado a algo, era consciente de que era complicado, difícil e incluso podría ser doloroso. Siempre que ha habido un cambio, una ruptura con algo, algo que incluso pensaba que iba a ser polémico pero si yo lo sentía era como «tengo que hacerlo». Empezando por decantarme por la música, eso fue lo primero que hice. A mis amigos universitarios les dije: «Oye, chicos, yo me bajo de este tren porque tengo una idea».
Te bajas de ese tren y luego vas dejando otros por el camino: la Elephant Band para convertirte en Deluxe, luego abandonas el inglés, más tarde te vas a América y vuelves como Xoel López. ¿Y en el camino pierdes o ganas público?
Pierdes, pero también ganas libertad, es decir, si no, pierdo la libertad. ¿Qué vale más? ¿una parte de tu público o tu libertad como artista? Aunque sea solo por consideración al propio público, uno debe ser lo que es realmente. En un momento que tú estás haciendo lo que una parte de tu público quiere no les estás dando algo auténtico. No sé si llamarlo postureo. Yo quiero pensar que nadie quiere que su artista le finja. Mi único compromiso es ser sincero conmigo mismo y a partir de ahí acepto todas las consecuencias. De hecho, creo que hay que ser humilde en ese sentido. Siempre he pensado que lo que no podía pretender es cambiar y esperar que le gustara a todo el mundo. Siempre he aceptado que en esos cambios había pérdidas de público y es más, entiendo que sea así. Porque si tú cambias no puedes pretender que todo el mundo cambie contigo de la mano. Hay gente que a lo mejor tarda más, a lo mejor se reincorpora, como le pasa a muchos, gente que vuelve porque al final dice: «Me gusta que el tío hace siempre lo que quiere».
¿De dónde salió el nombre Deluxe?
Es tan absurdo como que Xoel López me sonaba a algo que me parecía que no representaba lo que yo quería hacer. Es decir, es una cuestión estética. Lo que pasó fue que me propusieron hacer un disco en solitario. Dos músicos con los que yo había tocado en la adolescencia —en Los Covers de los que hablábamos antes— montaron un sello, Mushroom Pillow. Un día me llamaron al teléfono de mi casa en Salamanca, no había móviles, y me dejaron un mensaje en el contestador: «Hola, soy Marcos, te llamo…». Hablé con él y me propuso grabar un disco. En este momento yo sentía que con Elephant Band las cosas no funcionaban del todo musicalmente y que quería hacer cosas nuevas, abrirme a muchas más cosas. Así que me proponen esto y me tiro a la piscina y grabó el primer disco de Deluxe.
Y lo del nombre fue porque pensaba que si lo firmaba con mi nombre iba a parecer más un cantautor gallego, que no era mi intención en ese momento para nada. En el fondo me faltó valor, porque la solución era poner un nombre que sonase mejor. Yo creo que si hubiera tenido personalidad suficiente para decir yo soy esto y ya está, lo hubiera hecho. Hablando con Marcos, de la discográfica, me acuerdo que se barajaron varias posibilidades. Yo pensé más bien en un nombre de proyecto más que un nombre de artista, y salió Lux, que era una de las chicas de la película de Sophia Coppola Las vírgenes suicidas. De ahí nace el nombre, pero no sé cómo cojones termina en Deluxe, sinceramente. Fue una cosa medio tonta y te digo algo importante: yo pensaba que iba ser un disquito para mí, a la vez que mi grupo, Elephant Band, que esto era un disquito con mis mierdillas. Al final todo pasó rápido: de repente te llaman, sacas un disco con tus canciones, canciones que muchas de ellas habían sido rechazadas por el propio grupo…
Y se va de las manos.
Sí.
Y luego te pasas al castellano. Otra traición.
Ojo, al año siguiente se cambiaron muchos grupos, pero en 2003 sale «Que no», y fue duro porque algunos lo tomaron como una traición. ¿Traición a qué? Ya ves tú, por cantar en inglés. Te decían: «Los artistas underground tenéis que cantar en inglés, en contra del sistema, de lo establecido, en contra de Los 40 Principales». Pero estabas de alguna manera también traicionando a tu propia lengua, a tu propio ser, lo que tú eras y lo que hablabas, en castellano, en gallego o lo que habla cada uno, pero me refiero a que si lo piensas ahora dices, esto es una discusión que ahora parece ridícula. Yo llegué a eso y por suerte ahí fui inteligente y tomé la decisión no sé si es la correcta, pero por lo menos es más armónica con lo que yo estaba sintiendo. Todo cambia en parte porque una serie de grupos también hemos decidido cambiarlo. Igual que ahora tengo canciones en gallego y siento que forman parte de mi repertorio y que lo puede cantar gente en Murcia, Barcelona y en Cádiz —como sucede— en ese momento también pensé que la gente podría escuchar mi música en castellano. Para mí fue como salir del armario, llevaba muchos años con esa idea pero me costaba, como supongo que cuesta salir del armario. Es decir, no creo que sea un proceso de un día, necesitas tiempo. Pues para mí, cantar en español, fue un poco eso.
¿Cuántas veces te han preguntado por tu etapa como líder del grupo Deluxe como si fuera una banda?
Miles, millones de veces.
Me hace gracia porque muy pocas veces te he visto corregirlo.
Porque ya me la suda. Mira, a mi hijo le llaman niña todos los días y tampoco digo nada ya porque, primero, me da igual. Al principio corregía, «no, es un niño», pero ahora ya no digo nada hasta que se enteren y dicen «aaah que es un niño» y yo «sí, sí». Pues esto es lo mismo. Alguna vez dije no, realmente Deluxe no era un grupo, era un proyecto en solitario y ahora la verdad es que paso un poco. Y a veces no me preguntan, a veces directamente lo ponen en un artículo y ya está.
Con Fin de un viaje infinito alcanzas un éxito que es previo a la explosión de fenómenos como Vetusta Morla. Tú eres pionero dentro de esa escena. Pero entonces te vas. Leonard Cohen se retiró a un monasterio y tú a recorrer América. Mucha gente no lo entendió.
Porque era un proceso muy personal, entonces no sé porqué se iba a entender. No tenía mucha lógica para la gente desde fuera, lo entiendo. Es decir, yo mismo no lo tengo tan claro, creo que fueron muchos factores. Primero, con Reconstrucción terminé un contrato editorial que me traía por la calle de amargura. Tenía un mánager con muchos problemas y digamos que lo perdí de alguna manera, y fue bastante traumático para mí. Estas cosas no las digo nunca, pero para mí era superimportante. Además, yo había pasado una época de cambios, de muchas dudas existenciales, de la vida. Años atrás había pasado por una ruptura muy importante y estaba sintiendo que me estaba pasando la vida trabajando con el proyecto Deluxe, que no tenía tiempo nunca para mí, para vivir la vida. Para mí el trabajo es mi pasión, pero en un momento dado empecé a distinguir lo que era trabajo y lo que era la vida.
¿Te asustó la fama?
Es que la fama no me gusta, no es que me asustara, no me gusta. Soy lo menos famoso que puedo ser. Es decir, intento ser lo menos famoso posible para poder seguir viviendo de la música más o menos en condiciones óptimas. Esa es mi teoría, es más, si yo pudiera firmar ahora mismo un papel donde dijera: «vas a seguir viviendo de la música como hasta ahora, pero no va a salir tu cara en ningún sitio, ni tu nombre, ni te van a reconocer por la calle», la firmaba sin contemplaciones.
¿Quieres ser el Salinger de la música?
De hecho, creo que soy mucho más Salinger de lo que la gente piensa, porque detrás de esa imagen de chaval aparentemente normal hay otra versión de mí. Yo entiendo que hay que hacer todo esto porque somos mucha gente implicada en el proyecto, porque la gira tiene que tener X conciertos para que los músicos puedan vivir de la música, para que al técnico de sonido le salga rentable, para que mi mánager esté contento. Y pienso en términos de armonía de todo el entorno que me corresponde. Pero a mí personalmente, lo decía antes, si fuera rico, haría un 10% de las entrevistas. Me dedicaría a tocar la guitarra en mi casa, componer, escuchar música, a leer, a ver películas, a culturizarme, sobre todo a estar con mi hijo, con mi mujer, con mis amigos e ir al campo, que me encanta. Yo soy un Walt Whitman frustrado.
En los discos te has empezado a apoyar en la ayuda de un productor (este último, de nuevo con Ángel Luján). Pero y en las giras, ¿puedes delegar más que antes?
Te pongo un ejemplo. Concierto en Cáceres mañana a las 10 de la noche. A qué hora salgo de casa ¿a las 11 de la mañana? llegada, hotel, check-in, dejar todo, colocar, bajas, comes con la banda, entrevista tal, entrevista y fotos en medios de Cáceres, prueba de sonido, si no hay ningún marrón, dos horas y media, tres, tocas, cenas rápido. Acabas el concierto y un poco de paripé, te acuestas a la una o dos de la mañana y al día siguiente todo el mundo quiere llegar pronto a Madrid y te levantas a las 9. Duermes cinco o seis horas y realmente de lo que es música ha habido una hora y media de concierto y el resto es un curro como cualquier otro. Y no estoy llorando, estoy equiparando el mundo de la música a cualquier otro trabajo. No somos lo que mucha gente pensaba en la España de Franco, los artistas como esa cosa así farandulera de ¡ay… qué bien me lo paso!, y te pasas todo el día bebiendo y borracho. Es un curro de cojones.
Como profesional entiendo que tengo que hacer equis entrevistas, hacerme determinadas fotos, supongo que hay gente a la que le produce placer y yo ya lo digo que no. Lo hago como mucha gente va a su trabajo porque es tu trabajo. Que no piensa la gente que porque hagas lo que te gusta, estás todo el rato tocando la guitarra y cantando, que es lo que me gusta realmente. Al final, de la parte puramente placentera de mi trabajo hay, no sé, un 20%. De hecho, igual que en la época de Deluxe me la pasé trabajando y sacando un disco por año, una vida frenética de ritmo, cuando me fui a América, en parte una de las cosas que buscaba era salir de eso.
La aventura americana: te fuiste para unos meses y te quedaste cuatro años, es un lujo que te pudiste permitir. Quiero decir, es un proceso que debe de enriquecer mucho el alma y poco el bolsillo.
Cero bolsillo, cero. Para mí fue un sacapasta porque luego aún encima nos inventamos la Caravana Americana, que personalmente fue un agujero económico, eso fue algo que me permití. Otros se compraban una casa, otros un coche de la hostia. Yo me fui a América y me lo gasté en una experiencia. Sé que esa vida que llevé allí no era real.
¿Tenía fecha de caducidad?
Claro. Tenía fecha de caducidad. Entonces, bueno, lo disfruté muchísimo y lo recordaré casi con lágrimas, pero no es la vida. O sea, sí es la vida, pero la realidad luego es otra. Eso fue una realidad temporal.
Tú en esa época vienes alguna vez a España y tocas con tu otro proyecto paralelo, Lovely Luna. ¿Ese grupo a medias con Félix Arias sigue vivo?
La amistad sigue perenne e intacta y el proyecto la verdad es que no. Siempre que nos vemos es para tomar cervezas, no estamos haciendo nada juntos en ese sentido. Pero bueno, podría pasar porque no lo hemos dado nunca por cerrado. Nos vemos mucho, hablamos mucho, pero nunca hablamos de esto. Ahora mismo no tiene el sentido que tuvo.
¿Llegaste a tener un desencuentro con las canciones de Deluxe?
No, no tengo ningún desencuentro, de hecho, al revés. Si te fijas, precisamente con la última etapa de Deluxe me siento muy identificado todavía, me encanta. Ahora mismo podría hacer un repertorio solo de esa última etapa de Deluxe para un evento y me lo han ofrecido, pero he dicho que no, porque sería raro. Es más, en América yo tocaba los temas de Deluxe y era una situación muy bizarra. La gente venía y me decía «oye, quiero comprar tu disco», y yo decía que no tenía disco, que estaba tocando canciones nuevas y canciones viejas de un grupo que se llamaba Deluxe.
Tu tocabas las canciones de Deluxe allí y dices que los dos últimos discos de Deluxe los sigues sintiendo muy cercanos, pero cuando vienes a presentar a Atlántico en España causa cierto estupor entre tu público de siempre…
Recuerdo un festival en Madrid y lo recuerdo como un fracaso, un fracaso no personal, sino un fracaso del repertorio, de la propuesta. Luego me acuerdo que salió Nacho Vegas y estaba al día y nos pegó un arrase brutal, y yo ahí con mi proyectillo de: «Vengo de América con una guitarra española y estas son mis canciones».
Me refería más a escucharte cantar una bachata, por ejemplo, en un concierto.
Sí, pero era como yo lo estaba viviendo. En mi casa escuchaba bachata de toda la vida. Tengo un vínculo con República Dominicana muy particular, vía familiar, pero es que además yo estaba escuchando bachata en ese momento, no escuchaba a los Who. Y además con el cambio de nombre y el nuevo disco sí que entendía que me lo podía permitir, más viniendo de América Latina. Pero sí, fue una época que me toco mucho explicar: vienes y haces una bachata, ¿tú de qué vas? Lógico. Yo lo entiendo. Fue una etapa dura para mí porque yo soy fiel a lo que siento pero no quiere decir que no lo pase mal. Obviamente, si ves que a la gente le cuesta, que tu público de antes puede rechazarte, joder, pues lo pasas mal, pero al mismo tiempo qué puedes hacer. Tienes que ser fiel a lo que te sale y a lo que haces.
Tú estás dispuesto a todo eso, a pagar ese peaje con tal de ser coherente contigo mismo.
Eso es. Y no me sale mal. Si te fijas, es una cosa de ensayo y error también. Hay una idea detrás, no soy un kamikaze. Es lo que te decía antes. Yo soy aventurero, pero no soy un loco. Si te fijas, todo lo que fui haciendo antes era la misma ecuación pero en pequeño, cada vez más grande. Los cambios yo ya me di cuenta en un momento dado por ensayo y error que no eran tan traumáticos y al final se pasaban. Entonces empecé a pensar en futuro, empecé a pensar en lo que quería ser como artista y lo que eran mis principios y sabía que a la larga compensaba.
Decías antes que recuerdas con lágrimas el paso por América.
La fascinación por América, por un lado, la gente que ahora tuve que dejar aquí, luego me tocó dejarlas allí, pero sobre todo también el lujo de estar viviendo esa situación en ese contexto de fascinación, en esa situación mía. Me podría permitir el lujo de bucear en cosas porque tenía tiempo, era la primera época de Spotify. Yo me fui sin discos porque yo pensaba volver y al final me quedé un montón de tiempo. Y me acuerdo que el Spotify echaba fuego. Era como ¡dame todo para mí! y era música, música, música… Joder, nos hicimos una lista compartida que echaba fuego. Y ahora no hay manera de sacar, cuesta mucho más. Cada semana escucho veintidós o veintitrés canciones que me molan, pero antes era un afán por descubrir esto y lo otro, y entraba en tal y tal mundo, y me llevaba al otro. Entonces descubrí el vínculo que hay había entre la música africana y la música española y la música originaria de América con los ritmos. Empezabas a investigar de dónde venían aquellos esclavos y cómo eso influía en los ritmos de cada zona de América y empecé a interesarme por la música africana, empecé a recordar todo lo que había aprendido en mi casa porque todo este afán por las culturas del mundo, músicas del mundo, me viene por una cuestión familiar. En mi casa realmente había discos de todo tipo. Es decir, esto de la diversidad que me define, en realidad me viene de casa.
En ese proceso de conocimiento y estudio ¿has matado a muchos ídolos por el camino? ¿gente que admiraste y ahora no te dicen nada?
No, no creo que haya nadie que haya admirado y ahora no me diga nada. Ese salto así grande no lo he vivido, lo que pasa que ahora me da todo bastante más igual en general. Cosas que antes me importaban, ahora me la sudan, y no sé por qué. Pero algo cambió. Es lo que te decía. En 2003 salía yo en la portada, y ahora si te fijas en la portada de Atlántico salgo con una máscara que no se sabe si soy yo. En la de Paramales ya no aparezco yo, no hay figura humana, y este nuevo es un dibujo artístico del diseñador. Entonces, claramente hay una especie de desapego de mi propio ego o algo así que me hace ser mucho más libre y mucho más pasota, digamos.
Fíjate que resulta curiosa la necesidad que tienes de matarte a ti mismo. Te pones Deluxe para no cantar como Xoel López y ahora que cantas como Xoel pones carteles porque no quieres aparecer.
Creo que tiene más que ver con quitarse capas, algo así. Pero también con matar el ego, no matarme a mí. Yo creo que mato a la parte más egocéntrica de uno. Yo me di cuenta cuando me fui a América que nadie depende de tus canciones. Aquí la vida siguió y cuando volví no me estaban esperando multitudes, al contrario, me tocó picar piedra, empezar de cero y eso fue una gran cura de humildad. Es decir, no eres tan importante, no te necesitamos. Y es verdad. El mundo no depende de mí en ningún sentido.
¿Y en este momento de matar a tu ego, el libro de poesía que acabas de publicar —Bailarás cometas bajo el mar (Editorial Espasa)— qué ha significado?
Cómo nace y de dónde viene es de un lugar, digamos, mucho más mundano. Yo creo que escribo estos poemas para que estén en mi familia, para que pueda leerlos mi hijo dentro de cuarenta años.
¿Te ves también como un músico haciendo poesía o te ves como un poeta?
No, me veo como un músico. Es lo que creo que soy. Las palabras pueden ser cárceles, ojo. Yo no creo en las fronteras y tampoco en las fronteras lingüísticas en el sentido de que las palabras creo que son una trampa muchas veces. ¿Dónde acaba un poeta y empieza un escritor de canciones? Realmente, es una pregunta que nadie puede responder. Absolutamente nadie en el universo. Entonces, partiendo de esa base te puedo decir misa, qué más da. Obviamente, estamos hablando con palabras porque tenemos que comunicarnos pero yo te diría que me la suda, me da igual.
¿Era eso en el fondo? Cuando le dieron el Nobel de Literatura a Bob Dylan mucha gente defendió que la literatura en realidad es algo permeable y que no tiene fronteras. Porque seguramente nadie le ha escrito al siglo XX como Bob Dylan.
Yo leo libros de letras como los libros de poesía, exactamente igual. Sí noto diferencia estética pero en algunos casos no.
¿Qué diferencia hay entre el libro de letras de Dylan que siempre has consultado y un libro de una poeta gallega que tengas ahora en la mesilla?
A veces ninguna, otras veces sí. Quiero decir, cuando uno marca la línea entre Asturias y Galicia está inventándose una línea. Es decir, es mentira, los de Ribadeo y los de Vegadeo son mucho más parecidos que los de Vigo y Oviedo y eso no lo puede negar nadie, sin embargo unos son gallegos y otros asturianos.
Pero estilísticamente ¿hubo un proceso de escritura de los poemas? ¿es el mismo proceso que sigues para hacer una letra de una canción?
Depende. Por ejemplo, escribiendo canciones, tengo muchas que no pueden aguantar a lo mejor el papel y también hay muchas cosas que escribo como poemas y no podrían ser canción, por la estructura. En algunos casos es aforismo y en algunos poesía. A ratos es una cosa entre canción y poesía. Yo soy más libre escribiendo poesía que canciones. Creo que estoy más condicionado métricamente cuando hago canciones que cuando escribo poesía.
¿Mejor rehuir de las etiquetas?
Yo he ido a cantar «Negra sombra», basado en un poema de Rosalía de Castro, con la Orquesta Sinfónica de Galicia, y no me entendí con el director de la orquesta. Me dijo: «Pensé que eras músico». Imagina. Obviamente, agarré y me fui pero me dijo: «Pensé que eras músico». O sea, que me paso las palabras por el forro. Para él era como un insulto. Si ser músico es lo que eres tú, entonces no me interesa. ¿Pero qué es ser músico? Yo no toco en la Sinfónica, yo soy músico de canción popular, mi poesía es popular, es sencilla porque eso es lo que yo soy. Soy un tipo bastante campechano.
Dentro de veinte años, ¿Cómo te gustaría que te recordaran en tu carrera?
Como una persona que hizo lo que sintió en cada momento, con los pros y contras. Es decir, con los posibles errores o no, porque los errores son un concepto muy relativo en el arte. Y, sobre todo, que me recordasen como alguien honesto que hizo lo que pudo. En el fondo, no es más que eso.
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