Ali Eskandarian. Foto: Lebowski Publishers.
El músico irano-estadounidense Ali Eskandarian (1978) escribió en secreto durante meses. Sus frases poseían ritmo, casi se leían golpeando el pie contra el suelo, siguiendo un compás, como con algunas canciones. En septiembre de 2012 envió un mail a Oscar Van Gelderen, propietario del sello holandés Lebowski Publishers. Era el único editor que conocía. Habían contactado semanas atrás en Manhattan, para la inauguración de una exposición titulada Made in Iran, con obras de Icy & Sot, dos artistas callejeros, también iraníes, que acababan de dejar atrás su país. Alguien le habló a Van Gelderen de Eskandarian y del grupo con el que tocaba habitualmente, los Yellow Dogs, y los contrató para que actuasen en la galería. Primero cantó Eskandarian en solitario, y después con el grupo. En su página de Facebook, la banda definía su música como pschedelic dance post punk. La impresión de Van Gelderen se resumía en que «Ali era auténtico. Fui a felicitarlo al final, mientras él y los Yellow Dogs y Icy & Sot fumaban en el jardín trasero».
Los Yellow Dogs habían huido de Teherán en 2010, con la esperanza de hacer música en libertad. «No puedes ser una estrella del rock en Irán. Va contra la ley cultural», decía el mánager del grupo, Ali Salehezadeh. Al aterrizar en uno de los aeropuertos de Nueva York los esperaba Eskandarian, que vivía en Norteamérica desde 1992. «¿Que tal una cerveza, caballeros?», les propuso después de ayudar a los jóvenes músicos con sus maletas. «¡Vuestras primeras cervezas en América!», añadió con una entusiasta bienvenida, antes de pasar a ofrecerles también el primer canuto.
The Guardian contaba en 2014 que «según un cable del Departamento de Estado estadounidense publicado por Wikileaks, la banda formaba parte de la escena underground “pequeña pero loca” de Teherán». Ya en América, cosecharon cada vez más seguidores con su «intenso post-punk», según la revista Rolling Stone. Al criterio de The New York Times en poco tiempo los Yellow Dogs «habían encontrado un sonido: una parte punk, una parte garaje rock y otra parte de su propia invención».
En ese mail, pasado el verano, Ali Eskandarian se disculpaba ante Van Gelderen por su atrevimiento, y le explicaba que había estado trabajando en una novela. «Aún no he probado suerte con ningún editor o agente de los Estados Unidos», admitía. El libro trataba de «alguien como yo», llamado Ali, y que es «un inmigrante, hijo de la guerra, rockero y artista, que trata de vivir en un mundo moderno que encuentra exasperante/fascinante». El sexo y las drogas son las constantes en la vida del protagonista. En cambio, a pesar de ser un músico, acerca del rock and roll se muestra reticente. Apenas menciona su faceta musical, lo que algunos críticos atribuirán a que en la época en la que escribió la novela estaba desencantado con la industria de la música. Al final del mail se preguntaba si podría enviarle el manuscrito.
Van Gelderen aceptó y dos semanas más tarde la novela descansaba a su mesa. Al leer en la primera página Inmigrante americano pensó: «Dios mío, espero que el libro sea mejor que el título». Apenas se adentró en la obra, «no podía creerme lo buena que era: fresca, divertida, salvaje, sin censuras, elocuente, cruda, pura». Se apresuró a responder al autor: «Publicaré esta criatura, cueste lo que cueste». No obstante, había un problema: Van Gelderen era un editor holandés. Tendrían que buscar uno inglés o americano. «¡Ah, otra cosa! Cambiemos el título por Golden Years», propuso.
La vida tiene a veces extraños trámites, y Ali Eskandarian murió sin ver su novela publicada. Eso fue en 2013. Tenía treinta y cinco años. Golden Years fue adquirida por el sello británico Faber & Faber, que no la publicó hasta 2015. The Guardian la recibió como «la gran novela Beat punk», elevándola a obra clásica de culto, y comparando al autor con el Jack Kerouac de En la carretera, el Hunter S. Thompson de Miedo y asco en Las Vegas y el Jay McInerney de Luces de neón. El editor creativo Lee Brackstone explicaba en la nota que encabezaba el libro que ya la primera versión de la obra rebosaba «vida, amor y sexo», y cargaba con las ambiciones de la eterna juventud. «Las frases son el ADN de una novela y en el borrador de Golden Years resultaba evidente el talento de Ali para la composición literaria. Ese amor al lenguaje y a sus ritmos, así como la capacidad para captar el caos musical de la vida, constituyen el núcleo esencial que late en el corazón de este libro».
Publicado recientemente en español bajo el título Sexo, exilio y rock and roll (Malpaso), narra los años más salvajes y destructivos de su protagonista, cuando se va a vivir a un amplio loft de Williamsburg, en Brooklyn, con los componentes de los Yellow Dogs, media docena de personas en total, «y muchas más entrando y saliendo a todas horas». Para entonces, su carrera y su vida personal habían descarrilado varias veces. Ali se aferraba a su atractivo para las mujeres y a las drogas para alimentar su autoestima, al tiempo que se sostenía al último peldaño de la industria musical. En una de esas jornadas comunes que se resumían en beber y fumar, y hablar de encargar un poco de cocaína, se topó con la reflexión que mejor resumía su fracaso: «Por qué demonios no somos capaces de hacer algo útil con nuestras vidas es algo que me supera. Tenemos todos los instrumentos y también la mano de obra a nuestra disposición, pero preferimos dejar de lado las cosas reales y contribuir al absurdo».
En el segundo mail que dirigió a Van Gelderen le explicaba que él y su familia habían salido de Irán en 1989, tras sobrevivir a años de guerra con Irak. Tomaron un vuelo a Roma, después otro a París, donde permanecieron dos días antes de viajar a Bélgica, para al fin recalar en Alemania. Pero en 1992 se trasladaron a Estados Unidos. Eligieron Dallas. Allí Ali estudiaría teatro y producción cinematográfica, para después dedicarse a la música. Pronto empezó a pensar en irse a Nueva York y «tocar con los tipos importantes». En aquella época «yo tenía ambición y una cabeza bien amueblada». En 2003 al fin se marchó. Se buscó un mánager y al poco estaba pisando escenarios y firmando contratos. Tocaba en festivales, entró en el circuito de las universidades y ganó dinero. Pero siempre vivía en la cuerda floja. «Los problemas del mundo nunca permanecieron muy lejos de mis pensamientos, y probablemente fue eso lo que acabó jodiéndome. Eso y las drogas. La década fue acelerándose y al final escapó por completo de mi alcance. El periodo entre 2007 y 2009 fue como una gran mancha borrosa, y en 2010 todo había terminado para mí», señala el narrador del libro, que si bien «está considerado como ficción, su protagonista, Ali, apenas se separa del verdadero Eskandarian por el ancho de la cuerda de una guitarra», señalaría Marcel Theroux en The Guardian.
Solo quería ser músico pero, admitía, a menudo es un crimen ser artista en Norteamérica. «Es una vida vivida al borde o por debajo del nivel de la pobreza, salpicada de innumerables calamidades espirituales, tendencias suicidas y graves malentendidos con otros seres humanos respecto a todos los aspectos de la existencia. Por no hablar de la cerveza barata y el whisky, la soledad, el dolor, la enfermedad, la pena, la tristeza, los escrúpulos, la malnutrición, el sexo barato, la priva, las lágrimas, el pesar, la vergüenza, la culpa, el vicio, la angustia, la miseria, el júbilo, la jactancia, los retrocesos, los avances, el folleteo, el chupeteo, el ser follado, el estar continuamente sin blanca, siempre sin blanca, a veces convertido en una estrella, una estrella por una noche, las promesas, las promesas, la maquinaria en movimiento, la noria girando, el potencial, las chicas, el dinero, el sexo, el poder, la calma, el rock, la fantasía, el sueño hecho realidad, las galerías de arte, la pintura, los lienzos, los papeles, los bolígrafos, las computadoras, las drogas, la priva, las chicas, los chicos, los amigos, las zorras, las brujas, las putas, los cabronazos, los borrachos, los drogatas, los yupis, los ricos, los pobres, los mánagers, los agentes, las chicas, las chicas, las chicas, el pelo oscuro o claro, las ropas, las guitarras, las baterías, los técnicos, montarte tus propios equipos, escribir una canción, una buena canción, una mala canción, una canción de mierda, vender millones de…»
A Van Gelderen no le gustaba esperar, y mientras buscaba un editor británico, abrió para Ali una página en Facebook, una cuenta en Twitter y una página en Medium.com, que en Lebowski Publishers acostumbraban a utilizar para publicar relatos, poema y todo tipo de textos. En octubre de 2012 empezaron a subir a la web algunos pasajes de la novela. Lo hicieron durante un año, tiempo en el que no dejaron de realizar gestiones para dar a conocer al autor en el mundo editorial. El 10 de noviembre de 2013 colgaron un nuevo texto. Ali, relataría Van Gelderen, «me contestó diciendo que le encantaba la imagen que había escogido para ilustrar el extracto».
Al día siguiente Eskandarian estaba muerto.
Junto a él fallecieron dos miembros de los Yellow Dogs y uno de los componentes del dúo de artistas Icy & Sot quedó herido. El asesino se llamaba Ali Akbar Mohammadi Rafie. Eran viejos conocidos. Mohammadi Rafie había colaborado con ellos, así como con los Free Keys, pero las cosas no habían salido bien. Acusaban a Rafie de haberles robado dinero. Trastornado por su situación, el 11 de noviembre Mohammadi Rafie se presentó en la casa de los Yellow Dogs, en el 318 de Maujer Street. Para esas fechas habían dejado el loft de Williamsburg y vivían en un gigantesco apartamento de dos plantas en Bushwick, también en Brooklyn. Según The New York Times, que citaba las palabras de John J. McCarthy, portavoz del Departamento de Policía, el agresor accedió a la vivienda a través de los techos adyacentes. En uno de ellos encontraron la funda vacía de una guitarra, que empleó para transportar el rifle de asalto que utilizaría en el ataque.
Ali Eskandarian fue el primero en cruzarse en su camino. Le disparó a través de una ventana: le acertó en la cabeza. Después abatió a Arash Farazmand, batería de los Yellow Dogs (veintiocho años), y a su hermano el guitarrista, Soroush (veintisiete). Al artista callejero Sasan Sadeghpourosko, Sot (veintidós), lo hirió en un brazo; Icy resultó ileso. Los otros dos miembros de Yellow Dogs, Koory Mirz, el bajista, y Siavash Karampour, el vocalista, no estaban allí en ese momento. Rafie aún atacó a dos inquilinos más del edificio, sin fatales consecuencia, antes de dirigirse a la azotea del edificio y pegarse un tiro en la cabeza. The New York Post recogió el testimonio de un vecino que aseguraba haber escuchado cuarenta y cinco disparos.
Tres días después del ataque los supervivientes del grupo emitieron un comunicado. «Todavía estamos aquí, todavía respirando, pero con un enorme agujero en nuestros corazones. Por ahora es imposible imaginar un futuro sin nuestros amigos, y ninguna explicación puede tener sentido o empezar a justificar lo que ha sucedido en nuestras vidas». Afirmaban estar «en estado de shock, temor, cegados por la ira y paralizados por el dolor». Solo unos días antes creían que su futuro era brillante. «Arash acababa de recibir el asilo político y Soroush estaba trabajando duro en nuevo material para los Yellow Dogs». En cuanto a Ali Eskandarian, precisaban, «casi había terminado con su libro de memorias».
La entrada Sexo, drogas y nada de rock and roll aparece primero en Jot Down Cultural Magazine.
No comments:
Post a Comment