En unos días se estrenará Piratas del Caribe: La venganza de Salazar, quinta parte de una saga estratosféricamente rentable que ha sabido reavivar con mucho colorido, acción y humor la mitología en torno al mundo de los piratas que durante tantas décadas ha elaborado Hollywood. Porque los filibusteros y corsarios reales, no nos engañemos, eran algo menos vistosos y ahí estaba por ejemplo la bandera un tanto emo de Barbanegra, nos cuesta creer que inspirara terror en su tiempo… Por suerte la ficción tomó el relevo y en el siglo XIX apareció Stevenson para fijar en el imaginario colectivo los tópicos fundamentales en torno a la piratería. Ilustrando sus libros llegó también Howard Pyle, que vistió con ropajes y abalorios gitanos a aquellos marinos renegados y con ese aspecto han quedado para la posteridad.
Cuando llegó el cine en el siglo siguiente ya tenía la mitad del camino recorrido. Así que Errol Flynn y Burt Lancaster convirtieron a estos antihéroes en pícaros y galanes legendarios y de su mano, entre otros, pudimos ver los motines reprimidos por el contramaestre con latigazos ante el palo mayor o lanzando al grumete a los tiburones, a los malvados españoles que se empeñan inútilmente en repeler los abordajes, los náufragos en islas paradisíacas que además ocultan grandes tesoros… Todo esto se juntó en la mente de Ron Gilbert, que a la manera de una batidora genial nos regaló la aventura gráfica The Secret of Monkey Island, de la que bebe con toda desvergüenza esta entretenida saga que ahora continúa con Javier Bardem. Qué mejor excusa para recordar aquellas antiguas películas de piratas que más huella nos dejaron; voten su favorita o añadan la que deseen.
(La caja de voto se encuentra al final del artículo)
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La isla de los corsarios
Imagen de Universal Pictures.
«Playboy de Occidente y símbolo fálico universal», si alguien sabía escribirse una bio ese era Errol Flynn, un aventurero que se atrevió con todo: fue boxeador, cazador de cocodrilos, buscador de oro, dinamitero, novelista… Vino a España como corresponsal en la Guerra Civil huyendo de la mujer con la que se había casado, donde fue recibido por el bando republicano como la celebridad que era, y más adelante, aunque no pudo combatir en la Segunda Guerra Mundial como le hubiera gustado, colaboró con los servicios secretos británicos, hasta que finalmente acabó alcoholizado y viviendo en un barco. No es de extrañar que ahora mismo esté rodándose un biopic sobre él, a cargo por cierto de un veterano de la industria, quien fue el director de Los inmortales. De todas sus facetas la que le proporcionó mayor celebridad fue la de actor, protagonizando papeles de aventurero y, muy especialmente, de pirata. Aquí compartió protagonismo con Maureen O’Hara y Anthony Quinn.
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La isla del tesoro
Imagen de Warner Bros. Pictures.
La cultura universal es una sucesión de refritos hasta que de vez en cuando aparece alguien realmente creativo con una obra bajo el brazo que abre nuevos caminos, como fue el caso de Robert Louis Stevenson con La isla del tesoro. En ella estaba todo lo fundamental en torno a la piratería, lo demás son anotaciones a pie de página. Salvo, eso sí, el parche en el ojo, del que no hay una sola mención en la novela y luego se convertiría en un elemento imprescindible. Hay quien sostiene que los piratas con este complemento realmente existieron, no tanto porque hubieran perdido un ojo (¿en la punta del garfio de otro pirata?) sino para acostumbrarlo a la oscuridad y de esa manera en un abordaje poder entrar bajo una cubierta, que estaba a oscuras y donde no podían esperar a adaptar su visión sin ser atacados. La idea tiene sentido y los Cazadores de mitos demostraron que podía funcionar. En cualquier caso, volviendo a la novela, ha contado con más de veinte adaptaciones a la pantalla de entre las que cabe destacar esta que contó con Charlton Heston, Christian Bale y Christopher Lee, además de una estupenda banda sonora a cargo de The Chieftains.
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El capitán Blood
Imagen de Warner Bros. Pictures.
Aquí tenemos de nuevo a Errol Flynn, encarnando a otro héroe que tras combatir del lado de los franceses contra los españoles y de los españoles contra los franceses, pretende llevar una vida apacible como médico. Pero el destino le tiene reservado liderar una rebelión de esclavos que se convertirán en filibusteros con él por capitán. Tras una breve aparición en The Case of the Curious Bride esta fue la primera colaboración del actor con el cineasta Michael Curtiz, que se repetiría hasta en diez ocasiones.
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El halcón del mar
Imagen de MGM.
El cine de piratas nos ha acostumbrado a ver la cruz de Borgoña como si de la esvástica se tratase y en este caso fue casi literalmente. La narración comienza con un Felipe II que se jacta del dominio de España sobre todo el planeta… salvo sobre una isla «tan estéril y traidora como su reina». Esta por su parte afirma no desear la guerra, pero «cuando la desmedida ambición de un hombre amenaza con devorar el mundo, se convierte en una solemne obligación de todos los hombres libres afirmar que el mundo no pertenece a un hombre sino a todos». No hace falta añadir que se rodó en 1940, en lo que fue otra de las colaboraciones Flynn-Curtiz.
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El temible burlón
Imagen de Warner Bros. Pictures.
El otro nombre que no puede dejar de mencionarse junto al de Flynn es el de Burt Lancaster, especialmente por este clásico del cine. Esta era una de esas películas que TVE emitía periódicamente hace años, así que forma parte de la infancia de muchos espectadores.
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Seguros permanentes Crimson
Imagen de Universal Pictures.
El sentido de la vida de los Monty Python se estrenó en los cines precedido de este cortometraje de Terry Gilliam, dado que por su duración y estilo vieron que no terminaba de integrarse en la película, de la que pese a todo puede decirse que forma parte. Hasta la más anodina oficina puede convertirse en un campo de batalla y dentro de cada hastiado empleado hay un pirata deseando salir, así que una vez estalla el motín ya no habrá rascacielos que se resista al abordaje. El argumento está vagamente inspirado en la película anterior.
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Rebelión a bordo
Imagen de MGM.
Claro que si hablamos de motines nada como acudir al original. En el año 1789 la tripulación del HMS Bounty se rebeló contra su capitán, a quien dejaron a la deriva en una barca, y a continuación se instalaron, la mayoría para el resto de sus vidas, junto a las mujeres tahitianas que habían conocido meses antes. El suceso dio mucho que hablar e inspiró diversas historias, estaba destinado a ser material de celuloide. La primera versión fue australiana, es la que lanzó al estrellato a Errol Flynn, quien por cierto aseguraba ser descendiente de uno de aquellos amotinados. A continuación hubo otra con Charles Lauhhton y Clarke Gable, luego la que tenemos sobre estas líneas con Marlon Brando, que se metió tanto en el personaje que se enemistó con el actor que interpretaba al tiránico capitán, Trevor Howard, y se enamoró de una tahitiana, que sería su tercera esposa. Finalmente hubo otra adaptación en 1984 con Anthony Hopkins y Mel Gibson.
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Simbad y la princesa
Imagen de Columbia Pictures.
La Alhambra fue uno de los escenarios del rodaje en 1958 de esta producción de Hollywood, la primera de una trilogía dedicada al marino de Las mil y una noches. Por su parte, el técnico de efectos especiales Ray Harryhausen añadió unas fantásticas criaturas que son las auténticas estrellas de la película.
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Piratas
Imagen de Carthago Films S.a.r.l.
La comedia no es un género en el que Polanski se haya prodigado, aunque ha demostrado solvencia primero con la inolvidable El baile de los vampiros y en 1986 con esta otra historia. Si bien tener a Walter Matthau en el papel de ese pirata que prefería vivir sin cabeza a vivir sin oro lo hizo mucho más sencillo, una elección más acertada para el personaje que el actor inicialmente previsto, Jack Nicholson.
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La princesa prometida
Imagen de MGM.
El temible pirata Roberts es conocido en los siete mares por no hacer prisioneros… aunque siempre se puede hacer una excepción, como con el protagonista, que aprenderá su manejo de la espada y heredará su nombre y barco. Su leyenda se convertirá así en parte fundamental de este cuento de hadas que encandiló a una generación.
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Los robinsones de los mares del sur
Imagen de Walt Disney Pictures.
La primera vez que los piratas se convirtieron en personajes de ficción fue en la novela Robinson Crusoe. Dado el enorme éxito que cosechó le siguieron toda clase de copias más o menos inspiradas, entre las que se encontró El Robinson suizo, escrita a comienzos del siglo XIX, que más adelante conoció varias adaptaciones al cine, siendo esta la más memorable.
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Viento en las velas
Imagen de 20th Century Fox.
Aquí tenemos de nuevo a Anthony Quinn, que esta vez se hizo acompañar de James Coburn. Ambos son sin duda lo mejor de una narración un tanto escasa de fluidez en torno a una familia inglesa residente en Jamaica, que tras el huracán del título original decide enviar de vuelta a Inglaterra a los niños. El barco será interceptado por un pintoresco grupo de asaltantes con el que los niños no tardarán en congeniar, al fin y al cabo desde John Silver y el Capitán Garfio los piratas, al renunciar a integrarse en el mundo de los adultos y no obedecer más ley que la fuerza y el viento, sintonizan a la perfección con la infancia. Lo expresó con otras palabras Roger Callois: «Decir que los niños creen en el tesoro es decir muy poco. Los niños poseen tesoros… Sin que se den perfecta cuenta de ello, los afanes y los gustos de los filibusteros no son más que un eco desmesurado de los suyos».
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Piratas del Caribe: la maldición de la Perla Negra
Imagen de Walt Disney Pictures.
Concluimos precisamente con aquella que abrió la saga, tal vez no necesariamente la mejor aunque sí la más original, pues las siguientes sencillamente repitieron la fórmula. La explicación oficial para evitar problemas legales es que la productora, Walt Disney Pictures, buscaba adaptar al cine las atracciones de piratas de sus parques Disney World. Pero si tenemos en cuenta que estaba implicada en su desarrollo Lucasfilm, propietaria de la antigua LucasFilm Games, autora de célebres aventuras gráficas… entonces no necesitamos la pericia de un corsario para atar cabos y ver que Guybrush Threepwood ahora pasa a llamarse Will Turner. La película inició una saga que en la mejor tradición del cine de piratas desborda vivacidad y espíritu aventurero, lleva recaudados más de un gritón de dólares y ha tenido entre otros muchos aciertos el de incluir, en su tercera entrega, a Keith Richards como pirata, concretamente como el padre de Jack Sparrow.
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