Drive. Imagen: FilmDistrict.
En la Ipanema de 1962, desde una mesa del bar Veloso en la esquina de Prudente de Morais y Montenegro, Vinícius de Moraes sudaba las tardes intentando encajar versos sobre una composición musical de Tom Jobim. El objetivo era redondear de manera definitiva el tema «Menina que passa», una canción nacida para formar parte de una comedia musical titulada Dirigível, pero ni Moraes ni Jobim parecían estar contentos con una letra original que hablaba de vivir cansado de todo y con miedo de amar. La inspiración llegó al contemplar los andares de una chica de diecisiete años (Helô Pinheiro) que rondaba los alrededores del bar, y la canción mutó hasta convertirse en un piropo inflado de acaramelada y pegadiza melodía que acabó titulándose «Garota de Ipanema» porque ponerle «Viejo verde: el musical» a un tema que le cantaba a las caderas de una niña hubiera sido demasiado redundante.
Un año más tarde, Norman Gimbel adaptó la letra original al inglés y Astrud Gilberto se encargó de grabar las nuevas estrofas junto a João Gilberto y Stan Getz en una versión titulada «The girl from Ipanema» que se convirtió en un éxito descomunal. Con el paso del tiempo aquella bossa nova dedicada a los paseos de una chica se convirtió en uno de los tres temas más versionados de la historia de la música, por detrás del «Yesterday» de The Beatles y a la altura del «Bésame mucho» de Consuelo Velázquez, y voces como las de Ella Fitzgerald, Shirley Bassey o Diana Krall grabaron versiones donde el género de la figura andarina junto a la orilla era masculino. El impacto de la canción fue capaz de alterar el mundo: aquel bar Veloso se convertiría en Garota de Ipanema y la esquina Prudente de Morais y Montenegro en la rua Vinicius de Moraes, las mascotas olímpicas de Río 2016 se bautizaron como Tom y Vinicius en honor a los compositores, y Frank Sinatra se metería en un estudio para grabar un par de álbumes de bossa nova junto a Jobim. En el mundo del entretenimiento audiovisual, la «Garota de Ipanema» sufrió un destino menos glamuroso y más confinado: el de convertirse en la banda sonora de todos los viajes en ascensor.
Música para adultos
En los mundos de ficción es prácticamente imposible entrar en un ascensor y no tropezarse con música ambiental en el aire. Hasta el punto de que resulta extremadamente fácil acotar en tres categorías todos los hilos musicales que aparecen durante esos paseos en ascensor de las películas y series televisivas: puede tratarse de la propia «Garota de Ipanema», de alguna versión Hacendado imitando el clásico de Jobim y Moraes pero distanciándose lo justo como para no pagar por los derechos de autor, o en su defecto del corte «Theme for a summer place» de Percy Faith, la versión instrumental de un tema de la película En una isla tranquila al sur.
La «Garota de Ipanema» ha asomado sus caderas por los ascensores de El color del dinero, El secreto de Thomas Crown (1968), Inocencia interrumpida, Babe: el cerdito en la ciudad, Dos buenos tipos, Mr. Nice, Matrix reloaded, Deep rising, o La jungla: un buen día para morir. En el cine de acción la melodía se convirtió en un recurso muy socorrido por infalible: insertar una visita a ese cubículo de música relajada entre los combates sangrientos y los tiroteos salvajes resultaba cómico por puro contraste, tal y como como sucedía en Señor y señora Smith durante la contienda final. Granujas a todo ritmo (The Blues Brothers) construyó una de sus mejores secuencias al mostrar el recorrido en ascensor, a ritmo de «Garota de Ipanema», de unos impávidos hermanos Jake (John Belushi) y Elwood (Dan Aykroyd) salteado con las escenas de una movilización descomunal de las fuerzas del orden.
Toy story 2, Amanecer de los muertos, Noche en el museo y las series Castle, Padre de familia, Vaca y pollo, Metalocalypse o Chuck también introdujeron bossa nova en sus elevadores. Bloodsucking bastards arrancó su propio tráiler con la escena que sirve de epílogo al film: tres personajes bañados en sangre viajando en un ascensor con hilo musical. En el videojuego matatodo Rise of the triad algunos ascensores tenían su propia banda sonora para hacer más amenos los trayectos entre las masacres de soldados. Los elevadores del Zero Tolerance de Megadrive llegaron acompañados de una tonadilla descaradamente similar a la «Garota de Ipanema» de Jobim. Otros juegos como GoldenEye 64, Mass effect, Max Payne o Fallout 4 también insertaban melodías relajadas durante los viajes en ascensor a modo de alivio cómico entre escenas de acción. En el caso de Blood si el jugador decidía reventar a tiros los altavoces para acabar con la música ambiental el protagonista del juego tenía el detalle de darle las gracias. Ninja Turtles, aquella resurrección moderna de las Tortugas Ninja noventeras, esquivaba la musiquilla de ascensor pero mostraba a los quelonios improvisando con beatbox una tonada en la que probablemente sea la única escena salvable de la película.
Hate on an elevator
Capitán América: El soldado de invierno. Imagen: Walt Disney Studios Motion Pictures
Curiosamente el cine también ha convertido al ascensor en un escenario clásico de la acción al utilizarlo como herramienta para elaborar set pieces. La naturaleza de espacio escaso, y sin escapatoria posible, ha servido para que gente muy amiga de la tollina lo convirtiese en un ring donde apilar trombas de hostias confinadas y tiroteos a distancias cortas: en sus interiores el Capitán América descalabró a una decena de soldados en El soldado de invierno durante una secuencia que la serie Community homenajeó con pistolas de paintball, Takeshi Kitano intercambió disparos en Sonatine, Ray Liotta acabó convertido en colador durante Ases calientes y Arnold Schwarzenegger le dio una paliza a Michael Ironside en el Desafío Total original mientras Collin Farrell y Jessica Biel lidiaron con Kate Beckinsale y un bombazo en el remake. John McClane (Bruce Willis) también gustaba de juguetear mucho entre ascensores, en La jungla de cristal original los utilizó para enviar recados a los terroristas o volar medio edificio, en la tercera entrega de la franquicia detonó un tiroteo sangriento en el interior de uno de ellos al desenmascarar a unos falsos policías y en La jungla 4.0 sepultó a una villana, con coche incluido, en el hueco del elevador. Drive convirtió un viaje en ascensor en una de sus escenas icónicas combinando un beso pasional a la querida con una bestial paliza al matón.
Entretanto los videojuegos de acción noventeros instauraron el ascensor como plató obligatorio porque aquello ahorraba trabajo a los grafistas: todo beat'em up (un género centrando en hacer justicia abriéndose paso a puñetazos entre ejércitos de punkis) respetable incluía como mínimo un nivel donde los héroes tenían que sobrevivir a un trayecto en ascensor regado de sicarios agresivos. Sucedía en la serie Streets of rage, Teenage mutant ninja turtles, Cadillacs and dinosaurs, Splatterhouse, las entregas de Final fight, The Simpsons, Captain commando, Alien vs predator y prácticamente en todo arcade en dos dimensiones que implicase utilizar los nudillos como medio de comunicación.
TMNT in time, Final fight, Streets of rage 2, Splatterhouse 2, Alien vs Predator, Streets of rage.
La cabaña en el bosque ideó una situación curiosa: encerró a sus protagonistas en un ascensor transparente rodeado de centenares de ascensores que contenían a todos los monstruos conocidos de los mundos de ficción. Infiltrados disparó una sorpresa inesperada cuando se abrió la puerta del ascensor en el que viajaban Leonardo DiCaprio y Matt Damon. Y Stanley Kubrick utilizó un ascensor para derramar sangre de manera literal y excesiva en el hotel Overlook de El resplandor. Oldboy remataba una pelea en un pasillo, una secuencia increíble de una sola toma y muchos heridos, con Oh Dae-su (Min-sik Choi) sonriendo antes de abordar un ascensor cargado de matones a los que despachaba fuera de plano. Y lo cierto es que a Oldboy le gustaba bastante lo de subirse a los ascensores: la película no solo fabricaba una secuencia memorable para dejar claro que Dae-Su era posiblemente el acompañante más incómodo posible durante un viaje entre plantas sino que además despachaba al villano del relato en el interior de un elevador.
Engranajes
Curiosamente el mundo del entretenimiento no se ha conformado con arrojar sangre y casquillos sobre la moqueta interior del ascensor, sino que también se ha esforzado por exprimir todas las piezas que lo componen o rodean. Los huecos de los ascensores son escenarios recurrentes, cuando no vías de escape, para los héroes de acción cinematográficos (The Matrix, Mission: Impossible, Speed) o del videojuego (Half-life, Deus ex, Tomb raider) y en más de una ocasión se utilizan como abismo cómico cuando algún despistado se precipita accidentalmente en ellos. Los techos y bajos de los elevadores sirven como escondrijo para los personajes más hábiles y con espíritu ninja. Las puertas del aparato se utilizan frecuentemente a modo de cortinillas físicas para cambiar de plano, ocultar acciones evidentes o remarcar la salida de ciertos personajes como aquel Antonio Banderas que pulsaba el botón del ascensor con una patada en Four Rooms. Pero esas mismas puertas también funcionan como mecanismos con los que dotar de emoción a huidas y persecuciones: tienden a cerrarse muy despacio cuando el protagonista está dentro del ascensor y el peligro acecha fuera pero lo hacen mucho más deprisa cuando el protagonista está fuera y el peligro corre tras sus espaldas. ¿Lo mejor que ha ocurrido en un ascensor antes de que se cierren las puertas? La cara de Cary Grant en Mi mujer favorita ante una presencia inesperada.
Como elevatorxplotation ramplona podría considerarse el recurso de desnudar a la gente dentro del ascensor y en ocasiones junto a pasajeros más o menos asombrados: ocurría con Jena Malone en Los juegos del hambre: en llamas, con Salma Hayek en la serie Betty, con Holly Valance en Dead or alive y por partida doble con Carla Gugino y Connie Britton en Problemas de mujeres. Naked directamente utilizaba un culo al aire como premisa al encasquillar a Marlon Wayans en su propio Día de la marmota haciéndolo revivir una y otra vez la misma jornada desde el momento en el que se despertaba desnudo en el interior de un ascensor. Sacha Baron Cohen perpetró en Borat la pelea entre personas desnudas menos agradable de ver de la historia y la remató con una persecución posterior con parada en un ascensor repleto de confusos pasajeros.
Probablemente el uso más disparatado de un ascensor en la trama sea el ideado por Kate & Leopold, una comedia romántica de Meg Ryan donde un ficticio inventor del ascensor llamado Leopold Alexis Elijah Walker Thomas Gareth Mountbatten (Hugh Jackman) viajaba en el tiempo antes de patentar el aparato provocando una perturbación en el espacio tiempo que escoñaba todos los ascensores de Nueva York.
Infiltrados. La X marca el lugar. Imagen: Warner Bros.
Ha quedado buena tarde
En el mundo real los ascensores son molestos por definición porque a ningún ser humano cuerdo le gusta introducirse en espacios donde las zonas de confort de todos los presentes se ven obligadas a restregarse entre sí. Cuartuchos que propician conversaciones insustanciales y situaciones incómodas ante las cuales se ha elaborado un protocolo no escrito, que todo el mundo suele acatar por inercia, basado en encarar la puerta de salida del ascensor durante todo el trayecto. Un ritual que se suele respetar incluso si se está manteniendo una conversación con alguien situado en otro lugar. Este tipo de reuniones fugaces funcionan estupendamente como mecanismo narrativo y dan bastante juego en las pantallas: En Astérix y Obélix: misión Cleopatra un grupo de personajes se subían por primera vez a un elevador recién inventado y su comportamiento imitaba las formalidades modernas habituales en dicho espacio. En Dogma, un par de ángeles caídos, Loki (Matt Damon) y Bartleby (Ben Affleck), comentaban al subirse en un ascensor repleto de gente que no sería mala idea comenzar a matar personas para compensar lo de no tener pito. Y en Mentiroso compulsivo, Jim Carrey cosechaba una hostia tras mencionar la relación entre el volumen de pecho y las carretas a su compañera de viaje entre plantas (Krista Allen). Los guionistas de series como Anatomía de Grey, Veronica Mars, Babylon 5 o House utilizan ese escenario estrecho para hacer coincidir al reparto y desatar revelaciones o chascarrillos. En el caso de Big Bang (The Big Bang Theory) sus responsables optaron por subvertir el tópico manteniendo el ascensor del edificio donde residen los protagonistas averiado durante todas las temporadas y trasladando las conversaciones y situaciones incómodas a los paseos por las escalera.
Evilator
El pánico a los ascensores que experimenta parte de la población residente en entornos urbanos ha servido para aliñar con gracia la imaginación de los realizadores y transformar el medio de transporte en una trampa mortal. La comunidad, Destino final 2, Desafío total o Resident Evil convirtieron ascensores en guillotinas mecánicas que se llevaron por delante pedazos del reparto. Dario Argento se puso especialmente creativo con la charcutería entre escaleras: enredó un colgante en el mecanismo del elevador para descabezar a Clara Calamai en Rojo oscuro, y en Trauma arrojó la cabeza decapitada y chillona de un Brad Dourif por el hueco del ascensor. En Gremlins 2 los cabroncetes del título asaltaban y desplomaban el ascensor en el que viajaba Phoebe Cates rebozándola en papilla verde al estrellarla contra el suelo y provocando que un par de espectadoras enarbolasen un, muy socorrido en estos casos, «Tomaremos el siguiente».
Bloodsucking Bastards, título molón, película justita. Imagen: Scream Factory.
En ocasiones especiales el propio ascensor es el origen del mal o el camino hacia el mismo: La china Lift to hell prometía matanzas detonadas por trayectos hacia las profundidades. La trampa del mal era un Cluedo ideado por M. Night Shyamalan donde la gracia estaba en tratar de descubrir cuál de los pasajeros de un ascensor era en realidad Satán en atuendo casual. La rumana Elevator condenó a dos adolescentes a aguardar la muerte en un ascensor y otra cinta de idéntico nombre, pero de factura americana y rodada tres años después, utilizó el mismo escenario para encerrar a nueve extraños y una bomba. Vicenzo Natali antes de arrasar con Cube también disfrutó encerrando a gente al filmar un cortometraje titulado Elevated que transcurría en (sorpresa) el interior de un ascensor. La desfachatez llegó en 1983 desde los Países Bajos de la mano del director holandés Dick Maas, un ser humano que cree molar lo suficiente como para posar con gafas de sol en su perfil de Imdb, con la película El ascensor. Una cinta de terror donde un ascensor con vida propia y circuitería mutante se dedica a asesinar incautos, una premisa que suena mucho más emocionante de lo que es por culpa de medios escasos, poca maña detrás de la cámara, cutrerío ochentero neerlandés y personajes que mantienen diálogos sobre lo sorprendente que es que una mujer se depilase los bajos. En realidad, lo mejor de aquella propuesta era su cartel europeo, una rendición moderna a El grito de Edvard Munch con una frase promocional que advertía a gritos como una madre desquiciada: «¡Por las escaleras! ¡Por las escaleras! ¡Por el amor de Dios, sube por las escaleras!».
Póster de El ascensor. Más emocionante que la propia película. Imagen: Medusa Film.
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