Ilustración: Vera Ortín.
Estoy en el aeropuerto de Madrid esperando un embarque a Asturias. No a toda Asturias, específicamente a Oviedo. Una muchacha debidamente ataviada y señalizada con sus credenciales me propone la siguiente conversación:
—¿Tiene usted Hispania Plus?
—¿Como parte de mis capacidades o en el repertorio de mis comportamientos? —le contesto yo. Ella abre más los ojos y un poco la boca. Creo que está en un estado previo al estupor. Es el estado de crisis cognitiva ideal para aprender cualquier cosa, ya que en esos momentos la plasticidad cerebral es notable. Necesita saber algo más para darle sentido a lo que está ocurriendo y para ello afina su sistema perceptivo para quedar muy atenta. Desde su postura congelada me pregunta:
—¿Cómo dice? —Yo le repito mi contestación anterior y ella empieza lentamente a caminar hacia atrás sin perder contacto visual conmigo. Regresa acompañada de dos policías que me piden que les acompañe. Yo lo hago y me conducen a un cuartito donde se produce la siguiente conversación:
—Agente, ¿hay algún problema? —Le pregunto a uno de ellos.
—¿Algún problema con qué? —Me contesta.
—Bueno como me han pedido que les acompañe, no sé si he cometido alguna falta.
—Y ¿qué tipo de falta podría haber cometido?
—No sé, se lo pregunto por si podría ayudarle de algún modo.
—¿De qué modo podría ayudarme? ¿Diciéndome qué?
—Pues no lo sé. Era por colaborar.
—¿ Y cómo podría hacerlo? ¿Confesando qué?
—…
La conversación avanza por estos derroteros y como creo que todo tiene que ver con la vendedora de antes, al final les digo que me encamino a dar un curso de comunicación estratégica y simplemente estaba practicando con ella.
Uno de los agentes me explica que él, por su parte, estudia gestión de conflictos y que cuando la comunicación entre personas se enturbia, uno acaba acusando al otro de maldad o locura. Y se atreve a diagnosticar que eso es lo que le pasó a la muchacha conmigo.
Creo que tiene razón, así que cuando la cosa se aclara me deja ir dándome un consejo: «Cuando necesite algo, haga peticiones directas. Dígalo claramente». Creo que tiene razón. Así que le agradezco la sugerencia y me voy.
La vendedora sigue trabajando por el aeropuerto y al verme recupera su estado de preestupor, pero más moderado. Le sonrío levemente y me dirijo a mi puerta de embarque pensando en la diferencia entre los distintos estilos de comunicación. La que yo utilicé con la vendedora era del tipo estratégico que busca introducir una duda en el discurso de mi interlocutora. Sin embargo, el policía empleó conmigo la estrategia mayéutica de la filosofía socrática para que yo rellenara los huecos que dejaban sus preguntas.
El arte de interrogar es uno de los lenguajes persuasivos más relevantes en la práctica de la comunicación. La modernidad ha convertido la entrevista en un sistema de vaciado de datos del entrevistado para la cumplimentación de expectativas institucionales traducidas en formularios en los que el entrevistado es más bien examinado. La mayéutica socrática abogaba por otra utilización de la entrevista (1) en la que primara la expresión del pensamiento más profundo por parte del entrevistado. En definitiva, generar las condiciones de posibilidad para que pueda clarificar su pensamiento.
¿El maestro debe llenar cubos o avivar llamas? (Plutarco. 60 años d.C.)
En este sentido, la primera característica y a la vez, la primera limitación de la entrevista es la subjetividad del producto informativo. Es la técnica más adecuada cuando lo que interesa es la expresión de la subjetividad. Sobre todo cuando queremos discursos subjetivos de individuos concretos, más que discursos colectivos cristalizados socialmente.
La entrevista apunta a la función emotiva real o fingida del entrevistado. Su actitud ante el contenido de lo que se aborda.
El yo de la comunicación en la entrevista no es un yo lingüístico sino un yo especular o social en el que el individuo se experimenta a sí mismo como tal (2), pero no directamente, sino indirectamente en función del otro generalizado, del grupo social al que pertenece. Yo narrativo que cuenta historias sociales que incluye bosquejos del yo.
Voy navegando la vida
con un barquito pequeño
pero fuerte,
por un río, por un mar,
por un sendero de agua.
Y navego sin razón
y sin demora.
Navego sin poderlo evitar.
Tan solo la razón
hace una tabla leve,
un timón,
y quiere guiar lo que navego.
Hace lo que puede.
Pero el ímpetu de las olas,
de las corrientes, de los vientos,
de las tormentas
y el fuerte material de mi balsa
con mis velas de sueños y deseos
son los que al final
llevan adelante la navegación.
(Trinidad Ballester)
La entrevista busca y extrae informaciones pragmáticas: cómo los sujetos reconstruyen el sistema de representaciones sociales en sus prácticas individuales. Las preguntas adecuadas se refieren a comportamientos pasados, presentes o futuros, es decir, lo realizado o realizable. No solo lo que el informante piensa sobre el asunto, sino cómo actúa o actuó al respecto. Se refiere al «decir del hacer». La entrevista da la producción de un texto en un contexto.
No es un sistema de recogida de datos, ni de recogida de discursos. Como si los datos o discursos pudieran existir por sí mismos. El discurso solo puede entenderse en la interacción con los sujetos y con la sociedad. La entrevista es un constructo comunicativo y no un simple registro de datos.
Son las preguntas las que crean las respuestas. La epistemología moderna se ocupa de generar buenas preguntas. (Gregory Bateson)
Toda comunicación implica un compromiso y define una relación. Es decir, no solo transfiere información, sino que a la vez impone conductas. Lo esencial es lo que queda antes y después de la palabra pronunciada.
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(1) Consultar el libro de Oscar Brenifier (2011): Filosofar como Sócrates. Valencia: Diálogo.
(2) Mead, G. H. (1928): Espíritu, persona y sociedad, Paidos, Buenos Aires, 3.a ed. 1972.
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