Assassin’s Creed Origins. Imagen: Ubisoft.
El sol se pone entre las dunas. La ciudad de Siwa se torna azulada, se pliega ante la presencia de una luna llena que acompaña la fría brisa. La Serpiente acecha en cada rincón. La secta secreta que rige el mandato de Ptolomeo, hermano de Cleopatra, que gobernará Egipto manteniendo a su hermana, la mujer destinada a pasar la historia de la humanidad, en el exilio. El medjay, a través de cuyos ojos viviremos la historia de Assassin’s Creed Origins, tiene un solo objetivo: encontrar y decapitar a la Serpiente. Vengar a su hijo. Proteger a los inocentes. Acabar con el faraón Ptlomeo.
En el camino, el que puede ser el antiguo Egipto mejor recreado en una obra de arte.
El equipo de Ubisoft, desarrolladores del título, se han tomado su tiempo para refinar una fórmula que lleva años transportando a sus jugadores a épocas pasadas. La recreación de una época pasada a través de textos, pinturas, fotografías cuando las hay y otros referentes no es cuestión menor: si hay películas que muestran las vestimentas, las costumbres, los escenarios que conformaban la vida diaria de nuestros antepasados, el videojuego tiene de su parte el poder de la inmersión. Al pasear por el Egipto de Ptolomeo no nos limitamos a observar. Vivimos el antiguo Egipto. Caminamos por las calles de una Alejandría recreada con la pasión y el asesoramiento de expertos egiptólogos. Así lo asegura Jean Guesdon, director creativo de Assassin’s Creed Origins, que a partir de principios de 2018 contará con la actualización «Discovery Tour», enfocada por completo en el aprendizaje.
Los videojuegos siempre están en el punto de mira. Cada vez que hay un crimen cometido por un joven, cada vez que algo se descontrola, cada vez que el fracaso escolar se dispara, la sociedad mira al arte digital buscando un chivo expiatorio. Los padres y los profesores nunca tienen la culpa. La culpa es de la violencia en los videojuegos. Pero estas pequeñas piezas de entretenimiento pueden aportar algo más allá de ocio: el aprendizaje dentro del medio se está imponiendo como una herramienta más que útil para relegar, de una vez por todas, eso de «la letra con sangre entra». No es de extrañar que sea un tema que se ve con recelo; que despierta más de una sonrisa irónica. La generación de nuestros padres apenas conocieron lo que eran los videojuegos; mucho menos sus padres. Si echáramos la vista atrás, los profesores de principios de siglo quizás pusieran el grito en el cielo ante la imagen de alumnos viendo una película en el aula. Sin embargo, tenemos algún ejemplo de cómo este arte puede unir fuerzas con los profesores para elevar el aprendizaje. El modo de juego «Discovery Tour» de Assassin’s Creed Origins, pionero en esto, se trata de una recreación 3D fidedigna que ha contado con expertos en el tema, y que invita al jugador a caminar por Egipto y recibir lecciones sobre el comportamiento de la gente, la situación social y política y los procesos de construcción o las biografías de los principales personajes. Un tour por la historia de la humanidad. Una lección que ningún libro o película es capaz de igualar.
José Manuel Galán (Madrid, 1963), es egiptólogo y profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Director del Proyecto Djehuty. También ha abalado públicamente a Ubisoft en su labor didáctica con el reciente lanzamiento de la saga de videojuegos. «Los desarroladores me permitieron acceder a material del juego antes de su presentación y tengo una idea clara» nos cuenta el profesor Galán, «Lo que más me sorprendió fue la exactitud en la recreación geográfica del paisaje: el ambiente del Nilo, el delta, el contraste entre el desierto y el río. Alejandría y la biblioteca es impresionante. En época de Cleopatra mucha de la arquitectura faraónica se encuentra ya en ruinas, pues muchas veces se nos olvida que hablamos de una civilización de tres mil años; entre las pirámides de Giza y Cleopatra han pasado dos mil quinientos años. Esto se encuentra perfectamente recreado en el juego. En la excavación que yo dirijo en Luxor lo vemos de continuo. No es un videojuego común: los detalles de tipo ambiente, social y geográfico están muy cuidados. Lo que más me llama la atención es la luz: volar con el halcón es una experiencia impresionante».
Assassin’s Creed Origins. Imagen: Ubisoft.
Si la recreación más fidedigna que podemos encontrar del Egipto de los faraones está recreado en un entorno 3D, y nace del esfuerzo de varios expertos en la materia y de la mente de los creativos, la terminología nos traiciona. Quizás lo que más daño le hace al videojuego es su propio nombre. Pero, ¿quién dijo que jugar no puede ser educativo? «La fórmula educativa que funcionaba hace veinte años no sirve ahora. Yo disfrutaba mucho leyendo a Heródoto, pero es que ahora Heródoto puede ser el personaje de un videojuego que trasmite de forma oral sus enseñanzas. Y además creo que es positivo que este aprendizaje venga unido a un juego, porque ya hay museos que tienen visitas virtuales y utilizan estas tecnologías, pero si la lección viene unida a un juego de aventuras los chavales absorben conocimientos de forma subconsciente, que es lo más importante». Jean Guesdon nos habló en la presentación del juego en España sobre la atención al detalle del desarrollo: al pasear por las calles de Alejandría, podemos pararnos a ver cómo un comerciante hace pan. La forma en que amasa, los ingredientes que le vemos utilizar, han sido recreados con los conocimientos que tenemos sobre la artesanía y la gastronomía de la época. Son estos detalles, más allá de los textos que acompañan las lecciones, lo que cala en el jugador. En el alumno. La escuela, por lo menos en España, todavía parece resistirse a ver al videojuego como una herramienta de aprendizaje. Y no digamos ya los padres. El niño, y cada vez son menos los niños los que juegan a videojuegos y más los adultos, se sienta frente al videojuego sin juzgarlo. Sin pensar en si aprender algo con el videojuego sería malo. Una traición al carácter lúdico y rebelde de la industria. Él se sienta y juega y, a veces, aprende. Una chica que juegue a Assassin’s Creed Origins va a ver la magna biblioteca de Alejandría mejor de lo que ningún estudioso la ha podido ver. Un chaval que emplee sus tardes en desgranar la historia de Bayek y el origen del clan de asesinos disfrutará del delta del Nilo como pocos. ¿Son estos datos menos importantes para la educación que la memorización de fechas?
«Poco a poco se va cambiando el sistema educativo», continúa el profesor Galán. «Los chavales sí que viven en el siglo XXI y a veces a los mayores, que somos los que producimos para ellos, nos olvidamos de eso. Y una cosa no quita la otra: soy defensor de la lectura, pero también del cine y el videojuego. No te puedes quedar anclado solo en la lectura. Si quieres enganchar a los chavales al conocimiento tienes que emplear los medios que ellos conocen y usan todos los días».
Claro que este no es, ni mucho menos, el primer intento de aunar videojuegos y educación. Y en esto Ubisoft es pionera. Otra de sus producciones, Valiant Hearts, de 2014, recreaba el ambiente de trincheras de la Primera Guerra Mundial inspirado en cartas que se recuperaron durante el conflicto y en hechos totalmente reales. Un videojuego con estilo de cómic que aportaba información sobre un conflicto que se estudia en todas las escuelas, y cuyo guion usaba la realidad como punto de partida. En este caso, el juego resultaba simpático a la vista por su estilo artístico y su violencia edulcorada, pero ¿es muy diferente de los videojuegos bélicos como Battlefield o Call of Duty? Los adultos quieren proteger a sus niños, y eso es loable, pero no somos conscientes de que la violencia que impedimos que consuman con los videojuegos la consumen con películas, en la televisión, en los propios patios del recreo. Quizás la lección más importante fuera que en los conflictos bélicos las muertes no son meros número, sino personas. Que las dinastías de faraones empleaban la traición como método para hacer política; que la caída de monarquías absolutistas e imperios se lograron con la sangre del pueblo. Que la historia, en definitiva, no es un alegre cuento de hadas. Tal vez debiéramos enseñar esta lección para que la violencia sea algo real y no un atractivo misterio. En estos terrenos, cualquier declaración categórica es una tentativa de error, pero quizás los videojuegos sí que puedan ser herramientas del aprendizaje. De retrato de la historia. «En el campo de la investigación, por ejemplo, tiene un valor importante en cuanto a difusión» dice el profesor Galán. «En mi investigación estamos utilizando recreaciones en 3D y de realidad virtual para difundirlo al público. Lo que ocurre es lo mismo que cuando das clase: al tratar de hacer algo asequible a un público que no es experto en el tema, me doy cuenta de ciertas cosas, aprendo de mi propia investigación. Para esto es muy necesaria la tecnología.».
Al videojuego le traicionó su nombre. Cada vez tienen menos de «juego» y más de «herramienta». A los niños se les castiga sin videojuegos y se les obliga a leer. Luego nos extrañamos de que no tengan ganas de leer y sí de jugar con la consola. El día que las consolas invadan las aulas tal vez seamos testigos de una revolución en los sistemas educativos. Tal vez vaya siendo hora de alejarnos de aquello de «la letra con sangre entra» y abrazar nuestro siglo no solo por las comodidades que nos brinda, sino por las oportunidades que podemos aprovechar para crecer.
Assassin’s Creed Origins. Imagen: Ubisoft.
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