Thursday, August 3, 2017

Jot Down Cultural Magazine: Por qué es una estupenda noticia que Wonder Woman sea un filme mediocre

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Por qué es una estupenda noticia que Wonder Woman sea un filme mediocre
Aug 3rd 2017, 08:55, by Pedro Torrijos

Wonder Woman, 2017. Imagen: Warner Bros.

No se puede creer: resulta que el nuevo Doctor de Doctor Who ya no va a ser Doctor sino Doctora. Con esta indigna ofensa, la BBC ha arruinado las infancias de millones de fans de uno de sus productos más longevos, plegándose así a esa patulea de voceros de la corrección política que nos invade. Y encima de una manera totalmente injustificable, porque todo el mundo sabe que los viajeros del tiempo extraterrestres transdimensionales son siempre hombres, vamos. ¿Cuánto más van a sufrir nuestras prístinas masculinidades como sigamos por este camino de decadencia y degeneración? ¿Qué será lo próximo? ¿Una mujer cruzando el mar a lomos de dragones? ¿Una mujer encabezando una rebelión armada con arco y flechas? ¿Una mujer a hostias contra alienígenas de sangre corrosiva? A poco que bajemos la guardia, son capaces de hacer un blockbuster de superhéroes protagonizado por una de estas advenedizas arpías; y eso ya sí que sería el acabose.

Exacto. Y además, para rematar la afrenta, parece ser que la peli en cuestión está dirigida también por una mujer. Así que allá que nos vamos para el cine a ver Wonder Woman, no sin antes habernos calado nuestros gayumbos de acero no sea que se caigan los alfileres con los que mantenemos sujeta nuestra virilidad. Espero que, al menos, la entrada sea más barata que la de los testosterónicos filmes que Mel Gibson rueda con su polla.

[No sigan leyendo si les asustan las mujeres protagonistas o si no quieren saber nada de la película porque, a partir de ahora, vienen unos cuantos SPOILERS]

Más de lo mismo

La cinta se desarrolla a principios del siglo XX pero comienza en la actualidad, con una elegantísima Diana Prince, a la sazón conservadora del Louvre parisino, haciendo referencia a lo único salvable de ese subproducto agresivamente estúpido llamado Batman v Superman, y que era, precisamente, el personaje de Wonder Woman. Se supone que el filme tiene que prepararnos para la futura Justice League porque forma parte del universo cinematográfico extendido que DC está construyendo para competir con Marvel —un fenómeno al que también se ha apuntado Universal con sus monstruos y que, como tengan éxito, me temo que acabaremos viendo hasta en las pelis de Michael Haneke.

Sea como fuere, la cosa enseguida cambia el foco temporal y se adscribe a la estructura de todas estas cintas sobre el origen de un superhéroe. Podemos entender la decisión porque el cine llega a un público bastante más amplio que el de los cómics y no es plan de colocarles delante al tío en mallas así sin más, por mucho que algunos ya estemos aburridos de ver caer el collar de perlas de Martha Wayne o a la simpática araña clavando sus fauces en el pizipireto Peter Parker. En este caso es incluso más comprensible porque, pese a que Wonder Woman forma parte del olimpo de DC, es un personaje mucho menos famoso que sus contrapartes masculinos, quién lo iba a decir. Además, el canon de los tebeos situaba la primera aparición de la superheroína del lazo en la II Guerra Mundial y, sin embargo, el filme de Patty Jenkins transcurre durante la guerra del 14.

Ahora bien, lo que quizá no era tan necesario es alargar la infancia, preadolescencia y adolescencia de la princesa de Temiscira. Sí, es importante para los acontecimientos venideros conocer las vicisitudes de su crecimiento, enseñarnos esa sociedad de amazonas inmortales que vive en una idílica isla del Mediterráneo separada del resto del mundo por una niebla que no sale en el pronóstico del tiempo, mientras se entrenan día y noche para hacer frente al mal entre mitológico y terrenal que se les avecina. El problema es que, cuando el mal de marras aparece en forma de apuesto piloto americano y malosos soldados alemanes, más de un espectador se había resignado a que Wonder Woman fuese un péplum.

Una vez las amazonas derrotan a los alemanes en la playa, no sin cierta dificultad, Diana decide que esa  «guerra que va a acabar con todas las guerras» de la que le habla el capitán Steve Trevor no es más que la ominosa profecía para la que la han preparado, además de obra de su archienemigo, el dios Ares. Así que se pira a Europa junto con nuestro piloto-espía de carismáticas —y pobladísimas— cejas, a demostrar que las carabinas, las ametralladoras y las armas químicas poco pueden hacer contra un buen escudo y una buena espada (además de fuerza y velocidad sobrehumanas, unos brazaletes mágicos y un lazo fluorescente que obliga a decir la verdad a quien se ve atrapado por él).

A partir de este momento tampoco tiene mucho sentido contar el resto del metraje porque sigue unas pautas tan eficaces como predecibles. A saber: la princesa llega a Londres, no entiende el mundo moderno porque es una mierda, va al frente occidental al que tampoco entiende porque es todavía más mierda pero, al menos, le sirve para hacer lo que mejor se le da hacer, que es proteger a los inocentes y liarse a mamporros contra los malos como buena superheroína de cómic que es. Luego, tras un par de intentos infructuosos y algún sacrificio trágico, Diana, ya definitivamente convertida en Wonder Woman, se enfrenta en combate épico al malvado final,  el cual, por cierto, no era quien nos habían insinuado que era sino un señor que había puesto cara de bueno siempre que había salido en el filme, lo despacha y tatachán, final de la peli; la Gran Guerra se acaba, los créditos suben, las niñas salen del cine deseando ponerse una coraza griega para luchar contra la injusticia, y los niños, bueno, los niños también porque la tía mola que te cagas.

Nada de esto es necesariamente malo y, de hecho, desde La reina de África hasta Kingsman, pasando por Terminator 2 o Aliens, hay un montón de magníficas cintas de acción y aventuras que siguen patrones clásicos sin ninguna otra ambición ni alarde estructural o lingüístico más allá de contar bien una historia y hacerla lo más disfrutable posible. Lo que pasa con esta Wonder Woman es que, comprendida como artefacto aislado, es una película muy irregular. Contiene secuencias formidables, como la batalla en las trincheras donde, con la mejor tradición superheroica, Diana se despoja de su gabán para enseñar no solo el traje de heroína sino su sentido de la dignidad y la justicia. También incluye algunos alivios cómicos bien divertidos, algo extraordinario en los enfurruñadísimos filmes de DC; y un par de esclarecedores mensajes para navegantes, con mención especial a la definición que Diana hace de lo que es una secretaria. Además, Chris Pine sabe arquear la mirada hasta el punto justo para ser un secundario perfecto, sin robar la mínima fracción de protagonismo a la verdadera estrella, una Gal Gadot que sostiene  todo el peso del metraje con una interpretación que mezcla candor y empoderamiento en una aleación tan robusta e indestructible como sus brazaletes.    

Wonder Woman, 2017. Imagen: Warner Bros.

En el lado torpe de la balanza, el guión de Allen Heinberg incurre en notables defectos de ritmo, alargando situaciones hasta lo pegajoso y contrayendo otras que merecían más tiempo en pantalla, lo cual da como resultado unos cuantos personajes descorazonadoramente desaprovechados, como los genéricos compañeros de armas de los protagonistas o, sobre todo, el interpretado por Elena Anaya, esa Doctora Veneno que apuntaba mucho más de lo que nos ofrece la película.

En definitiva, que Wonder Woman, considerada como blockbuster de superhéroes, es una cinta mediocre, al menos según la primera acepción de la RAE. Es decir, no es el tordo perpetrado por incapaces cognitivos que la precedió en el universo DC pero se queda a una buena distancia de la resplandeciente Los Vengadores. Pero, ¿saben una cosa? Esto es noticia estupenda.

El mundo necesita que el relato sea completo

Aquí es donde no podemos analizar a Wonder Woman de forma aislada, no podemos obviar que es un filme dirigido al público masivo, de un género dominador en el panorama hollywoodiense, con un presupuesto de ciento cincuenta millones de dólares, y que está protagonizado por una mujer y dirigido por una mujer. Todas estas circunstancias convirtieron a  la película en una cuestión simbólica desde varios meses antes de su estreno, desde el mismo momento en que se anunció. No podía ser un fracaso: tenía que ser buena, tenía que ser divertida  y, por encima de cualquier otra condición, tenía que reventar la taquilla. Es decir, por su propia naturaleza, tenía que demostrar más que otras películas similares. Una presión añadida que, de algún modo, sonará a millones de mujeres en todo el mundo.

Entonces, si Marshall McLuhan tenía razón y el medio es el mensaje, el mensaje último de Wonder Woman es que las mujeres pueden rodar taquillazos veraniegos tan bien (y tan mal) como los hombres. Sí, ha habido más filmes de acción exitosos protagonizados por mujeres y también ha habido más filmes de acción exitosos dirigidos por una mujer, pero es que la cinta de Jenkins lleva recaudados casi ochocientos millones de dólares en todo el mundo. No es solo la película dirigida por una mujer más taquillera de la historia sino que es la tercera película producida por Warner Bros. que más ha recaudado en los Estados Unidos, por delante de, lo han adivinado, Batman v Superman.

¿No significa esto que la verdadera buena noticia es que sea un éxito de público? Es razonable pensar que si Wonder Woman no hubiese conquistado la taquilla por mucho que sea casi idéntica a tantos otros filmes, las productoras, cuyo motor último es el dinero, se habrían fijado en lo único que la diferenciaba y, por tanto, serían aún más reticentes a colocar a una mujer en la silla de dirección. Pero también es razonable pensar que, con la enorme cantidad de dinero que pusieron en la promoción y el marketing de la película, el riesgo de fracaso económico era virtualmente despreciable. Es decir, que ya habían confiado en la batuta de una mujer. La única variable real, pues, era la calidad de la cinta; y si la cinta hubiese sido impecable, es igualmente razonable pensar que la presión a la que estuvo sometida se replicase a cualquier filme de género que, a partir de ese momento, fuese a dirigir una mujer.

Sin embargo, al firmar una película poco más que pasable, Patty Jenkins y por extensión, Warner Bros., abren (aunque sea levemente) la puerta a que otras mujeres puedan operar de manera similar a como lo hacen sus colegas hombres. Si Zack Snyder ha rodado estruendosos fracasos de crítica y público como Sucker Punch pero sigue al frente del universo cinematográfico de DC, y la última obra de Joss Whedon fue esa mediocridad llamada La era de Ultrón pero le siguen lloviendo ofertas, ya va siendo hora de que Jenkins y las que continúen su camino tengan las mismas oportunidades. Porque no sé si lo saben, pero la última película de Jenkins antes de Wonder Woman fue la multipremiada y multinominada Monster, y se estrenó  hace nada menos que catorce años.

Idealmente no necesitamos más películas pasables en el cine comercial pero, siendo realistas, eso es algo que va a seguir sucediendo. Si por cada cinco filmes mediocres aparece uno brillante, es difícil que esa proporción vaya a mejorar de forma ostensible. Pero, parafraseando a la cineasta Leticia Dolera, lo que sí necesitamos es que el relato sea completo; y sin las mujeres que guionizan, que dirigen o que son jefas de equipo, la narrativa del mundo de la cultura seguirá siendo parcial. Es ingenuo pensar que el foco de la industria va a girar por sí solo hacia las mujeres que hacen cine, pero si estas mujeres son más visibles, si se les permite hacer cine más visible y, en definitiva, si su número es mayor, el mundo no tendrá más remedio que acabar fijándose. El camino es muy largo pero es posible que Wonder Woman, siendo un éxito y siendo mediocre, ayude a que más mujeres se animen a intentar ocupar puestos de responsabilidad sin la presión sobrevenida. En todas las ramas de la industria y en todos sus géneros.

Además, ¿cómo sabemos que el relato no solo será más completo sino que será mejor? ¿Se han preguntado alguna vez cuántos genios de la cultura nos habremos perdido a lo largo de la historia solo porque eran mujeres, o de raza negra, o del país equivocado? ¿Cuánta gente fue invisibilizada, apartada o convertida en «anónimo»? ¿Cuántas personas con un talento inmenso ni siquiera se llegaron a plantear dedicarse a la disciplina para la que tenían ese talento porque sabían que nadie les tendría en cuenta? Es bastante probable que Patty Jenkins no sea el próximo Billy Wilder, pero la sociedad ya no se puede permitir perderse a alguien tan bueno como Wilder únicamente porque haya nacido mujer.

Patty Jenkins durante el rodaje de Wonder Woman, 2017. Imagen: Warner Bros.

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