Más Darth Maul que nunca. Fotografía: HBO España.
Ha llegado a su término la séptima temporada de Juego de tronos, la más vista hasta el momento, la más corta que se ha emitido y con toda seguridad la más peculiar de todas. Y en esta casa es tradición, llegado este punto, repasar los siete patinazos y los siete los aciertos en la última entrega de la adaptación de la magna obra de George R. R. Martin. Como siempre, trataremos primero los siete puntos flacos de la temporada; mañana habrá otra entrega con los siete momentos de gloria. Y en ambos casos incurriremos en SPOILERS, así que continúa usted leyendo bajo su propia responsabilidad. ¿Entendido? Estupendo, todos amigos. Como dijo Randyll Tarly, el que avisa no es traidor.
Puntos flacos
1. Los cuervos supersónicos
No lo busque usted, ya lo hemos hecho nosotros: 1500 millas. Unos 2400 kilómetros. Es la distancia que separa Madrid de Varsovia, para que usted se haga una idea. Y es la distancia que recorrieron un hombre y un cuervo durante el sexto episodio de la séptima temporada de Juego de tronos en lo que pareció ser una sola noche. Eso según el cálculo más generoso, que no es el único.
Alan Taylor, el director del episodio, ha dicho con gran papo que fue una noche «en términos de la experiencia emocional», no de las literales. Y también que en Juego de tronos son mejores, atención, los hechos «imposibles plausibles» que los «posibles no plausibles». No se lo reproche; el episodio acababa con unos zombis sacando a flote el cadáver de un dragón y nosotros aquí echándole en cara la escala de un mapa de mentira. ¿Sabe usted lo mejor? Que ni mapa les hacía falta. La distancia entre el glaciar Svínafellsjökull, en Islandia, donde se rodaron los grandes planos de la batalla del lago helado, y San Juan de Gaztelugatxe, donde se hizo lo propio con Rocadragón, es casi exactamente esa: 1526 millas, para ser exactos. Y David Benioff y D. B. Weiss tuvieron que hacer ese vuelo en algún momento. Si miraron por la ventanilla y echaron cuentas, eso no lo sabemos. O quizá se dijeron: «bueno, pues ponemos antes un oso de las cavernas polar zombi en llamas, y ya con eso despistamos».
Taza y media: definición gráfica. Fotografía: HBO España.
Lo decimos de bromi, claro. En realidad, Weiss y Benioff han perdido el interés en despistarnos, y lo han perdido de forma súbita. Y seguramente ese es el auténtico problema. ¿De verdad cree usted que el tiempo de Juego de tronos se ha vuelto inconsistente ahora, como tantos claman alzando al cielo los puñitos temblorosos? Pues qué poquita memoria, así se lo decimos en su cara misma. Los más hooligans recordarán que hubo una temporada, la tercera, que consistió principalmente en gente yendo a sitios: Bran y Meera iban de Invernalia al Muro, Sam y Elí del Norte al Muro y Jaime y Brienne de la Tierra de los Ríos a Desembarco del Rey. Y que a estas road trips se dedicaron diez capítulos, porque solo al final de la temporada los personajes llegaban a sus destinos. Qué coñazo, amiga. Si aquello no fue peor que esto, que baje R’hllor y lo vea.
Y sí: entonces se lo aplaudimos. Y no porque aquel ritmo fuese más naturalista, el naturalismo para quien lo quiera. Se lo aplaudimos por la maña con que Weiss y Benioff conciliaron estas tramas lentísimas con el progreso de las demás, mucho más rápido. Por engañarnos bien, en resumidas cuentas, que es todo lo que se le puede pedir a un narrador. Pregunte usted a un cosmólogo: si el tiempo malamente existe en la realidad, en la ficción ya ni te cuento. Y no cambiar de velocidad aparente (la cursiva es enfática) no solo es imposible en cualquier historia: tampoco es lo deseable. Pero resulta imperativo que ocurra mientras los espectadores miramos a otro lado, y más cuando el cambio de ritmo es tan abrupto, o entonces empiezan los lloros. En esta temporada, Weiss, Benioff, os habéis despachado con una elipsis de periplos que en la tercera duraban diez capítulos. Diez. Literalmente. Así que dejad de sacar brillo a los Emmys y dadnos una zanahoria que perseguir, un pajarito al que mirar, algo. Esmeraos un poco con el birlibirloque. Os quedan solo seis episodios de convento, lo entendemos, pero vamos a intentar entre todos no cagarnos dentro. Que esto luego lo echan por la tele y nos lo tenemos que creer. Poned de vuestra parte.
2. El Matarreyes pasmado
Veamos una selección de los mejores momentos de Jaime Lannister en esta temporada:
Jaime sorprendido porque su hermana está como unas putas maracas:
Jaime sorprendido porque Euron Greyjoy es más marrano que el agua de fregar:
Jaime sorprendido porque le van a hacer la caidita de Valyria:
Jaime sorprendido porque le está troleando fuerte una señora mayor:
Jaime sorprendido porque su ejército va acarreando por medio Poniente una ballesta antidragones que pesa tres toneladas por si aparece un dragón pero que aparezca un dragón es una cosa que él personalmente no se la esperaba:
Jaime sorprendido porque los dragones echan fuego por la boca:
Jaime sorprendido porque hasta Bronn, HASTA BRONN le toma por el pito del sereno:
Jaime sorprendido porque su hermana está que le da la mano al mismo dos veces (se le había olvidado):
Jaime sorprendido porque su hermana está que da ella sola vueltas de campana (se le había vuelto a olvidar):
Queremos darle la enhorabuena a Nikolaj Coster-Waldau, eso sí. Si no se ha dislocado las cejas durante la grabación de la séptima temporada cerca le habrá andado. Qué furioso subirlas y bajarlas, oigan. Qué vertiginoso recorrido por los matices del caerse del guindo. Qué paleta de miradas de cordero degollado. Qué cosa.
Ahora en serio: Jaime era un señor que tú le invitabas a tu casa y él tiraba a un hijo tuyo por la ventana. No era en plan «huy, soy moralmente ambiguo porque claro, las circunstancias», no. Era un psicópata. Un chungo. Una rata de callejón. Lo dejó él mismo bien explicadito con aquella exposición de motivos obscena que le cascó a Edmure Tully: que él, por Cersei, hasta comer cristales. Y acto seguido amenazó a Edmure con coger a su hijo recién nacido, atención, Y LANZARLO CON UNA CATAPULTA. Insistimos: todo por meter la ciruela. Así que mirad, Weiss, Benioff. Bien está que con el tiempo Jaime haya ido evolucionando y cambiando de signo porque en Juego de tronos los malos se hacen buenos y blablablá. Pero hombre, a ver. A ver.
Y además, bueno de qué. Si es más malo que la tiña. ¿Queréis que Jaime Lannister sea de repente un dechado de virtudes? Estupendo, no hay problema: atribuidle virtudes. He aquí una lista: la honradez, la justicia, la integridad. He aquí cosas que no son virtudes: tener pamplinas, ser un cagalástimas. Ned Stark se negó a planear el asesinato de Daenerys; Robb se negó a ejecutar a los niños Willem Lannister y Tion Frey; hasta Theon evitó en su día ejecutar a Bran y Rickon. El héroe no mata caprichosamente, punto. No solo es una convención con rango de ley en el género de la épica; es un tema central en Juego de tronos desde el mismísimo arranque de la serie. Y Jaime no solo mata ahora igual que antes; es que solo en esta temporada ha asesinado 1) a una señora mayor, 2) a sangre fría, 3) para robarle dinero, porque aquella fue toda su motivación. PARA ROBARLE LA CARTILLA Y LOS AHORROS Y LAS JOYAS A UNA ANCIANA SEÑORA, Weiss, Benioff. Que es una mierda muy jodida. ¿No podía haber asesinado otro a Olenna Tyrell? ¿Randyl Tarly? ¿Euron Greyjoy? Incluso Jaime podría haber atacado Altojardín y que Olenna se hubiese suicidado al verse derrotada, tomando veneno por su propia iniciativa pero a tiempo de entrevistarse finalmente con Jaime y hacerle su confesión.
Ya, ya: al final de todo, durante los últimos minutos del último capítulo, Jaime cambiará de opinión y al final, ya sí que sí, tendrá un gesto honroso. Pues bueno, pues vale, atenuaremos nuestra crítica: el pastel espantoso, pero la guinda muy bonita. Y casi peor, si quiere usted nuestra opinión: demuestra que los showrunners están dispuestos a caracterizar honestamente a su personaje pero solo a la hora del cliffhanger, cuando esa honestidad rinda a efectos promocionales. Desastrosa la ejecución y la ejecución no es ni siquiera el problema. El problema, en realidad, es algo de lo que nos quejábamos ya el año pasado: este empeño que ponen Weiss y Benioff, tan porcojónico, en que tengamos que simpatizar a golpe de zoom y violín dramático con quien ellos dicen, y no con quien corresponde. El melodrama, por llamarlo por su nombre. Y nos atrevemos decir que es suyo porque esto no ocurre en los libros ni ocurría antes en la serie, cuando los libros se adaptaban con fidelidad. Ahí están Tywin Lannister, Robert Baratheon o Khal Drogo, entre otros héroes y villanos que desafiaban su condición. Vivieron, murieron y no se le dieron al espectador instrucciones sobre el grado de pena que debía darle. En esta temporada Jaime ha sido una de las grandes víctimas, pero hay más. Y la peor, quizá en todo lo que llevamos de serie, ha sido Arya.
3. Arya Stark, Mata Hari de chichinabo
Sarita Montiel. Fotografía: HBO España.
Arya está pasando un pavo muy tonto, nos van a perdonar. Vale que ha tenido una infancia un poco rara y que luego estuvo estudiando con los ninjas mágicos aquellos, pero vamos a ver. Qué miradas. Qué entradas por esa puerta como si fuese el sursuncorda. Qué aires. «Es que es una asesina sin rostro y no sé qué»; ya, bueno, a ver. Se puede ser asesina y ser menos diva.
INVERNALIA. INTERIOR. NOCHE.
Arya: Tú siempre quisiste ser fashion influencer, no como yo, que rompo con los convencionalismos y soy guay.
Sansa: Pues serás muy guay pero el castillo lo he recuperado yo.
Arya: Pero porque te mola ser la señora de Invernalia y ser la dueña de tus propios destinos, no lo niegues.
Sansa: Sí, me mola que no me rapten y no me casen y no me violen. Llámame excéntrica.
Arya: Pero traicionaste a Padre porque escribiste el papelito ese.
Sansa: Me obligaron porque me tenían raptada, de hecho es una cosa muy habitual cuando te raptan, payasa.
Arya: Ya pero cuando le mataron estabas ahí supercontenta.
Sansa: Ah, sí, contentísima, estaba yo pataleando como una loca y desmayándome de lo contenta que estaba. ¿Y tú qué hiciste, por cierto?
Arya: Ya, bueno, mira, me da igual, te voy a rajar.
Nos gustaba mucho la nueva Arya, en serio. Nos caía mal bien, no sé si me explico. Y su transformación nos parecía una idea felicísima. De niña bonita de Juego de tronos a millennial ponienti con un cuadro severo de tirria y pelusilla. Ojalá hubiese sido así y Arya hubiese heredado de Lady Corazón de piedra su ciclón de paranoia. Pero no, vaya por Dios. Era un teatrillo. Otro más, como el de Jaime. Uno de esos falsos conflictos que tanto abundan últimamente en Juego de tronos, esos que parecen tan buena idea cuando se dibujan con flechitas en un croquis. La razón: en la séptima temporada ya no hay fuentes de tensión en los dos polos morales del cuento, Desembarco del Rey e Invernalia. Los Lannister ocupan uno y los Stark el otro. Y Weiss y Benioff lo han querido enmendar con los hermanos pequeños de ambas reinas, Jaime y Arya. Un bueno en el seno de los malos y una mala en el seno de los buenos.
Y eso, por supuesto, no es jugar al ajedrez; es ponerse a pintar de blanco algunas figuras negras y de negro algunas figuras blancas y que parezca entonces que la partida no está en tablas. Solo en los últimos minutos del último capítulo estas figuras se han movido de verdad por el tablero, Jaime en dirección al bando opuesto y Arya para comerse a ese alfil portentoso que era Meñique. Pues bien, pero, je: un movimiento en toda la temporada, y antes de eso seis capítulos de humo y más humo. Plantear un juego y no jugar es un problema siempre, pero en una serie cuyo título empieza por «juego», ya ni te cuento.
¿Habría sido deseable que otros personajes menores activasen estos focos de conflicto? Sí. ¿Son Weiss y Benioff conscientes de esto? Completamente. ¿Entonces por qué han forzado que lo hicieran Jaime y Arya, que por su posición solo pueden escenificar, y no encarnar de verdad, un cambio de signo? Ah, misterio. La maestría no se pierde fácilmente pero el valor sí, y quizá eso le está ocurriendo a nuestros showrunners. Aunque aquí pensamos que esto tiene que ver más bien con la HBO y con el dineral absurdo que los actores protagonistas están ya en posición de negociarle a la cadena. ¿Pagaría usted un gritón de dólares a Maisie Williams y Nicolaj Coster-Waldau para tenerlos toda la temporada mano sobre mano, mientras otros actores menos conocidos y con muchísimo menos tirón comercial desarrollan las tramas trascendentes de la temporada? Pues eso.
4. Hay un hombre en Poniente que lo hace todo.
Los Simpson, capítulo 11, versículo 4:
Y ahora cambie usted «lo hizo un mago» por «lo leyó Sam en un libro». Nos sigue, ¿verdad?
¿Vidriagón? Lo leyó Sam en un libro. ¿Psoriagrís? Sam en un libro. ¿La daga de Meñique? Sam en un libro. ¿La ascendencia de Jon? Sam en un libro. Menos mal que Sam solo ha pasado cinco capítulos en la Ciudadela, hija de mi vida; tres más y descubre la fusión fría, encuentra el monte Ararat y funda Snapchat. Eso es emprender y no lo de Elon Musk. Todos los enigmas los ha resuelto Sam con su libro menos el único que le compete directamente y que lleva cinco temporadas, cinco, sin respuesta. ¿Por qué, POR QUÉ no le atacó aquel caminante blanco al final de la segunda temporada? Se conoce que no le intriga porque, total, es muy normal que los caminantes blancos te vean pero no te ataquen. Muy normal es. Es supernormal.
Resolver enigmas a golpe de libro antiguo es un recurso muy viejo, por supuesto. Particularmente en el género fantástico. Ejemplo 1, ejemplo 2, ejemplo 3. Ni siquiera es la primera vez que ocurre en Juego de tronos. No es un pecado, pero resulta obvio que cuando se abusa de ello la cosa empieza a parecer un chiste. ¿Por qué unos narradores tan diestros como Weiss y Benioff están incurriendo, y tanto, en un tic tan feo y tan tonto? Pista: la otra manera de documentar los hechos del pasado es el flashback. Y en sesenta y ocho horas de Juego de tronos solo se ha hecho un flashback puro, el de Cersei y Maggy la Rana. En todas las otras ocasiones en las que hemos presenciado hechos del pasado Weiss y Benioff se las han ingeniado para meter a Bran, a veces con calzador. No entraremos en si esas visiones o viajes en el tiempo deben considerarse también un flashback, estamos nosotros como para discusiones taxonómicas a estas alturas de nuestras vidas; pero en todo caso es evidente que Weiss y Benioff se esfuerzan mucho por disimular estas disgresiones hacia el pasado y conferirles continuidad con los hechos del presente.
De ordinario correspondería aplaudirles esta alergia suya a una técnica tan facilona, algo que demuestra su ambición y apuntala el rango naturalista de Juego de tronos, pero esto es ya cabezonería. Por cada flashback que no se hace, Sam lo lee en un libro. Así que dejad los libros quietos de una vez, Weiss, Benioff, por favor. Y haced un flashback, que no pasa nada. O mira, mejor: que nos resuelva la duda algún custodio de sabiduría antigua. Melisandre, sin ir más lejos. O Kinvara. O Jaqen H’ghar. O Quaithe. De ambas cosas tenéis muchas (enigmas y personajes en posición de resolver enigmas) y mirad una cosa: la pe con la a, pa. Que todo hay que decirlo.
5. Quaithe, Kinvara y otras chicas del montón
Ejemplo: la psoriagrís. ¿Acaso no era Quaithe el personaje que debía sanar a Jorah Mormont? Determinismos así no convienen en la ficción, ya lo sabemos, pero nos van a perdonar: esto era de cajón de madera de arciano. Y si había que recuperar al señor coñón este para que volviera por enésima vez a joder con el tatachín (algo que criticamos mucho en la revisión de la temporada anterior), qué menos que hacerlo poniendo final a la historia de Quaithe, un personaje que, en la adaptación de televisión, casi parecía insertado exclusivamente para anticipar la infección de Mormont con psoriagrís. Juntar a Mormont con Sam ha sido un invento, Weiss, Benioff. Un invento. Y de la transición de la herida abierta a un señor comiendo crema catalana es que mejor ni hablar. Y solo se justifica si Quaithe no ha podido reaparecer ahora porque lo hará en el futuro desempeñando alguna tarea que, a esas alturas, ya solo podrá ser muy trascendente. Y eso, perdonad la poca fe, dudamos que vayáis a hacerlo.
¿Y Kinvara? ¿Tampoco? Muchos de los personajes menores, místicos y sabios que se incorporaron a la adaptación televisiva de la Canción de hielo y fuego (la Vieja Tata, los brujos de Qarth, el hechicero que castró a Varys, etcétera) han desaparecido ya, en la mayoría de los casos mediante un mutis por el foro discretito, que es como deben ser los mutis. Nada que reprochar. Pero los hay singularmente enigmáticos, como Quaithe de la sombra o Kinvara, que hicieron apariciones de medio minuto, nos dejaron en suspenso y luego puf, nunca más se supo. Precisamente ahora, cuando Weiss y Benioff están atando todos los cabos sueltos, corresponde ponerles final, o al menos explicar su pertinencia en la historia. Y es digno de mención que cualquier explicación vale, así sea solo verbal y de pasada. Pero ¿es aceptable que no volvamos a saber de ellas? No. Repetimos: no. Incluso menos que si no volvemos a ver a Melisandre o a Daario Naharis; puede que aquellos desaparecieran de forma atropellada y patatera, pero al menos completaron un curso de acción. ¿Recuerda usted el caballo y el oso polar en Perdidos? Pues eso. Salvo sorpresa, en la séptima temporada se nos ha confirmado que Kinvara y Quaithe se insertaron sin otro propósito que marear la perdiz. O, si prefiere el alto valyrio, joder la marrana. Y a los Tronos no hemos venido a eso. Si queremos que nos tomen el pelo, sabemos en dónde buscar.
6. Festín de lerdos
La Oreja de Van Gogh se pasan al metal. Fotografía: HBO España.
Tú tienes un dragón, ¿no? Vale. Y estás tú con tu dragón tranquilamente sembrando el pánico y la devastación y todo eso, ¿no? Vale. Y de repente le clavan una lanza a tu dragón y tienes que aterrizar para quitársela, ¿no? Vale. Y cuando aterrizas aparece uno todo flipado a caballo, tocotó, tocotó, que resulta que es el general del ejército enemigo y que además es el mismo tío que mató a tu padre hace veinte años, ¿no? Que no me digas tú que no es casualidad con toda la gente que había ahí, pero bueno, vale. Y viene a matarte. Y entonces el dragón le escupe fuego pero el tío se salva porque aparece otro (que es el mismo que disparó a tu dragón hace diez segundos), le tira del caballo y los dos se caen al río (a medio metro de donde estás tú). ¿A ti no se te ocurre, hija de mi vida, no sé, ir a rematarlos, por ejemplo? ¿Al que mató a tu padre y al que ha demostrado una grandísima destreza derribando objetivos aéreos, que en un entorno medieval no puede ser una habilidad muy frecuente? ¿O vigilar la ribera del río, por si salen? No sé, digo yo. Casi inmediatamente después, ya de vuelta en Rocadragón, te veremos con Tyrion hablando de su hermano Jaime en tiempo presente y haciendo planes para concertar un encuentro con él. Tendremos que dar por sentado 1) que le disteis por muerto, 2) que después llegó la noticia a Rocadragón de que había sobrevivido, todo esto en off, y 3) que dijiste: «ah bueno, pues nada, oye, qué se le va a hacer. Me alegro por él. Pelillos a la mar».
Pero entonces, otra cosa: ¿por qué carajo no rescatas a Yara y Ellaria? Si las noticias de Jaime llegaron a Rocadragón, más tuvieron que hacerlo las suyas: a ellas las pasearon encadenadas por todo Desembarco del Rey y luego, de nuevo en público, no fueron ejecutadas, ni siquiera sentenciadas a muerte. ¿Ni un cuervo miserable ha llegado? ¿Ni siquiera Varys se ha enterado? En la cumbre que tiene lugar en el último capítulo sabremos, por Euron, que al menos Yara sigue viva; ¿Y Ellaria? Porque ni preguntar por ella, amiga. Ni concertar con Cersei su liberación, acaso su supervivencia. Si una tregua no consiste precisamente en eso, tú me dirás. Ya no te digo por humanidad, Daenerys; es que vas por Rocadragón dando voces porque has perdido las Islas de Hierro, Dorne y el Dominio. Y mira, no, te pongas como te pongas. Con la captura de Yara has perdido las Islas de Hierro (que ya tienen un rey, Yara aspira solo a reemplazarlo) y con el asesinato de Olenna has perdido el Dominio (cuya capital, Altojardín, además ha sido ocupada por los Lannister). ¿Pero Dorne? ¿Qué tontería es esa de que has perdido Dorne?
Zapp Brannigan. Fotografía: HBO España.
En la serie se ha establecido que Dorne, como ocurre en los libros, es un socio histórico de los monarcas Targaryen; que los dornienses, por encima de todo, detestan a los Lannister; y que ninguna casa noble de Dorne capaz de relevar a los Martell como príncipes de Dorne (como hicieron los Bolton en el Norte, por ejemplo) se ha pasado al bando Lannister (o Cersei y Jaime la habrían contado al hacer recuento de sus aliados o tras la captura de Ellaria). Incluso si renuncias, por alguna razón, a liberar a Ellaria a la fuerza o con la diplomacia, ¿no puedes simplemente subirte a un dragón, ir a Lanza del Sol y reeditar una alianza con quien esté al mando? En la serie se ha establecido también que Oberyn tenía ocho hijas, como en los libros: quedan cuatro. Y los ejemplos de Jon Nieve, Ramsay Nieve, Lyanna Mormont, Ned Umber y Alys Karstark prueban que ser muy joven o ser bastardo no es problema para convertirse en cabeza de la casa cuando la casa corre peligro de extinguirse, como ocurre con la Martell. Incluso si ninguna de ellas reinase, y en Dorne entrase en vigor una especie de regencia tras la captura de Ellaria, en la serie se ha establecido también que el pueblo de Dorne acabó por despreciar Doran Martell por su tibieza con los Lannister y que el complot de Ellaria para asesinarlo contó con la aquisciencia de la corte: es sencillamente imposible que quien gobierne Dorne, sea quien sea, no apoye la restauración Targaryen. Pero Daenerys dice que no, que ha perdido Dorne, y hala, sanseacabó. Lo dijo Blas, punto redondo.
En la adaptación televisiva el arco de Dorne ha sido un patatal absurdo desde el primer minuto, eso no es nuevo. Nos quejamos de eso mismo el año pasado y el anterior. Hasta hubo una campaña de crowdfunding para intentar rodar una versión de la historia de Dorne alternativa a la de HBO, así de griega es la tragedia. Pero esto ya es de aurora boreal. Descartadas todas las posibilidades que han descartado Weiss y Benioff, solo queda una: tras la captura de Ellaria los Lannister han sometido Dorne por la fuerza, como hicieron con el Dominio (y antes que eso, con Aguasdulces). Cersei ha conquistado ella sola, en un pispás y en off, el único reino que los antiguos Targaryen no pudieron conquistar ni siquiera con sus dragones, que fue anexionado a los Siete Reinos solamente siglos después y mediante matrimonios concertados. Pensamos que no llegaría el día en que usaríamos esta palabra, nosotros que no nos tenemos por grandísimos puristas, pero ha llegado: blasfemia, Weiss, Benioff. Es blasfemia.
7. Ay, Bran
Patriarcado: definición gráfica. Fotografía: HBO España.
¿Por qué Bran no le dice a Sansa y Arya que su tío Benjen sigue vivo?
¿Por qué Bran no le dice a Sansa y Arya que Jon es Targaryen?
Howland Reed, el padre de Meera Reed, es el único testigo vivo de que Jon es Targaryen. ¿Por qué Bran no se lo dice a Meera cuando se despide de ella? ¿Por qué Bran no le pide a Meera que ella encargue a su padre viajar a Invernalia o Rocadragón, o en todo caso entrevistarse con Jon?
¿Por qué Bran, que no le dice nada sobre Jon a Sansa y Arya (que son sus hermanas) ni a Meera (que es la hija del único tío en Poniente que puede probar la autenticidad de la historia) pero se lo casca alegremente a Sam, que es literalmente uno que pasaba por allí y entró a decir hola?
O mira, directamente: ¿por qué Bran no le dice a Jon en su mensaje que tiene sangre Targaryen? A lo mejor es una información relevante si uno pertenece al único linaje capaz de cabalgar dragones y está en la única isla donde hay dragones y está a punto de desatarse el apocalipsis zombi. ¿Es porque Varys leerá el mensaje? Bran toma el control de una bandada entera de cuervos; ¿no puede controlar el cuervo mensajero a Rocadragón y hacer que entregue el mensaje a Jon o Davos? ¿Sería demasiado lunático? ¿Eso sería demasiado lunático pero un oso de las cavernas polar zombi en llamas no? OK.
¿Por qué Bran advierte a Jon sobre la cercanía de los Caminantes Blancos pero no dice nada en Invernalia? ¿No habría que dar la orden de evacuar la región cercana al castillo de Guardaoriente del Mar, a las pruebas me remito? ¿Estamos tontos o qué?
¿Por qué Bran no le proporciona a Jon la ubicación exacta del ejército de los Caminantes? ¿Acaso no los acabará encontrando en el mismo sitio en el que Bran los había localizado? Porque se parece mucho. ¿Acaso la montaña «con forma de flecha» que Sandor vio en las llamas, única pista que tienen para llegar, no es la misma que presidía el lugar en el que los Caminantes fueron creados, de nuevo en presencia de Bran? Porque ya no es que se parezcan; es que en ambos casos es el monte Kirkjufell, en Islandia. Bran ha estado ya dos veces en ese lugar, dos. ¿No puede dibujar un mapita?
¿Por qué Bran no conduce a Jon hasta los Caminantes con la ayuda de un ave? Él no sabe que Jon se propone franquear el Muro, pero ¿por qué Jon no le anuncia sus planes y se lo pide expresamente? Jon ha visto con sus propios ojos que los salvajes usan pájaros controlados por cambiapieles para moverse por la región más allá del Muro. ¿No sabe que su hermano, como poco, es capaz de hacer lo mismo? Si no atribuye a Bran la habilidad de controlar pájaros, ¿entonces por qué da por buenas sus palabras cuando le avisa con la ubicación de los Caminantes? ¿Y entonces por qué los Maestres sí reciben un mensaje que menciona que Bran es el Cuervo de Tres Ojos?
(Y hasta aquí el repaso a los patinazos; mañana a la misma hora cantaremos las alabanzas. Les esperamos).
En la puerta del Titanic cabía Leonardo DiCaprio y en ese caballo también cabía Benjen. Fotografía: HBO España.
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