Wednesday, January 17, 2018

Jot Down Cultural Magazine: Veinticinco años del disco de Nirvana que nadie celebra

Jot Down Cultural Magazine
Jot Down 
Veinticinco años del disco de Nirvana que nadie celebra
Jan 17th 2018, 11:18, by Benjamín Villegas

Nirvana en Le Zenith, París. Fotografía: Cordon.

Sábado. 11 de enero. 1992. El Billboard americano experimenta uno de los momentos cumbre de la historia del rock de la mano de Nirvana. Un día antes, Kurt Cobain, Krist Novoselic y Dave Grohl machacaban sus instrumentos en los estudios de MTV en New York, el último concierto antes de su primera gira por Australia y Nueva Zelanda. La escalada meteórica que Nevermind había iniciado en septiembre del año anterior alcanza ese fin de semana el número uno y relega al Dangerous de Michael Jackson al puesto cinco de la misma lista. Geffen Records celebra la gesta y ve como el grupo liderado por Cobain deja atrás, también, a los Guns N’Roses, una de las bandas más potentes de su mismo sello. Los dos Use Your Illusion ocupan los puestos siete y ocho del ranking aquella misma semana.

David Geffen celebra que tres títulos de su catálogo se alojen en el top 10 descorchando una botella de Don Pérignon. No es el único de juerga. Jonathan Poneman y Bruce Pavitt de Sub Pop (responsables de las primeras referencias de Nirvana) respiran aliviados gracias al trato al que llegaron con Geffen antes de Nevermind. La discográfica independiente, sumida en una dramática situación económica, se había visto obligada a negociar la salida de Nirvana en 1990. Algo más de setenta mil dólares y un dos por ciento de los royalties de los siguientes discos cierran el trato. Todo el mundo parece ganar con la proeza del trío de Seattle. Todos menos Michael Jackson. Siete días después del descalabro, Dangerous sube del puesto cinco al dos pero no conseguirá recuperar jamás el primer puesto del Billboard.

Que el éxito de Nevermind no es flor de un día se hace patente cuando el álbum del bebé sumergido en la piscina recupera el número uno en febrero. El disco se mantiene en los diez más vendidos hasta el 30 de mayo de 1992, que cae al doce. Curiosamente, durante esos siete días de mayo, es el Ten de Pearl Jam el que irrumpe en el top 10 y certifica el potencial comercial del fenómeno grunge. Antes de acabar 1992, el Dirt de Alice in Chains y la banda sonora de la película Singles de Cameron Crowe también se hacen hueco en ese selecto club. Los cazatalentos discográficos, visto lo visto, corren a Seattle a buscar nuevas bandas con camisas de franela y guitarras distorsionadas que vendan millones de CD repletos de canciones tristes.

En esa vorágine de éxito que rodea a Nirvana y a todo lo que se le parece, Geffen Records decide publicar un nuevo disco del grupo liderado por Cobain: Incesticide. El álbum, una recopilación de rarezas y caras b, sale al mercado el 14 de diciembre de 1992. En solo un mes se planta en el 39 del Billboard mientras que su antecesor, Nevermind, sigue instalado entre los cien más vendidos. Win-win para la multinacional.

La experiencia comercial que impulsan con Incesticide no es la primera. Unos meses antes, la discográfica americana lanzó un EP dirigido al público japonés y australiano titulado Hormoaning que pretendía dar a conocer a la banda en esos países. Ambas iniciativas comparten dos singularidades. La primera, el tracklist. En los dos discos coinciden hasta cuatro canciones: «Turnaround», «Aneurysm», «Son of a Gun» y «Molly’s Lips». La segunda coincidencia es la mala acogida de los discos por parte de los sectores más fundamentalistas del underground. Si firmando con una major Nirvana ya se habían ganado la fama de vendidos, colocándose en el número uno y publicando referencias que se aprovechan del éxito comercial, ven cómo las hordas indies los menosprecian sin el menor escrúpulo. Viven en sus carnes el castigo a una de las grandes dicotomías en la cultura alternativa: profesionalizarse o mantenerse en la independencia. El tiempo tampoco parece haber ayudado al estatus del tercer disco de Nirvana. Incesticide no ha sido celebrado en ninguno de sus aniversarios. No ha sido motivo de documentales y parece que los rankings históricos no lo contemplan como una obra especialmente significativa. Aun así, me atrevo a decir que estamos ante el boceto de un disco que podría haber sido de culto.

Nirvana, prescriptores e influencers indies

Son conocidos los problemas de Kurt Cobain con la fama. Según él, siempre había querido ser el guitarra rítmico de un grupo para esconderse en la parte trasera del escenario. Muchas de sus afirmaciones contrarias al éxito contrastan con su forma de actuar a lo largo de su (corta) carrera. Por ejemplo, es él quien fuerza la fuga de Nirvana a Geffen Records en 1991 a pesar de encontrarse en una posición privilegiada en Sub Pop. El grupo se había pateado Europa con Tad y Mudhoney, y Bleach, su primer disco, había vendido cerca de cuarenta mil unidades en Estados Unidos. Un cifra nada despreciable para un grupo independiente. La crítica los mimaba y Sub Pop los había enviado a Wisconsin con Butch Vig para trabajar en un segundo álbum. De aquellas sesiones, pagadas por la discográfica independiente, el grupo crea una demo. Espoleados por Sonic Youth, deciden enviar esa maqueta a las multis y acaban convenciendo a Geffen. En esa época, además de liquidar a Sub Pop, Kurt Cobain y Krist Novoselic deciden deshacerse de Chad Channing (batería y amigo) para hacerse con los servicios de Dave Grohl.

Charles R. Cross, autor de Heavier than Heaven, explica cómo Kurt Cobain maldecía a MTV si el canal musical no proyectaba el videoclip de «Smells Like Teen Spirit» tantas veces como él creía necesario. Incluso en sus diarios se advierte una ambición por el éxito que choca frontalmente con muchas de sus declaraciones posteriores al boom de Nevermind. En muchas de las actitudes de Kurt a lo largo de su vida se intuye un fuerte complejo de inferioridad. Eso, en parte, es lo que motivó la contratación de Dave Grohl. Sentían que Chad Channing los hacía un grupo peor.

Una vez convertidos en superventas, a Cobain le perturba que otros grupos menos exitosos disfruten de una reputación mayor entre las élites underground. Que los metan en el saco de los grupos rockeros mainstream provoca que Kurt necesite reivindicarse como un buen indie. Esa necesidad de reconocimiento lo convierte en un maravilloso prescriptor de música alternativa. Tener que demostrar su pedigrí underground lo convirtió en el primer gran influencer del indie. Es él quien expone la música de Daniel Johnston al mundo al dejarse fotografiar con la famosa camiseta del «Hi How Are You?». No sería el único caso. Bandas como Flipper, Scratch Acid o Sebadoh vieron crecer su popularidad solo porque el líder de Nirvana apareció en fotos promocionales con sus logos en el pecho. También produjo a los Melvins y editó un split con The Jesus Lizard que publicó Touch And Go, uno de los sellos punk más prestigiosos de los ochenta. Tampoco hay que olvidar que puso a los Meat Puppets en el mapa comercial al invitarlos al Mtv Unplugged que Nirvana grabó en New York en 1993.

Incesticide es el disco que mejor representa la vertiente influencer del líder de Nirvana. Incluye, por ejemplo, dos covers del grupo escocés The Vaselines y una brutal versión del «Turnaround» de los míticos Devo. Por los créditos del álbum se pasean nombres potentes del indie yanqui como Dale Crover (batería de los Melvins), Dan Peters (batería de Mudhoney), Butch Vig de Garbage o Jack Endino, guitarra de Skin Yard y el productor por excelencia del sonido Seattle.

En la fabricación de las primeras tiradas del CD en Estados Unidos, el libreto que acompaña al compacto incluía unas páginas extra con una carta escrita por el líder de Nirvana. En esas líneas encontramos, quizá, al Kurt Cobain más necesitado por demostrar su alma y su conciencia indies. El texto no tiene desperdicio y la retahíla de nombres y referencias alternativas crece a medida que avanza un relato que él sitúa en el «grasiento y sangriento Londres». Kurt cuenta su afán por conseguir el primer LP de The Raincoats en las estanterías de Rough Trade. No lo encuentra y pregunta por él a la responsable de la tienda. La chica confirma la ausencia del disco en su catálogo, pero le propone ir a ver a Ana Da Silva, guitarra y cantante del grupo. La dependienta dibuja un mapa que lo llevará de Rough Trade al anticuario en el que trabaja la cantante. Kurt Cobain inicia su miniaventura londinense y se planta delante de la líder de The Raincoats. Se presenta y consigue que Da Silva se comprometa a enviarle una copia del vinilo que buscaba. Una copia que recibiría semanas después, firmada y acompañada de una conmovedora carta. Es en este punto en el que Kurt da rienda suelta al indie que lleva dentro. Asegura que esta anécdota tiene muchísimo más valor para él que tocar frente a miles de personas. Prefiere, sin duda, codearse con alguien como Ana Da Silva a que su culo sea idolatrado, enriquecido y besado por la industria discográfica. Se hace fuerte recordando sus giras con Shonen Knife, Sonic Youth o los ya mencionados The Vaselines. Se congratula por haber podido compartir escenario con Mudhoney, Poison Idea, The Breeders, Urge Overkill, TV Personalities, The Jesus Lizard, Dinosaur Jr y, por supuesto, Hole, el grupo de su esposa y madre de su hija. La carta refuerza su cruzada contra la homofobia y es una pequeña oda a la ética, dignidad y honestidad de su mujer. No es casualidad que hable de ética, dignidad y honestidad, ya que estos son tres de los principales valores de los que hace gala la cultura alternativa.

Para los seguidores adolescentes de Nirvana, Incesticide es un dictado de nombres imprescindibles de la comunidad independiente americana. Sumergirse en la música de los grupos y los artistas que gravitan alrededor del disco es meterse de lleno en una escena que iniciaron Black Flag a principios de los ochenta, que se hace a sí misma y que eclosiona con el éxito de Nevermind. Es importante remarcar esto. Al mercado y a la industria musical les interesó acuñar el concepto grunge como la etiqueta de un movimiento que supuestamente se iniciaba en los noventa. En muchas ocasiones se ha utilizado la proeza de desbancar a Michael Jackson como el inicio de esta era. Para la comunidad underground americana fue todo lo contrario. La incorporación de lo alternativo en el mercado supuso la muerte de un sueño que duró una década. El negocio del entretenimiento asimiló la cultura underground y esta arrasó en las radiofórmulas, el cine y las pasarelas. Kurt intenta, de algún modo, exorcizar los demonios que le persiguen por ser uno de los principales artífices de este cambio de hegemonía.

Ese afán por reivindicar lo alternativo lo acompañaría hasta el final. En la etapa previa a su muerte, Cobain apuesta por Steve Albini en la producción de In Utero y ficha a los Buzzcocks como compañeros en la gira del mismo disco. También incorporaría a Pat Smear como segundo guitarra. Pat militó en uno de los grupos estandartes del punk americano, The Germs. Toda una institución.

Tobi Vail musa y mentora

Tobi Vail, Kathi Wilcox y Kathleen Hanna.

Ese afán atribuible a Incesticide por ser agradecido y justo con los pioneros del underground no sería el único rasgo que hace grande al segundo disco de Nirvana. El LP contiene alguna de las mejores canciones del trío de Seattle. Véanse clásicos en sus directos como «Aneurysm», «Dive» o esa joya pop que es «Sliver». Los temas originales de este álbum abarcan la época que hay entre Bleach (1989) y Nevermind (1991). Dos años en los que Kurt Cobain deja su primera relación sentimental e inicia una nueva con Tobi Vail, batería de Bikini Kill, feminista declarada y activista del movimiento riot grrrl de Olympia, Washington.

Leyendo a los escritores y biógrafos Michael Azerrad y Charles R. Cross, se puede atribuir parte de la temática lírica de los tres discos de estudio de Nirvana a las parejas que tuvo Cobain antes de la grabación de cada uno de ellos. Su primera novia, Tracy Marander, es autora de la foto de portada de Bleach y, por lo visto, la persona en la que Kurt se inspiró para la canción «About a Girl».

Nevermind es, parece, una carta de amor para Tobi Vail y Courtney Love y su embarazo habrían inspirado In Utero. Podríamos decir entonces que Incesticide es un disco libre de esa carga emotiva. Las canciones que lo componen, básicamente, definen el momento vital en el que su autor deja Aberdeen y se traslada a Olympia. Este es un paso clave en la biografía del líder de Nirvana ya que la falta de progreso y empatía cultural que sufre en su ciudad natal lo llevan a mudarse a la capital del estado de Washington. En ese nuevo ambiente es donde empieza a relacionarse con Calvin Johnson y Tobi Vail. El primero es uno de los tótems de la escena de la ciudad y el líder de la banda Beat Happening y del sello K Records. Cuenta la leyenda que Cobain se tatuó en el brazo la letra «K» del logotipo de esta discográfica para impresionar a Tobi. Durante su relación, ella le descubre a él grupos femeninos como The Shaggs, las Marine Girls, The Breeders y The Raincoats (protagonistas de la carta antes mencionada e incluida en el libreto de Incesticide).

Kurt abraza el feminismo y hace suya la doctrina indie. También es una época en la que el cantante de Nirvana deja a un lado los sonidos más densos y pesados de Bleach y se acerca al pop alternativo de los Pixies o The Vaselines. Esa pasión por el sello de Calvin Johnson germina en la colaboración de Cobain en un par de canciones de The Go Team, el proyecto que Johnson y Tobi Vail comparten. K Records edita un siete pulgadas con esos dos temas («Scratch It Out» y «Bikini Twilight») que hace las delicias del joven Kurt. Además de compartir gustos musicales, la pareja hacen música juntos y comparten tiempo con otra de las grandes figuras del movimiento riot grrrl, Kathleen Hanna. A ella se le atribuye la autoría inconsciente de la canción más exitosa de Nirvana cuando pintó «Kurt smells like teen spirit» en la habitación que Cobain y Vail compartían.

Las canciones

Supongamos que las canciones de Incesticide se plantean realmente como un disco de Nirvana y se publican en un disco entre 1990 y 1991. Juguemos a que Incesticide es el segundo disco del grupo. Un álbum entre Bleach y Nevermind. En esa época el trío de Seattle sale de gira por Europa y hace sold outs en casi todas las fechas. Llenan salas de seiscientas personas cada noche. Sonic Youth los apadrina y les ofrece ser sus teloneros. Abrir para el grupo de Thurston Moore y Kim Gordon supone un empujón en la credibilidad y la fama de Nirvana en los círculos alternativos americanos y europeos.

Si en un momento de efervescencia como ese, Sub Pop hubiese publicado un LP como Incesticide, con la misma portada arty de Kurt y con las versiones de Devo y Vaselines compartiendo repertorio con temazos como «Sliver» y «Aneurysm», estoy seguro que hablaríamos de un disco importante. Discutiríamos sobre una obra que podría haber liderado las listas de lo mejor del año en NME, SPIN o Melody Maker. De «Aneurysm» hay poco decir: los fans de Nirvana la situaron como la tercera mejor canción del grupo según una encuesta de la BBC fechada en el 2000. Si se recupera la interpretación de la misma en el Reading Festival de 1992, uno no puede hacer más que rendirse ante un tema gigantesco. «Dive» y «Stain» tienen un aura y una madurez parecidas, las tres son canciones que se pueden defender en formato trío y que definen a la perfección a los Nirvana post-Bleach.

En Incesticide encontramos, también, la vertiente más indie-pop del grupo de Seattle. Para introducirla no hay nada mejor que la línea de bajo de «Sliver». Uno de los mejores fraseos de Krist Novoselic en el cancionero de la banda (para mí el mejor junto a los de «Lounge Act» y «Love Buzz»). Su estribillo es fabuloso y la melodía vocal suena inmensa en la voz de Kurt Cobain. Esta frescura distorsionada la encontramos también en los acordes de «Been a Son» y en esa versión new wave de «Polly». Es fácil imaginarse a los hipsters de principio de los noventa moviendo sus flequillos a la vez que bailan con dichos temas. A estos dos bloques de canciones hay que sumarles un tercero: «Beeswax», «Downer», «Mexican Seafood», «Hairspray Queen», «Big Long Now» y «Aerozeppelin» son seis cortes registrados en 1988 que se quedaron fuera de Bleach. Las seis comparten la densidad y la oscuridad del primer disco de Nirvana, pero destacan por peculiares y arriesgadas, dos características que la parroquia indie siempre ha valorado positivamente. Si el grupo hubiese compactado todas estas canciones con un mismo sonido o las hubiera regrabado todas en una misma sesión dirigida por Jack Endino o Butch Vig, quizá Nirvana hubiesen disfrutado del escalón de popularidad intermedio que nunca existió. En esta elucubración melómana me gusta llegar al punto de fantasía en el que Nirvana nunca alcanza el éxito desbordante que obtuvo. Imagino que Kurt no muere y que el grupo nunca se separa o, si lo hace, pienso en que se vuelve a reunir en 2017 para tocar en Coachella, Glastonbury o en el Primavera Sound. En este universo paralelo me proyecto frente al escenario, treintañero, disfrutando de un concierto que celebra el aniversario de la publicación de Incesticide, mi disco favorito de Nirvana. Y es en esa ensoñación que disfruto, por fin, del directo del grupo que me cambió la vida.

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