Fotografía: Lita Bosch.
Preludio, la vía purgativa
María Arnal y Marcel Bagés son un accidente. María Arnal se cayó mal y se rompió una rodilla. Una larga baja laboral la inhabilita. Tras meses de inmovilidad y para combatir el aburrimiento se apunta a un curso de canto (en un centro cívico). Llega a clase. Carraspeo. Abren sus cuerdas vocales. (Calentamiento. Pruebas). Y ella canta. Los alumnos creen haberse equivocado. (No eres tú soy yo). Y el profesor amenaza. Te voy a llevar a cantar a la plazoleta. ¿Tú nunca has cantado en público? Van a flipar con tu voz. Vas a flipar con tu voz. Y todos flipan, claro. Ella la primera. Empieza la revolución. El 15M toma las calles. Jornadas de lucha con muletas. Todo se expande. Todo es posible. Nada nos representa. Se sueña fuerte. Asambleas y clandestinidades. Coros que corean. Se cree en el fin de las precariedades. ¡Aún nos queda carretera! Y semanas más tarde entra en juego Marc Sempere, motor de Compartir Dóna Gustet, un colectivo que trabaja en la recuperación y difusión de la cultura popular, libre y de transmisión directa, relacionando la cultura tradicional con la cultura moderna. María está ya inspirando y aspirando en los archivos y fonotecas, fascinada con la tradición oral, en la forma en que se conserva, reencarnándola en su cuerpo de alma antigua y contemporánea pierna. El mundo explota cuando se dan cuenta. Nada está inmóvil (principios del hermetismo), Lou Reed muere, y también Nelson Mandela. Pruebas nucleares, accidentes de trenes estatales. Y nuestros muertos cotidianos siguen en las cunetas. Pesan. El rey abdica (os ha gustado esta parte) para que su hijo le suceda. La Arnal sigue buscando y, tras un poco de prueba-error, la guitarra de Marcel Bagés (que tocaba desde hacía años con una contundencia vieja y fresca) y su voz se encuentran.
Las maquetas, la vía iluminativa:
Se prueba el directo. Su primer concierto es en el carrer Pescadors de la Barceloneta, en las fiestas autogestionadas de un barrio símbolo de la resistencia de una ciudad en venta. Su concepto musical es uno (y trino) con el contexto de la calle, donde la voluntad es de mantener la tradición viva para disfrute de esta nueva era. Emilia, insigne luchadora del vecindario y absoluta alma de la fiesta, desde el más allá se manifiesta, y así y aquí empiezan a sonar los primeros acordes de la que acabaría siendo la más larga verbena.
La música, como la vida, está interferida y las ondas internacionales pintan banderas al grito de «Je suis Charlie, Je suis Paris», aunque el FMI no rescata a Grecia. Donald Trump se torna naranja y oscuro y en su campaña a la presidencia habla de un muro, mientras Patricio Guzmán gana el Oso de Plata en la Berlinale por su guion en el Botón de Nácar y Ada Colau gana la alcaldía de la ciudad de Barcelona, convirtiéndose en la primera mujer en la historia en ocupar ese puesto en el Ayuntamiento de la ciudad.
La primera modificación de las ondas gravitaciones mediante objeto (EP) del dueto se llama Remescles, Acoples y Melismes. Partiendo de los archivos digitalizados de grabaciones de campo tradicionales, voces agrícolas que nunca escuchamos poseen las vibraciones en las cuerdas vocales de María. La guitarra de Marcel las magnifica. Como en la gran explosión que nos origina, a partir de un estado extremadamente denso, alguien que vivió hace años en un diminuto punto del espacio-tiempo, grita: «Amor mío, si te vas, avísame un día antes, que yo te enramaré el camino de flores y de diamantes». Es el «Cant de Batre», y con él atraviesan la poesía que se encuentra en la cotidianeidad de las vidas de todos los tiempos. Tras una polifonía eléctrica, el Eros —un poema de Estellés sobre el deseo erótico, «No he desitjat mai cap cos com el teu»— y el Tánatos —«El ball del vetlatori», donde se canta al cuerpo de un infante muerto— hacen convivir en solo cuatro canciones lo íntimo y cotidiano con lo eterno.
Tras muchos escenarios dejando las bocas abiertas (nunca las cierran), graban una segunda maqueta, una celebración, Verbena, y con ella el encuentro, los cuidados, la fiesta donde todo se gesta. Las guitarras se hacen más fuertes, la voz más perfecta, siguen recuperando jotas, «Cançó del taxista», versos que se convierten en himnos «A la vida», original de Ovidi Montllor, proclamas feministas de famosas milicianas, «Cançó de Marina Ginestà», y la denuncia poética al delirio global, «Miris on Miris», salpicada de ruidismo. El resultado es excelso. María Arnal y Marcel Bagés no hacen solo música, sino que la usan para hacer recordar.
Como el jaleo reverbera, van llegando invitados al baile, y para hacerlo bonito las Atzur diseñan la cubierta e interior del sencillo; una verbena urbana en la que se puede reconocer gran parte del imaginario que les configura, cabezudos, demonios, parejas agarradas, travestis y guerrilleras, poetas musicales, fuegos y niños, akelarres y volcanes, rúas sin finales y, en medio de todo eso, ellos mismos. En el collage, en blanco y negro, vemos un único elemento de color, un rayo cósmico fosforito, que sin duda es el augurio de la iluminación, ya que con este EP ganan el Premi Ciutat de Barcelona, el mejor single Rockdelux y la obra artística del año, según los lectores de Time Out.
El disco, la vía unitiva
Fotografía: Lita Bosch.
Muere David Bowie. Muere Muhammad Ali. Mueren cientos de personas en atentados en Siria, Kabul y en el huracán de Haití. Alepo se desangra, y Calais, (¡volem acollir!), Trump sale electo y los ingleses dicen brexit sí. Protegen Chernóbil (¡ahora!), asciende la extrema derecha, se grita república, el presidente de España es un plasma, Mimosas gana en Cannes, la NASA encuentra una fuente de rayos cósmicos y en la fosa de La Pedraja (Burgos) se encuentran un corazón y cuarenta y cinco cerebros rojos que el franquismo no pudo borrar.
Esta última noticia es la moira que hilvana el pasado a otras hebras y da nombre al primer disco, 45 cerebros y 1 corazón, que a su vez enrosca el ovillo y brinda sentido al despliegue de fuerzas que se entrecruzan con cada uno de los pasos que les han traído hasta aquí. Sus once canciones alumbran al baúl de la desmemoria como luces de Navidad, trascendiendo la verbena de cuerpos a golpe de trueno, ensanchando el violento anhelo de lo justo y lo bello.
Al haberse llegado al disco de manera procesal, usando los dos EP y sus conceptos como barro (en el caso de Acoples, remescles i melismes, lo cotidiano y lo íntimo, y en Verbena, la fiesta y el encuentro) para un recipiente mayor, su nacimiento no es meramente la suma de los dos proyectos anteriores, sino un hachazo en la cabeza del ser del que hubiera devenido la unidad de todo lo anterior. Llevando todos sus hallazgos previos a su multiplicación y añadiendo nuevas canciones de lírica y melodía propias, cuidando sobremanera el diseño, la gráfica y la estética del movimiento tanto en los videoclips como en directo, María Arnal y Marcel Bagés se expanden sin perder su centro, tanto hacia fuera como hacia adentro, enraizando hacia lo profundo todo su concepto para ofrecerlo al ahora y a lo eterno.
Lo que superponen a los descubrimientos anteriores es más ponderado y fértil, si bien aún leal a los impulsos germinales que les juntaron. Explorando aún el proceso de tomar briznas de poesía existente para filtrarlas a través de sus dones, abren el disco con «Canción total», adaptada de sus amigos valencianos Las Víctimas Civiles (la banda del poeta y performer Héctor Arnau), en cuya letra, como su verdadero nombre (largo) indica —«Heteronorma y relaciones de poder en la época de las representaciones del capitalismo postfordista»—, se critica el consumismo e intercambio desaforado de las almas y los cuerpos, y lo cierran con «Tú saps», una canción que escribió Marc Sampere y musicaron Marcel y María, oda a los placeres cotidianos y que ya cantaban desde sus primeros días. Ambos cantos se complementan por opuestos y se dan sentido; donde hay mierda, también hay esperanza.
Pero cuando el disco es más glorioso es cuando no han ido a buscar rastros orales que se perdían sino usado los silencios para sembrar el grito de su entraña. Las composiciones propias; como «Bienes», cuyo mensaje (similar a «Miris on Miris») apunta al delirio de quienes gestionan nuestros recursos oprimiendo —«quién manda sobre la luz, quién manda sobre este suelo, quién gana con nuestro cielo»—, y «Desmemoria», donde vuelven a manifestar que no se habla de un pasado al cual aún se le debe justicia. «Callando la matas, es como una piel, la encuentras si rascas, fecundo vergel, la flor del presente, nacerá de él».
Rascar, rasca. Y proponen que rasquemos; en la portada del CD encontramos, sobre una textura que podría ser una gota aumentada microscópicamente pero es un fragmento mapeado y ampliado de la vista aérea del punto en el que se conocieron, un rombo dorado (¿una mirilla?) que oculta el nombre del disco, al que solo se llega arañando con nuestros dedos. Dicen en oro, como el tiempo, que para llegar al fondo del objeto debemos implicarnos físicamente, o nunca lo descubriremos completo.
Pero, sin duda, el elemento más mágico y sorprendente, la joya que les ha reportado mayor repercusión hasta el momento en el disco, es el amarre-hechizo «Tú que vienes a rondarme», cuya letra y melodía, compuesta a partir de un descarte de guitarra que iba a ser para otro tema del mismo álbum, azotan y cruzan las puertas del más allá salpicadas al galope por ese rayo fosforito y bendiciendo los márgenes del amor orgásmico por referentes como el Cosmos de Carl Sagan, la Promethea de Alan Moore, los caballos de Patti Smith o el estudio del tarot, mutan nuestro estado de ánimo, empujan al baile y el canto, ponen un pelo de punta, abren nuestra boca y hacen saltar nuestras lágrimas. Para hacer magia del arte, también con las imágenes. El vídeo, un plano cerrado de María bailando ante la cámara-ojos de Marc Sempere en su propia casa, pone al frescor de los pocos recursos materiales y muchos humanos destinados a su realización para invitarnos a mirarla con una intimidad que debiera estar reservada para quienes se la merezcan una declaración que baila y reza que es así de cerca como nos quieren, aunque sea para volver siempre a la fosa común donde reposa nuestra historia y su memoria, a la mágica conservación de todo lo que no ha podido silenciarse y como si preguntara el poeta «¿Sobre qué muerto estoy yo vivo?», que esos cuarenta y cinco cerebros y un corazón todo lo sostengan.
La vida: la vía afirmativa
Raperos a la cárcel, la trama Gürtel, el bar España, la brecha salarial y los feminicidios siguen en las cunetas, velados por proclamas y banderas, asciende la derecha (aún más), se precariza la vivienda, se temen tiempos de control y guerra, y quizá una de las cosas que nos quedan sea mirar adonde hay belleza para coger fuerzas y no dar tanta cabida en nuestro imaginario a escenarios que quién sabe si quizá se hacen más horrorosos y represivos para debilitarnos las ideas.
El álbum debut de María y Marcel ha zanjado el 2017 repercutiendo en todas las listas de mejores discos nacionales del año, tanto en la prensa especializad como en la generalista, sin haber sido un producto diseñado para triunfar, sino un juego necesario, una fuerza poética, un canto a la vida, una sangre que ascendió hasta sus cabezas, un sí total y absoluto que nunca acabará, como os gritarán también este año cada vez que os vean.
Fotografía: Kiku Piñol.
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