Los emprendedores tienen un aire quijotesco en su empeño por hacer realidad sus sueños frente al descreimiento de quienes les rodean y Hollywood siempre ha sabido estar ahí para dramatizarlo. En los últimos años nos han llegado biopics sobre el fundador de Apple, el de Facebook, el de McDonald’s… historias en las que a veces sospechamos que la parte más interesante es la que no se cuenta —quizá por miedo a demandas— y que en cualquier caso palidecen frente a las de quienes fundan lo que cabe denominar «sociedades de responsabilidad ilimitada», aquellas en las que además del capital puedes perder el pellejo. Habitualmente nos muestran en su inicio al protagonista tanteando el mercado de la química recreativa con cargamentos muy pequeños, luego comienza a tejer una red de distribución y con ella llega un aumento exponencial de los ingresos. Pero la alegría dura poco en la casa del narcotraficante, de manera que apenas logra monetizar su idea de negocio entra casi de inmediato en el radar de la DEA y, lo que es peor, en el de sus competidores. En los últimos años tanto el cine como la televisión han prestado una particular atención a este asunto, a veces con historias ficticias y otras recreando las vidas de traficantes reales, como la que se estrenará en unos días protagonizada por Tom Cruise, Barry Seal: el traficante. Así que aprovechando la circunstancia recordaremos otros filmes similares, que a menudo se solapan con el subgénero de mafiosos. Voten o añadan su favorita.
(La caja de voto se encuentra al final del artículo)
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The French Connection
Imagen de 20th Century Fox.
The Wire tiene su eje argumental en el tráfico de crack, Breaking Bad en el de metanfetamina con ese cristal azul de inusitada pureza, Weeds mostraba en tono de comedia la venta ilegal de marihuana y Narcos recreaba la vida del más famoso distribuidor de cocaína. Definitivamente el tema está de moda en las series, pero el cine ya lo trató mucho antes. En 1971 el presidente Nixon declaró a las drogas «el enemigo público número uno» de Norteamérica, comenzando así la guerra contra ellas que ha continuado hasta hoy. Pues bien, de ese mismo año es esta cinta titulada en España Contra el imperio de la droga, que obtuvo un considerable éxito de público y de crítica, llevándose en total cinco Óscar. Su estilo documental fijó en el imaginario colectivo toda la subcultura del narcotráfico que luego veríamos otras muchas veces: negocios de tapadera, laboratorios caseros en los que se mide la pureza del producto, chivatazos de los bajos fondos sobre el próximo gran cargamento que llegará a la ciudad y una policía de narcóticos de métodos poco ortodoxos que a veces olvida de qué lado está.
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El precio del poder
Imagen de Universal Pictures.
La guerra contra las drogas tuvo su precedente en la Ley Seca estadounidense, que hizo florecer un contrabando bajo el control de la mafia italiana. La personalidad más notoria fue Al Capone, apodado Scarface por una cicatriz que tenía en el lado izquierdo del rostro. Pues bien, ese fue el título de una novela de 1930 en torno a las luchas en torno a la distribución ilegal de alcohol, inspirada hasta tal punto en aquel mafioso que llegó a enviar a uno de sus hombres al guionista encargado de adaptarla al cine como advertencia. La película, dirigida por Howard Hawks, se convirtió de inmediato en un clásico del cine, que tuvo en 1981 un remake a cargo de Brian de Palma. Aunque conservó ciertas similitudes en el guion y homenajeó la escena final (parte de ella la rodó Spielberg), supo dotarla de una personalidad propia que ha hecho de ella una fuente inagotable de referencias en la cultura pop. Ahora está preparándose una nueva versión con Diego Luna como protagonista.
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Uno de los nuestros
Imagen de Warner Bros.
El enfoque político y mediático del consumo de drogas como una lacra social a combatir a toda costa hizo que Don Corleone fuera renuente a ampliar su negocio a ese mercado, temeroso de que eso pudiera hacerle perder su influencia en unos políticos que sí hacían la vista gorda ante el juego y la prostitución. Otros mafiosos, como los retratados aquí por Scorsese, tenían menos remilgos para traficar con ellas y consumirlas en grandes cantidades, una combinación explosiva para acabar paranoico y viendo agentes de la DEA por todas partes, como le sucedía al protagonista. Curiosamente este director y el protagonista de la cinta antes mencionada, Al Pacino, nunca han trabajado juntos hasta The Irishman, que se estrenará el próximo año y tratará, cómo no, sobre la mafia.
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American Gangster
Imagen de Universal Pictures.
A pesar de esa beligerancia política contra las drogas no deja de ser curioso cómo en ocasiones la CIA se alió con narcotraficantes para luchar contra el comunismo, como en el caso Irán-Contra descrito en la citada Barry Seal: el traficante o en el de la llamada Conexión Francesa con el que abríamos esta selección, para evitar que el puerto de Marsella quedase en manos de los comunistas. Es tras el desmantelamiento de esta última red, cuando ya se les había ido de las manos, donde se sitúa la trama de esta otra película, en la que el protagonista aprovecha ese vacío creado para abrir otra vía de suministro sirviéndose de la guerra de Vietnam y de la llegada periódica de ataúdes desde allá, que podían ser rellenados de otras cosas…
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Traffic
Imagen de USA Films.
… Pero más allá de esas ingeniosas triquiñuelas, la primera vía de suministro de sustancias prohibidas para Estados Unidos son, naturalmente, sus más de tres mil kilómetros de frontera con México. Steven Soderbergh estaba interesado en retratar la guerra contra las drogas desde diferentes ángulos, por lo que estructuró esta cinta en tres historias que se desarrollan a ambos lados de la línea fronteriza.
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Sicario
Imagen de Lionsgate.
Durante su estreno hace un par de años las referencias a Traffic fueron inevitables; lo cierto es que además de compartir a Benicio del Toro el tema abordado es similar, pero el tono difiere notablemente. Villeneuve no busca hacer reflexionar o aleccionar al espectador como en la anterior, sino darle con un mazo en la cabeza. Para ello nos muestra escenas magníficamente rodadas como esta en las que sabe cómo construir la tensión, y en conjunto nos cuenta una historia muy cruda en la que abandona toda esperanza. El próximo año se estrenará su secuela.
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No es país para viejos
Imagen de Miramax Films.
Las historias que recrean el tráfico de drogas a través de la frontera —con su violencia desatada y sus paisajes inhóspitos— tienen mucho de wéstern contemporáneo, algo de lo que los hermanos Coen fueron perfectamente conscientes al rodar esta adaptación de la novela de Cormac McCarthy. Cuatro Óscar lograron con ella, uno de ellos a Javier Bardem por su interpretación del villano.
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Un profeta
Imagen de Why Not Productions.
Infinidad de películas estadounidenses narran la vida de los pequeños traficantes callejeros y los enfrentamientos entre bandas por el control de las calles, así que para varias merece la pena que nos fijemos en esta producción francesa centrada en las disputas por el negocio, tanto dentro como fuera de la cárcel, entre musulmanes y corsos.
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Gomorra
Imagen de Fandango.
La vida de Roberto Saviano ya no pudo ser la misma desde que publicó el libro en el que diseccionaba toda la estructura de la Camorra y sus raíces en la sociedad italiana. Tras él llegó una película con su mismo nombre y debido a su enorme éxito, a continuación una serie, de la que ya hablamos en su día.
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Blow
Imagen de New Line Cinema.
Un negocio con tantos riesgos atrae a personas con un perfil psicológico bastante concreto, si a ello le sumamos los efectos que les provoca el consumo en grandes cantidades de aquello que venden y las astronómicas cantidades de dinero que pueden llegar a ganar (y a derrochar), el conjunto de todo ello son vidas muy peculiares que dan mucho juego a los cineastas. En este caso tenemos la adaptación de la vida de George Jung, un joven estadounidense que se asoció con el Cartel de Medellín y ganó montañas de dólares hasta que fue detenido en posesión de casi ochocientos kilos de cocaína.
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Miami Vice
Imagen de Universal Pictures.
Una de las series más icónicas de los ochenta tuvo una muy digna adaptación al cine en 2006, al fin y al cabo su director, Michael Mann, era el mismo. Nunca quedó del todo claro como estos dos agentes de narcóticos podían llevar semejante tren de vida, ni cómo podían infiltrarse una y otra vez entre traficantes de la misma ciudad sin que estos llegasen nunca a quedarse con sus caras. La línea divisoria entre ambos lados de la ley quedaba más diluida que nunca.
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El expreso de medianoche
Imagen de Columbia Pictures.
Además de escribir el guion adaptado de la mencionada Scarface, Oliver Stone también hizo lo propio con la obra autobiográfica de Billy Hayes sobre su estancia en Turquía. Aquí el narcotráfico a pequeña escala es mostrado solo al comienzo, pero es el detonante de las innumerables calamidades que sufre el protagonista. Como tantos otros casos, pretendiendo ganar dinero fácil traficando con drogas acabó arruinándose la vida en una cárcel del tercer mundo.
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María, llena eres de gracia
Imagen de HBO Films.
Junto a la posibilidad de ser capturados por la policía, quienes ejercen de «mulas» ingiriendo la droga en cápsulas afrontan otros peligros, como aquí veíamos. La cinta fue muy bien recibida por la crítica y con su nominación al Óscar lanzó a Catalina Sandino, que desde entonces ha logrado bastantes papeles en Hollywood aunque no excesivamente relevantes.
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Escobar: paraíso perdido
Imagen de Alta Films.
Concluimos con otra actuación de Benicio del Toro, ese actor que alguna vez ha sido definido como un Brad Pitt que hubiera pasado tres días colgado bocabajo. Esos rasgos duros y su origen hispano lo hacen idóneo para interpretar a alguien involucrado en este juego tan peligroso, ya sea a uno u otro lado de la ley. Aquí fue nada menos que Pablo Escobar en un retrato menos riguroso que el de las dos series que le han dedicado, aunque sin alcanzar el nivel de disparate de aquella película imaginaria de El séquito que ojalá se rodase algún día. En cualquier caso se trata de una película muy recomendable.
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